Uno de los casos más difíciles al momento de escribir es el de Haití, su historia y lo que puede ocurrir en el mediano plazo con esta isla. A veces por comodidad o por tratar de ser “correctamente político”, prefiero situar su situación en el limbo de los países que se encuentran atravesando una situación de inestabilidad temporal antes que ponerle la etiqueta definitiva de “Estado fallido”.
Desde 2004, el mismo año que celebraba su Bicentenario como nación pionera en la obtención de igualdad, un golpe de Estado aceleró la descomposición del frágil sistema político haitiano, del cual no ha podido recuperarse hasta el día de hoy. El terremoto que sufrió la isla en enero de este año hizo más evidentes las fracturas internas de la isla, las mismas que respondían a factores estructurales anteriores incluso a su independencia del territorio francés en 1804. Entonces, la atención del mundo se dirigió hacia la isla para ver cómo podían ayudarla a recuperarse. Asimismo, se generó toda una serie de debates sobre el origen de la inestabilidad haitiana, que pasaron desde análisis de larga duración hasta responsabilizarla por haber practicado el vudú (!!). Al margen de esto, la última semana ha sido crucial en Haití, pues a la intensa campaña electoral se ha sumado la aparición de un brote de cólera. Las condiciones en las que se viene combatiendo la epidemia son completamente adversas: falta de infraestructura y ayuda médica hacen difícil detener el avance de la enfermedad y reducir los casi mil quinientos muertos. Por otro lado, se han registrado una serie de disturbios que tienen como objetivo las tropas de la ONU y la Misión MINUSTAH, al hacerlas responsables por diseminar el cólera. Demás está señalar que esta situación se prolongará más allá de decidir quién gobernará durante el próximo periodo.
Como ya lo mencionamos, la MINUSTAH, o por sus siglas en inglés, United Nations Stabilization Mission in Haiti, creada en 2004 luego de que el Presidente Aristide se viese obligado a huir luego de un golpe militar, es uno de los actores decisivos de esta coyuntura. La dificultad por llevar a cabo su misión en crear instituciones sólidas y llevar estabilidad al país obligó a la Misión a quedarse por más tiempo del esperado. Su presencia se hizo más necesaria sobre todo después del terremoto que asoló el país el pasado enero, y en el que perecieron casi cien cascos azules. Esta prolongada presencia ha llevado a que durante las protestas se escucharan protestas contra la Misión al percibirla como una fuerza de ocupación antes que de ayuda. Por su parte, el responsable de la Misión, ha declarado que se trataría de ataques raciales antes que motivaciones reales.
Por otro lado, las elecciones que se van a llevar a cabo mañana domingo, con cerca de 20 candidatos, pueden polarizar más el débil tejido político y crear posibles caudillos al no conseguir una posición ventajosa en el Parlamento. Definitivamente, un contexto de lenta reconstrucción y descontento social no es el mejor escenario, pero al parecer, la puesta en marcha de los comicios es un esfuerzo por mantenerse en el carril de la democracia y no dejar que el país fracase como proyecto.
Uno de los mejores reportajes sobre la coyuntura actual en la isla es el que Marc Hujer y Samiha Shafy publicaron hace unos días en Der Spiegel, y que va traducido a continuación.
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