Los cambios que se vienen realizando en Lima han tomado por sorpresa a los científicos sociales, especialmente a los historiadores, que en algún momento en el futuro tendrán que entender, darle coherencia y explicar el proceso que se viene desarrollando ante sus ojos y que abarca no solo el Centro Histórico, como un reciente reportaje de La República ha glosado magníficamente, sino también los espacios antes denominados “conos” y que hoy son quizás la parte más dinámica de la capital. La historia de estos espacios es sumamente rica, y en los últimos años han sido los mismos pobladores quienes han procedido a rescatarla, como me pude percatar cuando fui invitado a presentar el libro Fortaleciendo nuestra Identidad. Apuntes para conocer la historia del distrito de Independencia en el contexto de Lima Norte (2010). El libro se presentará nuevamente el próximo jueves en la PUCP. Recomiendo que asistan pues es un esfuerzo interesante por articular a los historiadores con los maestros y alumnos. La info sobre la presentación, aquí.
Lo que viene a continuación es el texto que leí en la primera presentación, realizada en el distrito de Independencia, en donde traté de presentar procesos comunes de Lima Norte con la historia popular de Lima Sur, como lo fueron la migración y el Conflicto Armado Interno. En todo caso, se trata de una propuesta para seguir estimulando la producción de historias locales que nos permitan conocer mejor la dinámica regional de la capital en los últimos años.
Presentación
Por mucho tiempo la historia local estuvo apartada de nuestro quehacer como historiadores, relegándola al baúl de los anticuarios y de lo obsoleto. Interesados –más bien, obsesionados– como estábamos hace algunos años con la gran narrativa y los procesos mundiales, hemos olvidado cuán útiles son las historias desde abajo para corregir generalizaciones que hacemos desde espacios privilegiados, por ejemplo las capitales, y que ponen por debajo de la alfombra una historia más rica y compleja de la que conocemos.
En los últimos años se han venido produciendo propuestas interesantes para rescatar y difundir la historia de la Lima Norte. Una de estos, y que recuerdo con más atención, es el que emprendieron Santiago Tácunan y Carlos Rojas Feria hace algunos años al publicar dos volúmenes de una historia de Comas. Uno de estos volúmenes, escrito por Tácunan (Breve historia del distrito de Comas) es una narración que cubre desde los tiempos prehispánicos hasta el siglo XX, pero el otro volumen, que contó con la participación del dibujante Carlos Rojas, fue especialmente diseñado para niños, a manera de cómic, y con un guión bastante atractivo, incluso para quienes ya hemos dejado la niñez décadas atrás. Aun así, es poco lo que conocemos sobre la formación de los distritos en Lima. No solo historiadores se han acercado al pasado de Lima Norte, también lo han hecho antropólogos, quienes desde los años sesenta del siglo pasado estaban a la expectativa de ver cómo los recién llegados se organizarían y transformarían una ciudad señorial como lo era Lima. También se congregaron sociólogos, urbanistas, y más recientemente, especialistas en márketing, que han visto sorprendidos cómo ha surgido de manera silenciosa una nueva clase media que se creía extinta, así como el empuje de los centros comerciales que han dinamizado esta parte de la ciudad.
Procesos comunes
Pienso que podemos establecer dos grandes “oleadas” de creación de los mismos, ambas con un siglo de diferencia y que responden a criterios diferentes (1). Un primer antecedente de politización y creación de unidades microterritoriales para ganar autonomía administrativa ocurriría durante los convulsos años de la quiebra de la monarquía, cuando se reconociese a los cabildos la capacidad para organizar elecciones y escoger sus propios regidores por votación en vez de por herencia o privilegio. Como lo ha demostrado Gabriella Chiaramonti, se produjo una “carrera al municipio” por medio de la cual estos cabildos buscaron adquirir la categoría institucional de ayuntamientos, y permitir que sus vecinos escogieran a sus propias autoridades en medio de la vorágine que se desencadenaría poco después y desembocaría en la Independencia del país en 1824.
En el caso que nos ocupa, la creación moderna de los distritos, conviene señalar que la primera oleada se dio después de la revolución de 1854, que enfrentó a José Rufino Echenique con Ramón Castilla, y terminó con el triunfo del militar tarapaqueño. Se trató de una gran movilización que se extendió por lo menos durante los siguientes tres años a nivel nacional, lo que llevó a una politización de las regiones y de las localidades del interior a un nivel nunca antes visto. Esta radicalización de la política provocó la aparición de divisiones en las provincias y departamentos, los cuales aprovecharon de sus negociaciones con caudillos locales y el estado central para obtener reconocimiento como jurisdicciones separadas de antiguas provincias o bien ganar algún que otro título honorífico. A nivel micro, numerosos espacios rurales, que antes eran haciendas o pequeños valles, comenzaron a reclamar un nuevo estatus, considerando que las elecciones que comenzaban a celebrarse con más asiduidad reclamaban unidades más compactas en las que los políticos pudiesen controlar a su vez a los centrífugos clubes electorales que se iban armando espontáneamente y proponiendo candidatos. Nuevas jurisdicciones como Miraflores, Magdalena (Pueblo Libre), Chorrillos, Santiago, Lurín, Pachacamac aparecieron sin una ley especial pero amparadas bajo una Ley orgánica de noviembre de 1856. Naturalmente, hemos simplificado este fenómeno, el cual obedece además a los cambios demográficos y la mejora en los medios de comunicación entre el centro de Lima y su periferia (nótese que estos nuevos distritos están en la región periférica de Lima, que los empieza a conectar desde afuera hacia adentro).
La segunda ola se produciría un siglo después, cuando la migración hacia Lima se hizo más intensa y alcanzó niveles inesperados. Hacia los años 60 del siglo XX comenzaría nuevamente otro movimiento para formalizar la ocupación de lo que habían sido barriadas en un inicio. Así, la aceptación como distrito entrañaba mucho más que un simple trámite burocrático. Significaba dejar atrás las categorías de “asentamiento humano” o “pueblo joven” que habían sido establecidas para designar a estas poblaciones flotantes e informales, las mismas que ahora buscaban regularizar su situación demostrando la creación de instituciones de gobierno, una comunidad organizada y límites respecto a otras demarcaciones territoriales. Independencia no fue la excepción. Como lo señalan los autores del libro, el proceso comenzó por la misma organización de los pobladores, los que consiguieron un terreno para luego incorporar los servicios básicos (luz, escuelas, postas médicas, etc.).
Si existe un elemento que recorra la historia común de la Lima Norte ese es definitivamente la migración. Toda esta área y los distritos que la conforman ha sido consecuencia del proceso por el cual decenas de miles de personas del interior llegaron con poco menos que una maleta o la ropa que traían puesta en busca de un porvenir más apropiado para ellos y sus familias. Visto a la distancia, no parece tan complicado, pero bastaría con que preguntemos a nuestros o abuelos qué significó para ellos venir y buscar un pedazo de tierra donde vivir y defenderlo, para tener una remota idea de cuánto hemos/han logrado desde hace casi medio siglo, cuando los terrenos que luego serían hoy este distrito fueron ocupados en 1959. Lo que tenemos entonces es que la historia del distrito se entrelaza por niveles con la historia de la ciudad y del país en una dinámica que no cesa desde que sus primeros ocupantes llegaron también de otras partes. Así, los que ayer fundaron centros ceremoniales y huacas, más tarde lo harían como barriadas y luego como distritos. Un elemento que destaco del libro es precisamente esta apuesta por insertar el caso de Independencia en un contexto espacial y temporal más amplio que los límites distritales.
Historia y Patrimonio como formas de identidad
El área más activa en torno a esta recuperación del pasado local, como lo hemos visto, ha sido Lima Norte. Pero no estaría demás hacer una rápida comparación con otros distritos de Lima Sur, especialmente Villa El Salvador (ver el reciente libro del profesor Edinson Ramos Quispe sobre la historia de este distrito aquí), cuya tradición ha sido recuperada en base a dos ejes. En primer lugar, como un distrito “modelo” que trató de ofrecer cierta guía sobre cómo debía llevarse a cabo una ordenada organización del espacio en medio de las ocupaciones de tierras y la migración, en los años en que los distritos de Lima Norte comenzaban a formalizarse. Pero quizás lo que más marcó a esta área fue el Conflicto Armado Interno, sobre todo la infiltración de Sendero Luminoso y la participación de la dirigencia vecinal para construir alternativas a la violencia a la que se hallaba sometido el país en esos difíciles años. Si hago esta comparación es para establecer específicamente cómo ambas áreas pueden encontrar procesos en común, pues tanto la migración como la violencia política afectaron a toda Lima, aun cuando otros distritos no lo quieran reconocer. Pero estos recuerdos y estos silencios son parte recurrente de la forma en la que construimos nuestra identidad. Existen, por supuesto, otras formas de recrear nuestra identidad e identificar lo que consideramos nuestro patrimonio.
Hace un par de semanas una nota escrita en Somos daba cuenta de cómo esta recuperación del espacio arqueológico y patrimonial había sido realizada por profesores y alumnos en San Juan de Lurigancho (2). Los miembros del plantel Alcides Carrión han venido desarrollando un proyecto para salvaguardar lo que debería ser un área intangible, al albergar la Huaca Fortaleza de Campoy, pero que con el avance de las zonas habitadas ha hecho que esta distancia se acorte o se borre del todo. Así, estos alumnos y profesores decidieron incorporar la huaca a sus labores de conservación, recuperación y recreación de la memoria local. El resultado fue la organización de un Inti Raymi en la huaca. No solo eso: los colegiales del Alcides Carrión han creado un circuito turístico que les permitirá ofrecer la huaca como una atracción a visitantes, que en un futuro permita conectarla con otros lugares como las lomas de Mangomarca, los geoglifos de Canto Grande y San Jerónimo (Para conocer más detalles del proyecto, aquí).
El que la recuperación de la historia local tenga en los maestros y alumnos a sus principales impulsores es algo que, como historiador, no puede sino llenarme de orgullo. Por mucho tiempo los historiadores hemos creído ser guardianes del pasado y aduaneros del patrimonio, lo cual es completamente falso. Nuestra labor debe ser más bien la de facilitadores entre diversos sectores, como lo han demostrado los autores del libro que tengo el gusto de presentar hoy. Ellos han logrado articular diversos sectores, desde los académicos con antropólogos, historiadores, con otros como editoriales e instituciones públicas y de gobierno. Esto es importante, ya que en otras ciudades, por ejemplo Caracas, se nota cómo hay una distancia entre la juventud y el conocimiento de su espacio urbano, ya que las nuevas generaciones han manifestado un abierto desinterés en explorar su centro histórico, como si eso les diera una sensación de seguridad, en medio de una abierta y creciente politización bajo el régimen chavista (3).
A manera de sugerencia
Aunque estoy seguro que esto ya ha sido conversado entre los creadores del libro, pienso que, en primer lugar, se podría extender la historia del distrito hasta nuestros días. Y la ventaja que tenemos quienes nos interesamos por periodos más cercanos es que contamos con una herramienta con la que no cuentan los colegas historiadores que tratan con los muertos del siglo XIX para atrás por medio de documentos: la historia oral. Lo cual me lleva a mi segundo punto: abrir un grupo de trabajo que recopile los testimonios de los pobladores más antiguos de este distrito, para que así se conozca mejor y de fuente directa, cómo se produjo la creación de la localidad en los años anteriores. Finalmente, mi tercera sugerencia está relacionada con la difusión de este tipo de trabajos. No estaría demás pensar en subir parte del material al internet, incluyendo los futuros testimonios que se puedan recopilar. Esto permitiría que muchas otras personas estén al tanto del esfuerzo aquí desplegado y puedan acceder a ellos de manera directa. Y también le otorgaría una posible nueva dimensión al proyecto, ya que podría alentar a que quienes tienen documentos, fotografías o videos de la historia reciente del distrito, las suban a internet para compartirlas. En este sentido, esto solo prolongaría el sentido de comunidad que los autores del libro han querido impulsar con el libro que hoy comentamos.
Sería una pena que un esfuerzo como este que han emprendido el grupo responsable de este magnífico libro quede truncado, así que estoy seguro que otros sectores, especialmente el gobierno local y el Ministerio de Educación (así como el nuevo Ministerio de Cultura) van a seguir manteniendo su apoyo o incluso incrementarlo, para que proyectos así sean parte de una misma comunidad, en la que este pasado sirva como plataforma común para un proyecto a futuro, donde los esfuerzos de las autoridades y la población se confundan en uno solo. Historias como estas permiten entender de qué manera el Perú es una amalgama de culturas y sociedades, que se han ido construyendo una sobre la otra, aprendiendo a adaptarse y tomar lo que se necesita de cada una de ellas para transmitirla a las demás generaciones. E Independencia es un claro ejemplo de ello: de cómo han podido convivir el pasado milenario con la modernidad, el patrimonio arqueológico con los centros comerciales, los migrantes de primera generación que fundaron el distrito con los más jóvenes que ahora estudian. No me queda sino agradecer por darme el privilegio de estar aquí con ustedes y alentarlos a que sigan profundizando en la historia de su distrito, que es al fin y al cabo la historia de todos los que de algún modo nos consideramos “limeños”.
Notas
(1) Gabriella Chiaramonti. “Andes o nación. La reforma electoral de 1896”. En Antonio Annino. Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. Buenos Aires: FCE, 1995.
(2) Aldo Vela. “Tierra Prometida”. Somos. 1231 (Lima, 10 de julio de 2010), pp. 44-48.
(3) Rodrigo Blanco Calderón. “El centro”. Pro Da Vinci (18 de Julio de 2010)
La imagen proviene de aqui