Uno de los mejores trabajos que he tenido ha sido el de ser parte de editoriales vinculadas con la elaboración de textos escolares. De las tres editoriales en las que trabajé, tuve participación directa en la confección de un texto para alumnos de quinto año de secundaria (Cambios 5, Santillana). Se trata de un trabajo arduo, en el que uno siempre está contra el tiempo, debido a que el ritmo editorial es, digámoslo de modo amable, esquizofrénico. Pero, insisto, se trata de un buen ejercicio que los historiadores deberíamos tener en algún momento.
Las ventajas que uno tiene al redactar un texto escolar son múltiples: por ejemplo, uno aprende a sintetizar información, a ir directamente al grano, sin adornar demasiado el texto ni extenderlo casi hasta el infinito. La síntesis es clave aquí. Es cierto que discriminar y reducir información es algo que uno hace, pero en este caso el espacio es más reducido por lo que los malabares para que el texto cuadre en la caja de edición tienen que ser mejor afinados. Otra ventaja es que debes pensar en función de materiales de enseñanza. Es decir, el texto debe ir acompañado por una imagen que lo complemente así como de quizzes o preguntas que permitan medir lo aprendido en dicha Unidad o sección.
Es un trabajo tedioso, por si uno quiere estar advertido. Y en el que, salvo raras excepciones, uno no se va a hacer millonario. Además, uno no siempre tiene carta libre para introducir los cambios que quiere. Básicamente, la sábana de contenidos viene establecida por el ministerio o el ramo respectivo, lo cual puede determinar la orientación del contenido. Al menos en el caso peruano el texto pasa por el filtro del Ministerio de Educación, lo cual ha provocado roces con los editores de textos, como ocurrió hace unos años cuando un texto escolar abordó el tema del Conflicto Armado Interno de una forma peculiar y provocó un pequeño escándalo en la prensa.
Lamentablemente, no tenemos un archivo de textos escolares de la región, lo cual sería muy importante para saber cómo se enseña la Historia en América Latina. Con los recientes cambios y presiones de los gobiernos sobre los textos escolares a nivel mundial, se hace más urgente saber cómo estos se confeccionan y distribuyen.
Esto va a propósito de un reciente post sobre las ‘Bases Curriculares para el área de Historia, Geografía y Ciencias Sociales’ en Chile, donde se hace un análisis de cómo las políticas educativas de gobierno buscan transmitir una imagen determinada del pasado chileno. Este análisis, realizado por Teresa Flórez, brinda un diagnóstico sobre lo que se espera de la educación en el país del sur, especialmente en la Historia. Esto ocurre luego de que se denunciara que los textos contenían avisos publicitarios. Una medida que fue satirizada poco tiempo después y que según algunos daba cuenta de cómo el enfoque tecnocrático ya estaba influyendo en la educación:
Uno de los rasgos más llamativos es el de la forma cómo son representados la elite y los sectores populares. Según el documento, habría un énfasis:
(…) los ‘grandes personajes’, todos ellos parte de la elite gobernante de la época. No se menciona a ningún dirigente social, y los obreros están totalmente ausentes del panorama, pese a la importancia que han tenido en diversos procesos históricos del país. Así se observa, por ejemplo, en esta lista que busca ilustrar lo que se entiende por “hombres y mujeres que hayan sido significativos para la historia de Chile”: “científicos, exploradores y viajeros, escritores, profesionales, artistas, santos [¿?!], fundadores, políticos y deportistas (…)” (p. 93). De los actores cotidianos, nada.
Esto de por sí resulta paradójico puesto que desde los años setenta en América Latina se produjo un viraje hacia el estudio de los sectores populares mientras que las elites eran arrinconadas y puestas en el baúl, cuando no acusadas de ‘traidoras’ hacia el desarrollo del país o de seguir los dictados de las potencias internacionales. Las tres décadas de historia social han contribuido a revertir la imagen de naciones homogéneas y lineales, donde solo los políticos o las personas más prominentes tenían nombre y apellido. Sería reduccionista enumerar los méritos de esta corriente, a la que luego se le sumaría la historia subalterna, aportando un mayor contenido teórico y la posibilidad de hacer comparaciones con áreas que habían atravesado por la experiencia postcolonial, como en África y Asia.
Chile no es el único país donde se busca poner por debajo de la alfombra el aporte de los sectores populares. El que quizás es uno de los textos más avanzados en cuanto a enseñanza de la Historia, Bicentenario 1810-2010. Memorias de un país (2010), editado en Buenos Aires, fue retirado de circulación por motivos políticos e ideológicos, como lo señalé en su oportunidad. El texto es un buen ejemplo de cómo se pueden integrar los contenidos académicos y presentar una historia más matizada, rica e inclusiva.
La disputa por incluir a los sectores populares o no va más allá de lo meramente académico. Su presencia en un texto escolar oficial, frente a los cientos de monografías y estudios que circulan en librerías, constituye una forma de legitimar el rol que estos han tenido y a reconocer los abusos cometidos contra estos. En momentos en que las minorías están comenzando a reclamar sus derechos, la inclusión de la historia de estos significaría poner en evidencia la invisibilidad que han sufrido por parte del Estado así como los intentos de la sociedad por opacar sus demandas. Y dentro del contexto neoliberal de explotación de recursos naturales en áreas donde viven comunidades étnicos, esto sería un despropósito para el discurso oficial. Por ello, es mejor seguirlos manteniendo aislados y alejados de la escena oficial, menos aun de las aulas escolares.
El debate sobre textos escolares se está desarrollando en diversas partes del mundo, como en Gran Bretaña, donde los académicos manifestaron sus posturas sobre cómo renovar la visión que en estos se ofrece. Pero hacen falta más análisis como el realizado en Chile para conocer cuál es la visión de país que tendremos en los siguientes años y a quiénes realmente beneficia.
Bibliografía sugerida. El caso peruano en torno a textos escolars ha sido examinado desde los 80s. Recomiendo dos textos al respecto: uno, el de Patricia Oliart y Gonzalo Portocarrero, El Perú desde la escuela (Lima, 1989) y el artículo de Charles Walker, ‘La nueva historia y la historia de siempre: el impacto de las nuevas corrientes historiográficas en el Perú actual’, en Diálogos con el Perú (2009). Actualización 30/09: Gracias a Paulo Drinot, incluyo aquí el texto de Matthias vom Hau, “Analizando la escuela: nacionalismo y educación en México, la Argentina y Perú”. Pueden leer el artículo aquí
La imagen de la cabecera proviene de aquí.