Cómo la historia imperial influye en el presente, por Charlotte L. Riley

Esta entrevista apareció publicada originalmente como How a history of conquest shapes the present en New Humanist (3 de julio de 2017). Agradecemos a los editores de New Humanist y a la autora de la entrevista por permitirnos publicar la traducción en español en exclusiva para Historia Global Online.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de “imperio”? Utilizamos las narrativas del imperialismo para describir cualquier elemento de la política externa de Estados Unidos y Gran Bretaña en Medio Oriente o la rápida expansión de McDonalds y Coca-Cola. Pero nos sentimos menos cómodos con discusiones que se centran en las herencias reales del imperialismo y delinear una hoja de balance de privilegio y opresión. Los imperios europeos conquistaron gran parte del planeta hacia el fin del siglo XIX, y las relaciones que establecieron continúan moldeando nuestro mundo hoy en día. En Inglaterra, al menos, hay una reacción instintiva de vergüenza al abordar el tema del imperio. La televisión suele presentar dramas donde se alaban la cultura y la sociedad del imperialismo –la reciente serie de Canal Cuatro, Indian Summer, se inserta en una larga línea de ficciones sobre los imperialistas y sus luchas– más que documentales donde se explora la brutalidad imperial en India, Kenya o Jamaica. Los británicos –o al menos la clase media blanca– parecen reacios a lidiar con la idea de que el imperio pueda ser un relato marcado por lo sanguinario antes que por la fraternidad.

Se ha vuelto un lugar común asociar esto a una forma de “nostalgia imperial”. Hubo ciertamente un momento cuando la cultura pop británica pareció enraizada de manera acrítica en lo vintage –lápiz labial rojo y barbas, bunting y gin and tonics servidos en tazas de té– con una estética posiblemente culminando en celebraciones callejeras por el matrimonio de Will y Kate en 2011. Seis años después, esto parece desarrollarse en un duro giro cultural. El voto para abandonar la Unión Europea fue planteado por varios como una manera de “regresar” a algún momento del mítico poder inglés. La paradoja de la pequeña intrépida Bretaña, irguiéndose contra la burocrática y monolítica Europa, pero apoyada por una vasta red imperial (ahora reformulada como un Commonwealth de iguales), penetra en la política, los medios y la cultura.

¿Qué queda fuera de este relato? ¿Podría una mejor comprensión del pasado ayudarnos a tomar mejores decisiones en el presente? Para explorar estos temas, conversé con Gurminder K. Bhambra, socióloga de la Universidad de Warwick, cuyo trabajo analiza cómo las voces de los colonizados y sus descendientes han sido silenciados de las narrativas oficiales. Me interesaba ver cómo esta perspectiva se vinculaba con mi propio trabajo como historiadora, y deseaba entender cómo la presencia del imperio en la política británica –o su omisión forzada– influye en nuestra experiencia en la actualidad.

Charlotte L. Riley

 

Charlotte L. Riley: Al parecer, en los últimos años ha habido un intento en Gran Bretaña por hablar más sobre el imperio, pero la conversación es aún fragmentada. De un lado, tienes ciertas narrativas, como las del historiador Niall Ferguson y las de películas y dramas de televisión, que buscan contar una historia positiva, mientras de otro lado existen campañas para “decolonizar” los currículos universitarios, o retirar monumentos del imperialismo victoriano como el de Cecil Rhodes. Y dichos esfuerzos por desafiar a la narrativa dominante suelen generar una respuesta hostil. ¿Qué está ocurriendo aquí?

Gurminder K. Bhambra: Creo que Europa es la única parte del mundo que no ha sido realmente descolonizada. Los lugares donde la descolonización ha tenido lugar han atravesado un proceso de comprensión de dicha historia colonial, pero Europa no ha confrontado su pasado colonial, por lo que continúa aun repitiendo patrones específicos, sin percatarse que este pasado no forma parte de su presente. El Brexit es absolutamente un símbolo de aquello.

CR: ¿De modo que el fin del imperio no necesariamente trae consigo un ajuste de cuentas o una comprensión del pasado imperial?

GB: No, y creo que la política europea es responsable en parte por esto: el periodo de descolonización, a mediados del siglo XX, se mezcla con el periodo en el cual Gran Bretaña está en negociaciones para entrar en Europa. Por lo que formar parte de una nueva federación trasnacional ayuda a mitigar, de alguna forma, la pérdida de las colonias. Gran Bretaña nunca ha dejado de verse a sí mismas como un poder global, porque en ese momento consiguió un status global al ser parte de esta vasta federación. De modo que lo que creo viene ocurriendo ahora es que este proceso es la última fase de un pasado imperial, y al tener que confrontarlo significará que no es parte de Europa y por lo tanto no es un poder global.

CR: La idea de Gran Bretaña utilizando a Europa para evitar confrontar su pasado imperial es muy interesante, porque al mismo tiempo coloca a Gran Bretaña contra otras metrópolis imperiales: ¿ocurrió lo mismo con Francia, Holanda y Bélgica? ¿También fallaron en reconocer su pasado imperial en un modo similar al británico?

GB: Cuando se estableció la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1957, Francia negoció un trato especial para sus coloniales, el cual les daba acceso privilegiado a Europa. Y debido a que la CEE se estableció antes del proceso de descolonización en África, mantuvo una relación jerárquica a través de diversos tratados. Colegas como Peo Hansen y Stefan Jonnson han estudiado esto, como en su libro Eurafrica (Bloomsbory, 2014), por ejemplo. Si la descolonización de África hubiese ocurrido antes de la unidad europea, entonces tendríamos un orden global distinto hoy en día.

CR: En los años 1940s, la idea inicial británica de cómo Europa podría funcionar luego de la Segunda Guerra Mundial era precisamente la idea de “Euráfrica” como una tercera vía entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, lo cual en cierto modo era una visión modernizante y de avanzada, aún cuando estuviese sostenida en un contexto colonial. Ahora bien, existe la idea de que Gran Bretaña regresaría a cierto tipo de Commonwealth comercial, pero la Commonwealth imaginada siempre era una de asentamiento blanco.

BG: Es CANZUK: Canadá, Australia, Nueva Zelandia y Reino Unido.

CR: ¡Sí¡ El MEP Daniel Hannan, uno de los principales arquitectos para dejar la Unión Europea, tiene como imagen de cabecera en su Twitter una foto que parodia el CANZUK, con una hoja de arce canadiense y las banderas de Nueva Zelandia y Australia combinadas con la de Union Jack. Es una referencia explícita a un Commonwealth blanco en el futuro de Gran Bretaña. El Brexit es obviamente una forma en que esta preocupación con el pasado imperial ha sido actualizado, y me pregunto cuán lejos crees que el Brexit representa un tipo de nostalgia imperial.

GB: Creo que ha jugado una parte al interior de la retórica en vísperas del referéndum. Hubo esta extraña yuxtaposición de dos ideas en sí contradictorias. De un lado, un discurso visceral anti-inmigrante, anti-Unión Europea y contra los ciudadanos británicos de color. No era únicamente acerca de los inmigrantes o de la Unión Europea, era sobre los ciudadanos británicos que no se “veían” bien de acuerdo a quienes elaboraban dichos argumentos. Al mismo tiempo, circuló la idea de que abandonar la Unión Europea nos permitiría retomar nuestros antiguos vínculos de la Commonwealth, con los seguidores del Brexit señalando que era injusto que ciudadanos de la Unión Europea pudiesen venir a Gran Bretaña sin tener ningún vínculo con el país pero que los abuelos o familiares de ciudadanos británicos del Commonwealth no pudiesen hacer lo mismo. Lo que la gente parecía no entender es que mientras Gran Bretaña se encontraba negociando su incorporación a Europa en los años 1970, usó el argumento que entrando a la CEE permitiría detener la migración del Commonwealth, y parece que ahora estuviésemos abandonando la Unión Europea para permitir la migración del Commonwealth. Estas contradicciones no se sostienen.

CR: La idea de nostalgia alimenta la discusión sobre el lugar del Reino Unido en el mundo. Hay un doble sentimiento de ansiedad y malestar entre muchos ciudadanos respecto al argumento de que el imperio era algo malo. Hay cierta percepción de que Gran Bretaña no solo debe reclamar su “grandeza” –que aparentemente incluye no tener un pasaporte de cubierta rosada y otro tipo de cosas por el estilo– sino que Gran Bretaña debería ser capaz de celebrar aspectos de su pasado que muchos consideran no apropiados de festejar.

GB: Ahí es donde uno puede observar cómo las contradicciones de la retórica se reflejan en lo que ocurre en Estados Unidos, donde destaca la narrativa sobre ser “grande de nuevo”. Este argumento sobre “volver”, ¿a dónde? ¿antes de los Derechos Civiles, donde existió una segregación de manera legal? ¿a quién apela esta narrativa? Ciertamente no al amplio grupo de personas que fueron tratados como ciudadanos de segunda clase en ese entonces. No es neutral. Incluso la “nostalgia imperial” pareciera ser una idea inofensiva, pero si pensamos en lo que el imperio fue en realidad, y cómo permitió que algunos vivieran mejor que otros –aun aceptando las enormes diferencias entre sociedades en ambos lugares–, ello no borra el hecho que en algunos sitios hubo hambrunas que mataron cerca de 20 millones de personas, y que en otros lugares no las hubo.

CR: Es también interesante notar que esta nostalgia aparentemente imagina un momento de la historia donde Gran Bretaña no era una sociedad multicultural. En realidad, tendríamos que ir siglos atrás para encontrar un momento en que Gran Bretaña no era multirracial. Los años 1950, por ejemplo, fue una década de migración masiva en todo el mundo, construida en 200 años de migración imperial, y en un legado mucho más extenso de personas viajando a Gran Bretaña provenientes de Europa y otras partes. De modo que esta idea imaginada de Gran Bretaña creada a través de la nostalgia imperial es obstinadamente ignorante, como lo es el eliminar las experiencias personales de aquellos que no pertenecen a la élite blanca masculina. Una de las cosas que realmente llamó mi atención cuando pensaba en este tema fueron las recientes encuestas de YouGov acerca del imperio y la memoria imperial. En enero de 2016 YouGov lanzó una encuesta que sugería que el 43% de las personas en Gran Bretaña pensaban que el imperio era “algo bueno”, y un 44% pensaba que Gran Bretaña debía estar orgullosa de su imperio. En la misma encuesta, 59% pensaba que la estatua de Cecil Rhodes en la Universidad de Oxford debía permanecer en su sitio. Es una encuesta interesante porque aborda temas sobre el imperio de manera general y específica. La reacción de los encuestados al tema de la estatua de Rhodes como un rezago imperial está vinculado directamente a lo que entienden por el imperio.

GB: También depende de lo que conoces sobre lo que hizo Rhodes. En cierto punto, cuando confrontas tu historia como nación, ¿a quién valoras? ¿a quién decides que ya no te representa? Si, en la actualidad, seguimos pensando que nos representan aquellos que masacran a otras personas, que explotaron los recursos naturales en otros lugares, que participaron en procesos de apropiación (que en realidad es un término amable para robo), y que nuestra riqueza está basada en dichos procesos, ¿qué dice eso sobre quiénes pensamos que somos?

CR: Pensar sobre las estatuas de Rhodes, así como otras conmemoraciones imperiales –Southampton tiene una estatua del General Gordon, y los estudiantes de la Universidad de Bristol han hecho una campaña para cambiar el nombre de los edificios en honor del comerciante de esclavos Edward Colston– nos lleva a preguntarnos cómo se relacionan estos hechos con nuestra comprensión de la historia. Uno de los argumentos en contra de retirar dichos monumentos es que ello llevaría a “borrar” nuestro pasado, o a encubrir la historia de Gran Bretaña.

BG: Podemos observar cómo otras naciones con pasados conflictivos han tenido que lidiar con elementos polémicos de sus historias. No creo que nadie en Alemania sea capaz de evadir el periodo del nacional-socialismo, a pesar que han retirado todos las estatuas e insignias nazis. No me queda del todo claro por qué las estatuas son necesarias para confrontar esta historia. De hecho, tener estas estatuas ha llevado a pasar por alto el pasado; es solo cuando quienes iniciaron la campaña sostuvieron que estas estatuas debían ser retiradas o puestas en sus contextos históricos respectivos que se generó el debate. Más gente sabe hoy sobre Rhodes, como consecuencia de los argumentos planteados por estudiantes que promovían la campaña Rhodes Debe Caer (Rhodes Must Fall) en la Universidad de Oxford, de quienes sabían sobre él antes. Cuando algunos dicen que hay un cierto grado de censura en esto, esto me molesta, porque los estudiantes no buscan cerrar el debate sino interrogar sobre la naturaleza del pasado británico.

CR: La forma en que Alemania confrontó la historia del nacional-socialismo es interesante porque siento que en determinados círculos una comparación entre el imperio británico y el nazismo podría parecer controvertido. Muchos de quienes defienden la estatua de Rhodes estarían horrorizados de ser comparados con quienes buscan preservar una estatua de Hitler en el centro de Berlín. Y creo que ello apunta a cómo Gran Bretaña imagina su propio pasado en un contexto más amplio, y qué comparaciones son vistas como legítimas. ¿Qué otras historias deberíamos traer a esta conversación?

GB: Cuando hablamos sobre los imperios, solemos no hablar sobre colonialismo. Hay una forma en la cual nos referimos a los imperios como estados que ya existen, sin que necesariamente hablemos sobre los procesos que hacen que los imperios aparezcan. Los imperios aparecen a través de genocidios, los asentamientos de Canadá y Australia descansan sobre el genocidio de poblaciones indígenas. Los imperios también se han construido sobre el despojo de tierras, y la apropiación de recursos de dichas áreas: la riqueza fluye de las colonias a la metrópoli y es utilizada para financiar proyectos imperiales.

Hacia el siglo XIX, cerca del 50% de los ingresos del gobierno británico provenían de la mano de obra y los recursos de las colonias. Las personas de ultramar pagaban impuestos al gobierno británico que a su vez eran usados para financiar la economía doméstica. Pero hoy en día las fuerzas extractivas del imperialismo son dejadas a un lado.

Cuando pensamos en el presente, y los argumentos que son presentados durante las elecciones –por qué hay personas que están llegando aquí cuando hemos pagado por el sistema de salud y ellos no– bueno, la abrumadora mayoría de refugiados que llegan a Gran Bretaña vienen de antiguas colonias, de modo que sus ancestros “ya pagaron” su cuota a la economía británica. Si tuviésemos que pensar en los procesos que permitieron que Gran Bretaña se convirtiese en un imperio tendríamos necesariamente que reconocer el grado de violencia en que se vio envuelta, y tendríamos que pensar en cómo honrar a aquellos –porque fue una empresa principalmente masculina– que fueron responsables de dirigir estas expediciones y administrar estos procesos.

CR: Las dos cosas que no aparecen en una interpretación popular del imperio británico son la violencia y el dinero. Muchos celebran la habilidad de Gran Bretaña de construir un imperio, con las implicancias de que poseía algún talento innato para explotar áreas “menos desarrolladas”, como hemos visto en las “killer apps” de Niall Ferguson sobre la ética protestante y la revolución industrial. Pero estos argumentos ignoran el hecho que la revolución industrial, que brindó los ferrocarriles y las ametralladoras y los avances médicos que permitieron a Gran Bretaña establecer colonias en África e India, fue financiada por la violencia imperial y el tráfico esclavista. Y existe poco conocimiento de la escala de violencia que hubo en todos los niveles del imperio, desde la violencia estatal a la crueldad individual, las cuales son apenas mencionadas o consideradas como casos excepcionales. Pensar sobre el imperio principalmente en términos de dinero y violencia también evoca el debate por las reparaciones –tanto en Estados Unidos como Europa– y me pregunto qué opinas sobre el tema de las reparaciones por las acciones del imperialismo.

GB: La única manera en que podemos avanzar es trayendo el tema de las reparaciones al centro del argumento. Hay una necesidad por historias con vínculos con las reparaciones, y necesitamos pensar sobre la Historia como disciplina a través de los lentes de las reparaciones; no hay forma en que seamos capaces de escribir una historia de Gran Bretaña sin abordar estas preguntas sobre violencia y apropiación de recursos. Que la historia de las reparaciones conduzca a un proyecto político a favor de estas. Si estamos interesados en temas sobre desigualdad en el presente, tenemos que pensar cómo las desigualdades estás conformadas por estos procesos históricos, nacional e internacionalmente.

CR: Es llamativo que periódicos como el Daily Mail, que no tienen reparos en celebrar la historia imperial británica sean a su vez las voces más fuertes contra el gasto en ayuda humanitaria. Hay coherencia en dicha postura, la de promover el imperio británico a la vez que criticar la ayuda humanitaria. En realidad, el desarrollo internacional y la ayuda humanitaria es una forma para Gran Bretaña de tener una presencia en el mundo, aunque sea un rol distinto en estructuras problemáticas.

GB: No creo que baste con un simple cambio en el lenguaje, pero si fuésemos a reconceptualizar la ayuda humanitaria como “reparaciones”, no daría una relación distinta con dichos otros países. De muchas maneras, hemos naturalizado la idea de pobreza, viendo a los países como “pobres” mientras nosotros somos “ricos”. Si reconociéramos que su pobreza es generada por los mismos procesos que crearon nuestra riqueza, y que el imperialismo, la extracción y la apropiación son procesos históricos que generan la desigualdad, y que seguimos beneficiándonos de estos, podríamos pensar sobre cómo tomar responsabilidad de lo que actualmente disfrutamos. Asimismo, permitiría tomar el tema de la moralidad fuera de la narrativa y reconceptualizarla como justicia.

CR: Con frecuencia las personas perciben la ayuda humanitaria o la desigualdad en el contexto de la caridad.

GB: Lo que hace que sea sobre nosotros, es nuestra benevolencia y no nosotros haciendo lo correcto frente a los errores cometidos en el pasado.

CR: Es interesante cómo aquello representa un giro, porque en los años 1960 políticos como Barbara Castle eran claros en señalar que el desarrollo internacional era una forma de corregir los errores del colonialismo. Pero eso ha cambiado totalmente hoy en día, al punto que, en los años 1990, Claire Scott pudo sostener que el gobierno de [Tony] Blair no tenía relación alguna con el colonialismo y que, puesto que muchos ministros tenían raíces irlandesas, ellos eran en realidad “colonizados, no colonos”.

Algo más que encuentro interesante sobre este tema es cómo los británicos perciben el mundo hoy en día, la percepción de su rol en el mundo y cómo otros lugares deberían ver a Gran Bretaña. En otra encuesta de YouGov, esta vez de 2014, 49% de la población manifestaban que los lugares que habían sido colonizados por Gran Bretaña se encontraban mejor precisamente gracias a la colonización. Parece que hay un sentimiento real de que Gran Bretaña actuó como un agente benevolente en el mundo. ¿Cómo crees que podemos abordar esa creencia?

GB: Una forma podría ser contar la historia de manera adecuada. Los lugares que fueron colonizados –en caso hablemos de África, tendremos que hacer referencia a lugares que sufrieron una doble colonización. Primero las poblaciones fueron secuestradas y convertidas en esclavos, para luego ser obligadas a trabajar en plantaciones. Las áreas fueron diezmadas y los colonizadores europeos procedieron a ocuparlas, dando lugar a una segunda etapa de extracción de recursos naturales. Necesitamos situar nuestra comprensión de estas poblaciones dentro de aquel contexto histórico. Cuando Gran Bretaña intervino en la India, lo hizo como una potencia de segundo orden –la economía india estaba entre las cinco economías más importantes del mundo, y Gran Bretaña utilizó la violencia y la apropiación para dominar la India. La colonización no hizo de la India un mejor lugar; en la actualidad, el país intenta retornar al lugar que tenía antes de ser ocupada por Gran Bretaña hace doscientos años. Por ejemplo, cuando se habla de Gran Bretaña implementando ferrocarriles alrededor del mundo, ello no se hizo en beneficio de otros, sino para transportar materiales y mercancías que beneficiaran al imperio. Si acaso hubo una consecuencia positiva de todo ello, esta fue casual, ¿qué nos hace pensar que otros países no hubiesen podido desarrollar su propia red ferroviaria en algún momento? La industria del algodón en Gran Bretaña es otro ejemplo –central a la Revolución Industrial, pero no es un cultivo que crezca en Europa, menos en Gran Bretaña. La tecnología de cómo teñir y tejer el algodón provino de la India. Todo lo que hizo Gran Bretaña fue mecanizar el proceso. Se necesita un mejor recuento histórico que ponga todos estos temas en una sola narrativa, más que utilizar lentes nacionalistas, lo cual sugiere que los procesos ocurridos en las fronteras no están necesariamente conectados de lo que ocurre en otras partes.

CR: Estoy de acuerdo que necesitamos un mejor proceso educativo, pero conversaciones como esta han venido ocurriendo desde hace ya un buen tiempo. Las percepciones son deformadas además por cierto sentido de jerarquía racial. El entendimiento común sobre el imperio es que Gran Bretaña se movió alrededor del mundo repartiendo civilización a gente salvaje. No muchos saben, por ejemplo, que la economía británica era menos desarrollada que la economía india.

GB: Y está también la idea de Gran Bretaña con su historia de libre comercio, ¿cómo puedes comprender la historia del libre comercio sin considerar al imperio? Por ejemplo, China no deseaba comerciar con Gran Bretaña, de modo que Gran Bretaña impulsó el consumo masivo de opio entre la población china y posteriormente le declaró la guerra para imponer el “libre comercio”. Pero se desconoce, dentro de esta idea de Gran Bretaña como una democracia liberal comprometida con el libre comercio, que el libre comercio puede ser a su vez un proceso violento en sí mismo. No es un proceso neutral de intercambio y relaciones de mercado entre personas de diferentes regiones. Lo más cercano al libre comercio es tener un arma y decir: “Tú me venderás lo que yo deseo, al precio que estoy dispuesto a pagar, o de lo contrario lo tomaré”.

CR: La esclavitud es un caso interesante de estudio dentro de la historia imperial. En 2007, debido al 200 aniversario del fin del comercio esclavista hubo una gran cobertura que celebró el fin de la participación británica en dicho comercio. Ello proyectó la imagen de Gran Bretaña como una fuerza humanitaria y benevolente que corrige los errores de otros imperios, con poco reconocimiento del hecho de que la única razón por la cual Gran Bretaña estaba en posición de acabar con el comercio esclavista era porque en ese momento era su agente más prolífico.

Parece ser que está muy enraizada la creencia de que Gran Bretaña fue mejor que otros imperios, y que el imperio británico no fue tan violento como lo fueron sus contrapartes francesa o belga. Esto se basa en una idea más amplia del excepcionalismo británico, que señala que Gran Bretaña no fue tan militarista como Alemania, o que no tuvo los mismos problemas sociales que Estados Unidos, por señalar algunos casos.

Hemos hablado sobre la historia de las reparaciones y la idea de una nostalgia imperial. Existe cierta percepción entre la población británica de que ellos personalmente no se beneficiaron del imperio. De manera similar a ideas como las del “privilegio blanco”, existe cierta sensación de que la clase trabajadora británica no se benefició del imperio y de que por tanto no debería ser obligada a pedir perdón por el imperialismo o reconocer este hecho.

GB: No tengo el menor interés en que la gente se disculpe solo por disculparse en torno a este hecho. Nadie que esté vivo hoy en día es directamente responsable por aquello o debería sentir culpa por lo ocurrido en el pasado, pero podemos tomar responsabilidad por los procesos históricos que llevaron a que algunos adquieran privilegios mientras otros fueron perjudicados. Hay diferencias visibles en el grado en el cual determinados grupos se beneficiaron directamente del imperio. Pero tiene que haber un reconocimiento directo de, por ejemplo, el hecho de que durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, cuando Bengal se encontraba próxima a sufrir una hambruna, se confiscó el trigo para ser enviado al frente de batalla y alimentar a las tropas británicas. Ello provocó la muerte de tres millones de bengalíes, no porque no hubiese suficiente grano en Bengal sino porque este fue utilizado para sostener a las tropas británicas en otra parte del mundo. Puede que aquellos soldados no hayan estado peleando en las mejores condiciones, pero no perecieron de hambre mientras otros sí lo hicieron. Y esta es una relación que tenemos que confrontar.

CR: Pienso además que se trata de llamar la atención de las personas hacia las estructuras del imperio. Gran Bretaña no deseaba controlar un cuarto de la población mundial porque estuviese desesperada por expandir el cristianismo o porque sintiese que estas personas necesitaban ser incorporadas en la civilización. Esto fue principalmente un proceso económico y político. Y mucha de la nostalgia imperial por el imperio británico, y mucho del eco del imperio en nuestra vida cultural, niega la verdad fundamental sobre cómo el imperio funcionó en realidad.

GB: Si se trató de un amigable concierto de naciones, según cómo lo ven los británicos, ¿por qué entonces los países del Commonwealth no están realizando acuerdos comerciales con Gran Bretaña luego del Brexit? En realidad, están diciendo no.

CR: Esto me recuerdo que, hacia el final del siglo XIX, hubo un proyecto de reimaginar el imperio como una Federación Imperial por parte de los socialistas británicos, la cual estaría basada en fraternidad, igualdad y libre comercio. Esta imagen está presente hoy en día en el lenguaje británico sobre el imperio y el Commonwealth. Pero no es lo que dice todo el mundo.

GB: Efectivamente, porque existen memorias diferentes. Tienen la misma historia, pero recuerdan de modo distinto.

Charlotte L. Rilay es Lecturer en la Universidad de Southampton, donde enseña cursos relacionados con la historia moderna e imperial de Gran Bretaña. Ph.D. por University College of London (UCL), su investigación actual estudia las políticas de ayuda humanitaria y de desarrollo por parte del Partido Laborista británico en el siglo XX. Para conocer más sobre sus proyectos pueden consultar su página web o seguirla en Twitter: @lottelydia

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.