Manifiesto por la Historia

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Bajo el título de Manifiesto por la Historia (Madrid: Alianza, 2016), acaba de aparecer la tan ansiada traducción de The History Manifesto, publicado en 2014 por los historiadores Jo Guldi & David Armitage. El libro era peculiar por muchas razones, y desde el título mismo, buscó un perfil de polémica que los libros académicos suelen esquivar. Desde ya hace un buen tiempo que los textos académicos, especialmente los de Historia, no adoptaban el perfil provocador propio de un manifiesto. No han faltado los debates, como tampoco los libros con una visión tras de sí, pero sin una posición que pudiese ser asumida como un compromiso.

En sus casi trescientas páginas, el Manifiesto busca llamar la atención sobre el problema del análisis del corto plazo a la vez que invoca a los investigadores a retomar una mirada más amplia, de modo que permita una contribución más efectiva a los problemas actuales, que no son pocos y van desde la inmigración hasta el cambio climático. Los autores hacen un repaso por cómo los paradigmas de largo y corto plazo determinaron las agendas académicas y políticas de los investigadores, estableciendo relaciones poco conocidas y muy sugerentes entre los perfiles personales de historiadores de las últimas décadas y la orientación de sus proyectos para solucionar problemas sociales concretos.

La versión en español ha sido publicada por Alianza Editorial, la cual reanuda la difusión de textos historiográficos clásicos como lo había hecho con La Historia y las Ciencias Sociales, de Fernand Braudel. El formato en español es más pequeño que el original en inglés, pero su tamaño permite llevarlo en el bolsilo. Aunque se extrañan las portadas que diseñaba Daniel Gil y que hicieron de Alianza su sello distintivo, la del Manifiesto es efectiva. Ahora que ya se encuentra traducida es de esperar que pueda ser leída más ampliamente y que los debates se extiendan en torno a las propuestas lanzadas por Guldi & Armitage. Se espera que el libro aparezca traducido próximamente al chino, italiano, japonés, coreano, ruso y turco.

Para animarlos a leer el libro, ya sea en inglés o español, hemos traducido un fragmento de la Introducción.

 

Manifiesto por la Historia
Jo Guldi & David Artimage

Introducción [Fragmento]
La Hoguera de las Humanidades

Un fantasma recorre nuestro tiempo: el fantasma del corto plazo. Vivimos en un momento de crisis acelerada, que se caracteriza por la ausencia de la reflexión a largo plazo. Incluso ahora que la elevación del nivel del mar amenaza a las comunidades situadas en la región costera, las ciudades acumulan cantidades impresionantes de desechos y las acciones del hombre envenenan los océanos, el suelo y el agua del subsuelo para futuras generaciones. Enfrentamos una creciente desigualdad económica al interior de las naciones aún cuando las desigualdades entre países disminuyen mientras las jerarquías internacionales experimentan un retorno a condiciones no vistas desde fines del siglo XVIII, cuando China dominaba la economía global. ¿Dónde, nos podríamos preguntar, está la seguridad, dónde la libertad? ¿A qué lugar nuestros hijos llamarán hogar? No existe una oficina del largo plazo a la cual usted pueda llamar para que le digan quien, si acaso existe alguien, está preparado para responder a estos cambios. En lugar de ello, cada aspecto de la vida humana está diseñado y juzgado, empaquetado y preparado, en escalas de tiempo de unos cuantos meses o años. Puede parecer que no vale la pena plantearse preguntas sobre el largo plazo.

En la era de la campaña permanente, los políticos hacen planes solo teniendo a la vista la próxima elección. Ellos invocan a niños y nietos en sus discursos, pero son los ciclos electorales de dos a siete años los que determinan qué temas se imponen. El resultado en menos recursos para estructuras endebles o escuelas y más para cualquier iniciativa que prometa trabajos inmediatos. El mismo horizonte corto gobierna la forma en la que los directorios empresariales organizan sus futuros. Los ciclos trimestrales obligan a que sus ejecutivos tengan que mostrar algun beneficio de manera permanente. {1} Las inversiones em recursos humanos a largo plazo desaparecen de la hoja de balance, y luego son eliminadas. Instituciones internacionales, entes humanitarios y organizaciones no gubernamentales (ONGs) deben seguir la misma lógica y adaptar sus programas anuales o a lo más trianuales. Nadie, al parecer, ya sea burócrata o miembro de algún directorio, votante o beneficiario de ayuda internacional, puede escapar a la amenaza del presentismo y del cortoplacismo.

Hay quienes nadan contra la corriente, por supuesto. En 1998, el cyber-utópico californiano Stewart Brand creó la Long New Foundation para promover la conciencia de largos espacios de tiempo. “La civilización se está acelerando en sí misma en un lapso de atención patológicamente corto”, escribió. “Se requiere alguna forma de balance correctivo a este cortoplacismo, algún mecanismo o mito que promueva la larga visión y la toma de responsabilidades a largo plazo, donde ‘la larga duración’ sea medido al menos en siglos. La solución carismática de Brand al problema del cortoplacismo es el Reloj del Largo Ahora (Clock of the Long Now), un mecanismo operado en un lapso computacional diseñado precisamente para mediar el tiempo en siglos, incluso en milenios. {2}

Pero la ausencia de una perspectiva de largo plazo se mantiene en nuestra cultura. La enfermedad incluso tiene un nombre: “cortoplacismo”. El cortoplacismo tiene muchos segudiores pero pocos defensores. Está tan arraigado en nuestras instituciones que se ha convertido en un hábito, frecuentemente seguido pero rara vez justificado, muchas veces criticado pero no siempre diagnosticado. Solo se le dio nombre, al menos en inglés, en la década de 1980, luego de lo cual su uso se disparó de manera significativa (véase Imagen 1). El diagnóstico mas ambicioso del cortoplacismo hasta la fecha proviene de la Oxford Martin Commission for Future Generations. En octubre de 2013, un panel encabezado por Pascal Lamy, antiguo Director General de la World Trade Organization (WTO), publicó su informe, Now for the Long Term, “centrándose en el creciente cortoplacismo de la política moderna y nuestra imposibilidad colectiva para romper la malla que suprime los intentos para enfrentar los grandes retos que determinarán nuestro futuro”. Pese a que el tono del informe era difícilmente optimista, su dirección apuntaba hacia el futuro. Su lema bien podrían haber sido las palabras que eran citadas en su “Introducción” y eran atribuidas al ex-Premier francés Pierre Mèndes: gouverner, c’est prevoir – to govern is to foresee. {3}

Imaginar la larga duración como una alternativa al corto plazo puede que no sea tan difícil, pero poner el largo-placismo en práctica puede ser un poco más difícil de conseguir. Cuando las instituciones o los individuos desean aproximarse al futuro, existe una carencia de conocimiento sobre cómo llevar a cabo esta tarea. En lugar de hechos, acudimos de modo casi por inercia a las teorías. Se nos ha dicho, por ejemplo, que hay un fin de la historia y que el mundo es caliente, plano y sobrepoblado. {4} Hemos leído que todos los eventos humanos pueden ser reducidos a modelos que derivan de la física, traducidos por la economía o la ciencia política, o explicados por una teoría de la evolución que voltea la mirada hacia nuestros ancestros cazadores-recolectores. Las editoriales aplican modelos económicos a luchadores de sumo y antropología paleolítica a las citas románticas. {5} Estas lecciones se repiten en las noticias, y quienes las proponen son elevados al rango de intelectuales públicos. Sus reglas parecen apuntar a palancas inmutables que gobiernan nuestro mundo. Pero hacen poco por explicar la cambiante jerarquía de las economías o los cambios en las identidades de género y las reconfiguraciones de la banca de las que hemos sido testigos directos. Solo en algunas conversaciones alguien parece notar que hay cambios de larga duración flotando alrededor nuestro, que son relevantes y posibles de observar. El mundo alrededor nuestro es claramente un mundo de cambios, que no puede reducirse a modelos. ¿Quién está entrenado para XXXXX y traducir a los demás estas vibraciones de un tiempo más profundo?

Incluso quienes se han asignado a sí mismos la tarea de inspeccionar el futuro solo miran de manera breve el pasado. El Reloj del Largo Ahora de Stewart Stewart Brand apunta 10 mil años hacia el futuro pero apenas mira unos siglos atrás. La Comisión Martin buscó evidencias de varias “megatendencias” -entre ellas, crecimiento demográfico, variaciones en patrones de migración, empleo, desigualdad, sostenibilidad y programas de salud- pero no incluyó historiadores que les pudiesen decir cuáles de estas tendencias habían cambiado en el transcurso de una vida humana, o en un plazo de siglos y milenios. De hecho, pocos ejemplos de la Comisión citadas en el Ahora por el Largo Plazo provenían de antes de 1940. Mucha de la evidencia de este auto-proclamado futurólogo venía de los últimos treinta años, aun cuando la sección más importante del informe se titulaba “Mirando atrás para mirar hacia adelante”. Esta miopía histórica es un síntoma del mismo corto-placismo que están tratando de superar.

En realidad, el mundo que nos rodea está hambriento por planteamientos de larga duración. En los departamentos de Ciencia Política como en las sobremesas, los ciudadanos alrededor del mundo se quejan del estancamiento político y de las limitaciones de los sistemas bipartidistas. Una ausencia de alternativas serias al capitalismo del laissez-faire es la característica central de la forma en que se gobierna el mundo, desde el Banco Mundial hasta la Organización Mundial de Comercio. Circulante, naciones y los niveles del mar caen y se elevan. Incluso aquellas profesiones en economías desarrolladas que garantizaban los trabajos más seguros no son estables. ¿Qué tipo de educación es capaz de formar a los individuos para una experiencia tan volátil a lo largo de una vida? ¿Cómo así una persona joven aprenderá no solo a escuchar y comunicarse sino a juzgar a instituciones, determinar qué tecnologías tienen futuros y cuáles están condenadas a fracasar, a pensar de manera fluida sobre el Estado y el mercado y las conexiones entre ambas? ¿Y cómo podrán hacerlo con la mirada hacia donde provenimos y hacia dónde vamos?

Pensar sobre el pasado para ver el futuro no es en realidad tan difícil. Varios de nosotros nos hemos percatado de los cambios al interior de la familia, mientras observamos las tensiones entre una generación y la siguiente. Incluso en este ambiente familiar, nosotros miramos atrás para ver el futuro. Nimble gente, sean activistas o emprendedores, depende de igual forma de un instinto de percepción de cambio del pasado al futuro mientras navegan en sus actividades cotidianas. Percatarse de un cambio significativo en la economía antes que alguien más puede resultar en la creación de fortunas, como ocurre con quienes especulan en los bienes raíces que notan cómo los ricos se mudan a un antiguo ghetto antes que otros. Percibir un cambio en la política, como una acumulación de poder sin precedentes por parte de las corporación y el rechazo de una legislación previa, es lo que precipitó un movimiento como Occupy Wall Street. Sea cual sea nuestra edad o seguridad de percibir un ingreso, todos estamos dentro del negocio de darle sentido a un mundo cambiante. En todos los casos, entender el nexo entre pasado y presente es crucial para tomar acciones sobre lo que viene.

¿Pero quién escribe sobre estos cambios como desarrollos de larga duración? ¿Quién nutre a aquellos que buscan un mejor porvenir con el material de nuestro pasado en común? Siglos y épocas enteras suelen ser misterios muy profundos y amplios para ser cubiertos por los periodistas. Muy de vez en cuando en medio de alguna conversación alguien se percata de que existen continuidades que son importantes y posibles de observar. ¿Quién está entrenado para esperar estas vibraciones de un tiempo profundo y hacérsela llegar a los demás?

Las universidades tienen un llamado especial como espacios para pensar en escalas de tiempo más amplias. Históricamente, las universidades han estado entre las instituciones más duraderas que la sociedad humana haya jamás creado. La Universidad Nalanda en Bihar, India, fue fundada hace 1,500 años como una institución budista y ha sido revivida como un lugar de enseñanza. Los grandes ejemplos europeos de Boloña (1088), París (c. 1150), Oxford (1167), Cambridge (1209), Salamanca (1218), Tolouse (1229) y Heidelberg (1386), por nombrar solo algunas, datan de los siglos XI al XIV, y existieron también universidades desde mediados del siglo XVI en Perú y México décadas antes de Harvard y Yale. Por el contrario, la vida promedio de una corporación en el siglo XX ha sido estimada en 75 años: puede que haya a lo más dos compañías en todo el mundo que puedan ser comparadas con muchas universidades en cuanto a longevidad. {6}

Las universidades, junto con las instituciones religiosas, son portadoras de tradiciones y guardianas de un profundo conocimiento. Ellas deberían ser los centros de innovación donde la investigación debe llevarse a cabo independientemente del lucro o de su aplicación inmediata.{7} Es precisamente este relativo desinterés lo que le da a la universidad un espacio particular para postular preguntas de larga duración utilizando recursos de larga duración. Como lo ha hecho notar el vice-canciller de la universidad más antigua de Oceanía, la Universidad de Sydney (1850), las universidades continúan siendo “el único actor capaz de invertir en investigación e infrastructura de largo plazo… Los negocios por lo general buscan un valor de retorno en un lapso de pocos años. Si las universidad adoptaran un patrón similar, no existirían entidades globalmente capaces de apoyar investigación en un horizonte de tiempo de 20, 30 o 50 años”.{8}

 

The History Manifesto puede descargarse de manera gratuita en inglés desde este enlace.

* Otros enlaces de interés:

Julián Casanova, Los poderes de la Historia (y de los historiadores), El País (19 de setiembre de 2006).

Lynn Hunt, Los desafíos de la globalización. HGoL (julio 2016).

Jo Guldi & David Armitage, Historia: la clave para la decodificación de grandes datos. SobreHisteria (7 octubre 2014)

Maria Popova. The History Manifesto: How to Eradicate the Epidemic of Short-Termism and Harness Our Past in Creating a Flourishing Future. Brain Pickings (16 octubre 2014)

 

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.