Sven Beckert ocupa la cátedra Laird Bell de Historia de Estados Unidos en la Universidad de Harvard. La investigación y enseñanza del profesor Beckert se centran en la historia de los Estados Unidos en el siglo XIX, con un particular énfasis en la historia del capitalismo, incluyendo sus dimensiones económicas, sociales, políticas y transnacionales. Sus publicaciones se han centrado en la burguesía norteamericana del siglo XIX, el trabajo, la democracia y, más recientemente, en la historia global del capitalism. Es autor de Imperio del algodón: una historia global (Crítica: 2016), que ganó el premio Bancroft en 2015, el Taft Award ese mismo año y quedó como finalist al Premio Pulitzer en Historia. The New York Times lo consideró uno de los 10 mejores libros del 2015.
Durante mi estancia en Harvard a inicios de este año, tuve la oportunidad de hablar con el professor Beckert sobre la historia global y discutir con él el surgimiento de este enfoque y los desafíos que enfrenta.
Zhanna Popova: La primera pregunta sería la siguiente: Cómo llegó a la idea de una historia global? Usted comenzó como un historiador “tradicional”, su primer libro no utiliza este enfoque, entonces cómo ocurrió?
Sven Beckert: Se trata de algo a lo cual llegué más adelante. Todo el trabajo que había hecho hasta Empire of Cotton era sobre historia nacional, y no solo eso, sino sobre historia muy local. Escribí mi tesis de maestría sobre una pequeña ciudad industrial en New Jersey (Passaic) y luego escribí mi tesis doctoral sobre la historia de New York en el siglo XIX. No había nada particularmente global en estos proyectos. Recibí mi doctorado en historia norteamericana, y hasta hace poco la historia norteamericana, o quizás hasta el día de hoy, era principalmente una historia que ocurría al interior de las fronteras de Estados Unidos. La gente rara vez miraba fuera de estas fronteras, como tampoco lo hacía yo, aún cuando las preguntas que me planteaba estaban influenciadas por mi lectura de libros sobre la historia de otras partes del mundo. Además, dado que yo no había nacido en Estados Unidos, tenia algunos casos europeos en mente, y comparaba lo que había visto en Estados Unidos con lo que sabía de Europa. A veces veía conexiones entre los desarrollos en Europa y los desarrollos en Estados Unidos. Pero mi escritura estaba más centrada en la historia de Estados Unidos moderno.
Al mismo tiempo, cuando estaba escribiendo mi tesis, contaba con profesores cuyas perspectivas eran mucho más globales, Eric Foner, por ejemplo, observaba la Reconstrucción desde una perspectiva comparada. También tomé cursos en historia norteamericana, pero estudié con Charles Tilly, el historiador sociológico por excelencia, quien miraban principalmente a Europa pero hacía a la vez comparaciones globales. Estudié con Eric Hobsbawm, quien fue muy global en su forma de pensar. Y era parte de seminarios –por ejemplo el de Charles Tilly sobre State Formation and Collective Action in The New School– que reunió a alumnos y profesores trabajando sobre diversas partes del mundo, y quienes se hablaban unos a otros. De modo que parte de mi entrenamiento, en un modo que entonces me era aún desconocido, me estaba preparando para hacer historia global posteriormente. En ese entonces no sabía que había algo llamado historia global, y no tenia planes de trabajar en algo como historia global, pero aprendí ciertas cosas de Eric Foner, Eric Hobsbawm o Charles Tilly que me predispusieron a pensar de manera más global. Y también estaba, por supuesto, mi propio trasfondo no-norteamericano.
Cuando terminé con el libro sobre Nueva York decidí que quería hacer algo que se enfocara en la historia de Estados Unidos pero que pudiese enmarcar esa historia dentro de una visión más global. En ese momento decidí que algo que necesitamos hacer cuando se trata de la historia de Estados Unidos es colocarla en una perspectiva más global, un giro que muchos ya defendían a inicios de los años 2000. Quería vincular la historia de Estados Unidos con la de otras partes del mundo. Dado que hago historia económica y social, quería centrarme en el cambio económico. Por razones que no están del todo claras para mí, llegué a esta idea: por qué no escribir sobre un aspecto importante de la historia económica de Estados Unidos mirando al producto más importante que produjo la economía norteamericana en el siglo XIX: el algodón. La primera orientación del proyecto fue hacer una historia trasnacional de Estados Unidos a través del algodón. Esperaba que esta fuese una historia, por supuesto, sobre Estados Unidos y sobre Reino Unido, Egipto y la India. Desconocía entones que esta se volvería en algo mucho más global que ese proyecto inicial. Sin embargo, cuando comencé mi investigación se hizo evidente que esa visión global limitada no iba a funcionar. No puedes contar la historia del algodón como una historia de Estados Unidos en una perspectiva global, porque la historia del algodón es más amplia, más global y mucho más importante como para ser confinada por un marco como el que había propuesto. Necesitaba convertirse en verdaderamente global. Fue así como que durante mi investigación, de una u otra forma, que llegué a la historia global. Fue en este punto que comencé a pensar más en esta, pero no fue algo para lo cual había sido entrenado o algo en lo que estaba del todo predispuesto a hacerlo.
ZP: ¿Podría contarme más sobre las influencias que usted experimentó? ¿Qué tipo de libros consultó, con que académicos estuvo en comunicación?
SB: La persona que probablemente más influyó en mí en ese entonces fue Eric Hobsbawm, quien hacia 1960 ya tenia una increíble vision global. Incluso hoy en día sus libros se perciben como un poco eurocéntricos para mi gusto, pero siempre tuvo una visión muy amplia en las regiones que cubría de la historia moderna. Pero también hubieron otros: Fernand Braudel, por supuesto. Y Charles Tilly, naturalmente, como ya lo mencioné, fue muy influyente. El trabajo de Eric Foner sobre la Reconstrucción posterior a la Guerra Civil en un marco más amplio hizo una gran diferencia para mí. Pero creo que es justo decir que ninguno de ellos participó en debates sobre historia global (en la medida en que estos existían).
Llegué a estos debates de un modo distinto, a través de un debate a inicios de los años 2000 sobre la transnacionalización de la historia norteamericana, y el principal participante de ese debate era Thomas Bender. Me sentía cercano a este trabajo ya que supuestamente mi libro sobre el algodón intentaba entrar en diálogo con esta literatura. A través de estos trabajos, entonces, encontré a personas como Ken Pomeranz o Jerry Bentley, quienes eran verdaderos historiadores globales. Y, por supuesto, a Chris Bayly. Otra persona muy influyente fue Jürgen Osterhammel. Aproximadamente en 2004 fui invitado a la Universidad de Konstanz donde él enseña, y pasé un año con él, lo que dejó en mí una profunda impresión. Pero de manera más amplia, creo, llegué a la historia global sobre todo siguiendo la lógica misma de mi propia investigación.
ZP: Este es, definitivamente, un escenario muy particular para una investigación: usted pudo seguir y seguir. ¿Cómo encontró el punto óptimo en el cual detenerse cuando estaba escribiendo Imperio del algodón?
SB: De algún modo, la respuesta a esta pregunta es relativamente sencilla, porque estaba buscando algo material, algodón. O hay algodón o no lo hay. De modo que era evidente que Irlanda no sería parte del libro. La mercadería es sí, el objeto de estudio, determine qué partes del mundo serían incluidas, y qué periodos serían importantes para el relato que quería componer. En cierto modo, fue sencillo. En mi cabeza, hablando de manera general, la historia global no debería ser el escribir sobre la historia de todo lo que pasó alrededor del globo en un momento específico. Eso no es tan interesante. Lo que es más interesante es tener cierta pregunta, o un conjunto de preguntas, un problema histórico específico, luego estudiar este problema y permitir que te conduzca adonde tiene sentido. Uno viaja con el problema o el objeto de estudio a lugares alrededor del mundo que sean de importancia para esa historia en particular. Algunas historias globales, así, se enfocan en lugares puntuales y no en todo. Por mucho tiempo un número considerable de historiadores llegarían a encontrar un problema determinado, y luego explicar ese problema, para seguirlo a las fronteras de los modernos estados-nación, y de alguna manera todo aquello más allá de ese borde sería ignorado, por cuanto no sería considerado importante para el problema a analizar. Lo que hacemos con la historia global es mirar a cada uno de los problemas de manera muy amplia, seguir el problema a donde nos lleve, incluyendo más allá de las fronteras nacionales. Para mí, la historia global se entiende mejor como una forma de observar, una manera de mirar a la historia, antes que una historia con una mirada geográfica delimitada de antemano.
ZP: ¿Podríamos volver a las historias nacionales? Para algunos temas, se trata de un escenario muy conveniente. Temas como los sistemas carcelarios o de seguridad social, por ejemplo, fueron creados por estados-nación. ¿Cómo podemos estudiar objetos como este, que no están conectados por circulaciones transnacionales? ¿Podemos estudiarlos desde una perspectiva global?
SB: Sí, creo que es possible. Pensemos en el ejemplo que acabas de mencionar, el de los sistemas de seguridad social. De algún modo, son proyectos nacionales por excelencia, el proyecto de un determinado estado-nación, y son puestos en marcha al interior de los estados. Ellos contribuyen a consolidar las fronteras de estos estados así como la diferencia entre lo que hay dentro y fuera. Por lo que uno podría decir, bueno, este es un problema estrictamente nacional que no puede ser estudiado desde una perspectiva global. Y por supuesto, no podemos olvidar que los estados, y los estados-nación en particular, son de mucha importancia para la historia moderna, por lo que no estoy diciendo que debamos pasar por alto al estado. Todo lo contrario. No, creo que los estados son las fuerzas más poderosas de organización en la historia del mundo modern. El estado necesita estar en el centro de nuestras historias. Pero entonces, si miras a la seguridad social, por ejemplo, estas se encuentran a la vez vinculadas de muchas formas con otras partes del mundo. Uno los puede estudiar de manera comparativa. Por qué el sistema de seguridad social en Estados Unidos es distinto de los de Reino Unido, Francia, Rusia o alguna otra parte del mundo? Y estos sistemas solo aparecen de una conversación entre personas que enfrentan problemas similares en diferentes partes del mundo, y que se observan mutuamente y aprenden el uno del otro. Hay un estudio muy bello de Daniel Rodger, de Princeton, titulado “Atlantic Crossings: Social Politics in a Progressive Age”, que trata sobre cómo el estado de bienestar norteamericano se formó a partir de los debates al interior de Europa y cómo los norteamericanos aprenden del caso europeo y viceversa. Ello ocurre también en muchas otras direcciones. Y muestra que incluso desarrollos que parecen ocurrir exclusivamente al interior de las fronteras del estado-nación pueden ser, y deben ser, estudiados desde una perspectiva global. Y creo que los entiendes mejor cuando comienzas a hacerlo. Pero hay que recorder que los estados-nación importan y que los procesos que tienen lugar al interior de los estados deben ser estudiados.
ZP: ¿Qué otros beneficios brinda la historia global?
SB: Creo que hay dos formas en las cuales la historia global nos ayuda a entender ciertos problemas y explica ciertas cosas que las historias nacionales no pueden. Primero, la historia global genera de manera automática una perspectiva comparada, que es la única manera de entender determinados problemas, porque no sabes qué es lo único y peculiar de un caso específico si no conoces los demás casos. Si solo conoces lo que ocurrió en un país, no creo que puedas conocer ese país de manera adecuada. Mirando otros casos es la forma de entender la naturaleza de los desarrollos que ocurren en un caso en particular. Segundo, creo que muchos procesos sociales, incluso los politicos, se llevan a cabo a través de las fronteras nacionales. Debido a que se desarrollan de esta manera, no pueden ser comprendidos teniendo a las fronteras como contenedores de los mismos. Si miramos a uno de estos procesos, como la industrialización, veremos que es un proceso exclusivo del marco nacional, y cuyo resultado ha sido en ocasiones malinterpretado. Por ejemplo, se ignora completamente la contribución del mundo no-europeo al proceso de la industrialización europea. Se ha escrito la historia de la esclavitud separada de la historia de la industrialización del Atlántico norte. Si escribes una historia de la industria del caucho en el Reino Unido o Alemania, y no vas más allá de las fronteras del Estado-nación, entonces no te preocupa saber de dónde procedía el caucho y como resultado tendrás una historia mal interpretada de esta industria. Esto es lo que ocurre con mucha frecuencia. Al limitarte a la historia nacional, puedes malinterpretar los procesos históricos de manera significativa.
ZP: Entonces la pregunta que sigue sería: qué perdemos con la historia global? Ha habido una crítica importante por parte de los historiadores culturales, o de quienes hacen microhistoria, que señalan que escribir historia global puede ser superficial. Estoy simplificando el argumento aquí, pero creo que sabe por dónde va la pregunta.
SB: Sí, creo que hay peligros. Uno es que se termine escribiendo un poco acerca de todo, pero que no termines escribiendo realmente nada relevante sobre algún aspect determinado, porque solo estás arañando la superficie. Esto debe ser el peor caso de la historia global. Considero que ese tipo de análisis superficial se hace cuando se trata de enseñar historia global en educación secundaria, pero no creo que sea el problema principal entre historiadores. Creo que un problema más importante es cuando comienzas a mirar las conexiones globales se termina privilegiando las conexiones globales por encima de otras conexiones. Y eso lleva a privilegiar determinados grupos humanos. Por supuesto, hay quienes están más expuestos a las conexiones globales mientras que otros no las tienen por lo general. Por ejemplo, los comerciantes están casi siempre conectados globalmente. Los campesinos, por otro lado, casi nunca lo están. Así es cómo al escribir historia global uno puede perder la agudeza de la historia social de los años 1970s y 1980s y volverse a concentrar en grupos privilegiados, como aquellos que tenían las conexiones globales que atraen a los historiadores. Eso puede ser un gran problema.
De ahí que la historia global deba estar atenta a las situaciones locales y a la distribución local del poder social, a las conexiones locales, regionales y nacionales, debe prestar atención a los conflictos que ocurren en locaciones particulares y conectarlas al mundo. De este modo los campesinos pasarán a ocupar un lugar central. En mi libro sobre el algodón los campesinos juegan un rol importante, aún cuando ninguno está conectado globalmente. Pero ellos son muy importantes en la creación de las conexiones globales que permiten la existencia de un imperio del algodón. De ahí que considere que uno deba ser especialista en la historia de una región en particular porque no se puede ser experto en todo. Es importante tener un conocimiento real de una región determinado ya que ello te ayudará a entender otras partes del mundo. Y existen otros problemas: las barreras linguísticas, por ejemplo. Hay tantos idiomas en los que se puede hablar, leer e investigar. Existe el peligro de que se pierda algo a través de una perspectiva global, pero por otro lado, lo que se obtiene, pienso, es más de lo que se pierde.
En mi experiencia trabajando sobre el algodón: hay miles de libros que iluminan las historias locales de las plantaciones de algodón, o las fábricas de algodón, de comerciantes del algodón y cosas así, y uno puede contribuir a esta literature, puedes escribir otro libro acerca de otra fábrica de algodón, o escribir otro libro sobre la industrialización del algodón en alguna parte del mundo, y que sea una contribución importante. No deberías escribir historia global sin hacer también esta historia local, pero, por otro lado, al incluir un punto de vista más global puedes comprender cada una de estas historias locales de una manera más adecuada, y quizás mejor. Esta es otra razón por las cuales la historia global es positiva. No creo que todos deban hacer historia global o que necesiten hacer historia global, o que todos debamos convertirnos en historiadores globales. ¡No lo creo! Debemos seguir haciendo historia local, regional y nacional. Eso es lo genial sobre la historia: que podemos tomar diferentes puntos de vista, distintas aproximaciones y aún hablarnos unos a otros ¡a diferencia de otras disciplinas! Piensa tan solo en los economistas, que han convertido algunas de las perspectivas de su propia disciplina en elementos marginales. La Historia es distinta, y eso es bueno. Pero considera que hemos estado escribiendo historia desde un marco nacional por lo menos durante el último siglo y medio. Y ahora es un buen momento para que algunos hagan algo distinto, como adoptar una perspectiva más global.
ZP: Estas historias nacionales estuvieron enmarcadas dentro de esquemas institucionales, y conectadas directamente con el surgimiento de estados-nación, ¿cuál sería entonces el escenario institucional para la historia global? ¿qué tipo de innovaciones al interior de la academia, en un sentido material, sería necesario adoptar?
SB: Esa es una excelente pregunta. Por supuesto, la historia nacional ha aparecido debido a que juega un rol fundamental en la constitución de los estados-nación, y ha jugado un role en la formación de identidades para ciertos grupos de personas. La historia nacional ayuda a constituir los estados-nación y a su vez son un proyecto de los mismos estado-nación. Además, la historia nacional disfrutó de una audiencia nacional y contó con financiamiento, dado que los estados-nación siempre deseaban contar con una historia propia, por lo que estaban más que dispuestos a pagar a historiadores para que se sentaran en bibliotecas, investigaran y escribieran libros. Para ser un estado-nación propiamente dicho, se necesita una bandera, un himno y una historia nacional. Con la historia global, esto se vuelve más borroso y ciertamente motivo de preocupación. ¿Quién es nuestra audiencia? ¿Quién está suficientemente interesado en nuestro trabajo para brindarnos los recursos que necesitamos? No existen respuestas a estas preguntas.
Por otro lado, mi propia experiencia durante la publicación de El Imperio del algodón me dice que existe un número considerable de personas interesadas en perspectivas globales. Vivir en un mundo interconectado hace que la gente sienta curiosidad sobre la historia que de alguna forma refleja sus propias experiencias. Y quizás haya personas que se perciben a sí mismos más como ciudadanos del mundo que como ciudadanos de un país en particular. Ellos constituyen la audiencia para la historia global, y la historia global ha hecho un excelente trabajo al conectar audiencias amplias. El problema que uno plantea parece enorme, pero quizás más pequeño de lo que realmente es. Cuando se trata de organizar la investigación, como sabemos, la Historia está organizada a través de líneas nacionales: desde las revistas que leemos a los cursos que enseñamos, a las posiciones académicas que tenemos. Eso, a mi entender, necesita ser repensado, y lo que es especialmente importante es incorporar estas conversaciones sobre historia global en estructuras realmente globales que acerquen a historiadores de todas las partes del mundo y les permitan conversar unos con otros, poner a prueba sus argumentos y participar en este proyecto que es, después de todo, escribir la historia de la humanidad como un todo. La red de historia global en la que participamos y que conecta a historiadores en Nueva Delhi, Sao Paulo, Amsterdam, Shangai, Dakar y Cambridge es un esfuerzo por conversar sobre esta preocupación, no solo escribir historia global desde el Norte global, pero hacer una historia global que es producida en todas las partes del mundo, una historia global que es resultado en sí misma de una conversación global.
Zhanna Popova es una historiadora rusa cuya investigación se centra en la historia del régimen carcelario en Siberia occidental durante Rusia y la URSS. Actualmente, ella está escribiendo su tesis doctoral como parte del Instituto de Historia Social de Amsterdam. Pueden conocer más sobre su trabajo en su website.
“Interview with Sven Beckert” apareció en el blog de Zhanna Popova en noviembre de 2016. Queremos agradecer a Zhanna y al profesor Beckert por darnos el permiso correspondiente para la traducción en español de la entrevista.
* Pueden leer además:
Sven Beckert, Cómo el algodón transformó el mundo (HGoL, enero 2015)
Serge Gruzinski, Cómo ser un historiador global (HGoL, setiembre 2016)
Lynn Hunt, Los desafíos de la globalización (HGoL, julio 2016)