* Why the world has to study Chinese history, and how China views history, apareció originalmente en South China Morning Post (8 de agosto de 2017). Queremos agradecer al profesor Lehmann por habernos permitido traducir su ensayo.
Lejos de acomodarse en un “nuevo orden mundial”, el siglo XXI ha estado más bien marcado por una serie de turbulencias e incertidumbres. Hay, en realidad, muy pocas cosas en las que el consenso haya sido alcanzado, incluso en los temas más importantes. Por ejemplo, ¿ocurrirá una guerra o no? De ser así, ¿entre quiénes? Existe, sin embargo, algo que parece estar fuera de discusión: en un marcado contraste con los siglos XIX y XX, cuando China era un actor pasivo ubicado en la periferia de los asuntos mundiales, en el siglo XXI su rol es y será absolutamente primordial. Este punto no requiere mayor elaboración. En qué consistirá dicho rol, o roles, es un asunto completamente distinto.
En un contexto así, es desalentador e incluso alarmante observar cuán ignorante es Occidente sobre China y, desde donde puedo ver, intenta seguir siéndolo. Aquí algunas anécdotas seleccionadas al azar para ilustrar este punto.
Suelo volar regularmente al año entre China y Europa. Lo hago en clase ejecutiva y los pasajeros en dicha área son inequívocamente hombres blancos ejecutivos de mediana edad. También de manera inequívoca, la mayoría de estos hombres blancos viajeros, cuando no están durmiendo, ocupan su tiempo viendo videos tontos o películas escapistas antes que leer libros sobre filosofía china, Confucianismo, historia china, literatura china o incluso leer sobre la economía y los negocios chinos.
Los efectos dañinos de esta adicción a los videos y la aparente alergia al conocimientos son evidentes. En los cursos que doy sobre educación a ejecutivos, suelo comienza con un examen, donde pregunto sobre temas básicos sobre China. Los resultados siempre son pobres. Y, como lo mencionaba, se trata de temas básicos.
No hace mucho, dos ejecutivos británicos que estuvieron en China admitieron que nunca habían escuchado sobre las Guerras del Opio. En una sesión preparatoria el pasado mes de enero para un centenar de ejecutivos que iban a viajar a China –algunos de ellos por vez primera–, me concentré en esta pregunta: Para saber hacia dónde se dirige China, ¿de dónde proviene? Repasamos el confucianismo, incluyendo su impacto en los filósofos europeos de la Ilustración, como Immanuel Kant; la visión tradicional china sobre su lugar en el mundo; los viajes de Zheng He y su importancia; y abordamos temas más contemporáneos, como la posición de Taiwán. Debido a que era una sesión de solo cuatro horas, era imposible abordar con profundidad cada uno de estos temas, pero durante la presentación, compartí varias referencias para quien deseara saber más sobre los mismos, incluyendo novelas chinas.
Y entonces comenzaron las quejas. Dijeron que no había dedicado tiempo suficiente a “temas contemporáneos relevantes”. Uno de ellos escribió: “¿Por qué nos habla de todos esos libros sabiendo que el 90% de nosotros jamás los vamos a leer?”.
Cuando di aquella presentación, no había leído aún el estupendo libro de Howard French, Everything Under the Heavens: How the Past Helps Shape China’s Push for Global Power. French enfatiza un punto importante sobre que, en la actualidad, no solo debemos tener conocimiento de la historia china sino cómo China entiende la historia. En los últimos dos siglos, la que ha dominado es la visión occidental de la historia. Una visión es, en sí misma, parcial y selectiva. A medida en que estamos entrando en una era en la cual China comienza a emerger, es importante comprender lo que señala French.
En mis clases de MBA, que combinan estudiantes chinos y occidentales, siempre descubro que mis estudiantes chinos están más familiarizados con la Doctrina Monroe de lo que lo están mis estudiantes formados en Occidente. ¿Por qué? La Doctrina Monroe no tuvo nada que ver con China. Un libro que suelo recomendar –al 10% que muestra interés– es el de Geoff Dyer, The Contest of the Century: The New Era of Competition with China, en el cual se aborda este tema. Esto no se trata, me apresuro a señalar, de quién tiene la visión “correcta” o “equivocada” de la historia, pero es importante para una discusión apropiada que permita conocer cuáles son estas visions.
A mediados de los años 60s, me encontraba viajando alrededor de Asia del este. Eran los años del milagro económico japonés luego de la guerra (las Olimpiadas de Tokio tuvieron lugar en 1964). Me intrigaba por qué Japón era el único páis no occidental que se había modernizado e industrializado de manera exitosa en el siglo XIX. De modo que fui a Oxford y escribí mi tesis doctoral sobre las transformaciones del periodo Meiji (1868-1912), del cual saldría mi libro: The Roots of Modern Japan.
Japón había sido un país cerrado en sí mismo durante dos siglos. Cuando la amenaza occidental apareció en las costas de la isla a mediados del siglo XIX, las políticas planteadas por los xenófobos sugerían que se “expulsara a los bárbaros” mientras los más progresistas sostenían que, por el contrario, en nombre de la supervivencia, Japón debía abrirse al mundo y aprender de Occidente, como una estrategia indispensable para fortalecer el país. Así, entre 1871 y 1873 tuvo lugar una de las experiencias internacionales de aprendizaje más impresionantes jamás vista, en lo que se conoce como la Misión Iwakura, nombrada así por el líder de la expedición, Iwakura Tomomi.
La narrativa Meiji es verdaderamente asombrosa y permanece de gran interés hasta el día de hoy. Es un ejemplo muy claro de la cita atribuida a Charles Darwin sobre “no son necesariamente las especies más fuertes las que sobreviven sino aquellas que saben adaptarse al cambio”. En el proceso de aprendizaje de Occidente, con el fin de consolidarse en lo militar y económico, Japón se vio también enriquecido culturamente, por ejemplo, con la presencia de artistas como Kuroda Seiki y novelistas como Natsume Sôseki (los actuales infortunios que aquejan a Japón podrían ser atribuidos a su alejamiento del “espíritu Meiji” y su posterior ensimismamiento).
De modo que poseer una comprensión profunda de China puede traer beneficios materiales. Un estudio del Brookings Institution estima que 88% del próximo billón de personas de clase media vivirán en la región Asia-Pacífico. Aprender sobre la filosofía, historia, música, pintura, caligrafía y literature china traerá un enriquecimiento cultural.
Honk Kong, en mi opinión, podría hacer más en su rol de centro global de la cultura china.
Por supuesto, no estoy sugiriendo que uno deba aprender sobre China y dejar de lado a otras sociedades. Aprender sobre la India y comprender cómo los indios entienden el mundo, lo mismo que sobre los indonesios, vietnamitas, árabes, nigerianos, peruanos y otros, es enriquecedor y fascinante. Pero China es un tema estratégicamente global y una prioridad a nivel educativo.