Parlamento, población andina y racismo en el Perú, 1810-2010

La designación de Hilaria Supa como presidenta de la Comisión de Educación ha despertado una serie de críticas, donde la mayoría de estas ha puesto énfasis en la condición de “analfabeta” de Supa y de cómo esto le va a impedir (aun antes de haber asumido el cargo) desempeñar un correcto desempeño en la tarea que le han encomendado.

De por sí, se trata de un lamentable episodio de discriminación contra una parlamentaria elegida en votación y cuyo origen es andino. Supa ya había sido víctima de un ataque anterior por su condición de quechuahablante, esta vez proveniente del diario Correo y de su director Aldo Mariátegui, quien de un modo lamentable se burlaba de la parlamentaria y de sus anteriores actividades laborales, la cual incluía haber trabajado como empleada del hogar.

En aquella oportunidad, el Congreso reaccionó rápidamente y ofreció un desagravio a Supa a la vez que rechazó el contenido propalado por Mariátegui y su periódico, el cual trató de maquillar una humillación bajo una fachada de exigencia de un mejor nivel académico de los congresistas.

Las críticas contra Supa por su futuro rol en la Comisión de Educación me permiten explorar la tensa y ambigua relación que ha tenido el Parlamento peruano en sus dos siglos de existencia con la población andina, no solo como población a la que representó y representa sino como espacio político en el que participaron parlamentarios quechuahablantes. Mientras en la primera parte trato de establecer algunos aspectos de esta relación, en la segunda me intereso más por las reacciones de la población limeña frente a estos parlamentarios andinos, reacciones que -valgan verdades- no difieren mucho de las que hemos leído en los últimos días.
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Hiroshima, 1945-2010

El aniversario n. 65 de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki encuentra a Japón en una situación política y económica más que delicada.

El anuncio de su Primer Ministro de que eran necesarias reformas estructurales para mantener el ritmo de crecimiento en medio de la recesión ha sorprendido a muchos, aunque no tanto como la noticia de que China había logrado desplazarlo como la segunda economía del globo.

Este declive no es aislado: otros índices confirman que en los últimos años Japón había venido retrocediendo en los aspectos que precisamente lo hicieron líder en Asia y una suerte de modelo de crecimiento en democracia: tecnología y educación. Pero The Times Higher Education estima que el aporte científico de las investigaciones provenientes de Japón se encuentra por debajo de los G7, en parte como resultado de una menor inversión anual en ciencia y tecnología.

La incapacidad de Japón para mantener el liderazgo regional se explica en parte por cómo ha manejado su imagen relacionada con el legado de la Segunda Guerra Mundial. Y en este papel, Japón no ha hecho las cosas bien.

Por un lado, no ha sabido balancear la doble condición de víctima y pupilo de Estados Unidos, después de lo ocurrido con las bombas atómicas, pero también en el periodo de reconstrucción y del “milagro japonés” que se dio bajo asesoría norteamericana. EEUU, por otro lado, estuvo promoviendo el caso japonés, junto con el alemán, como ejemplos de que las ocupaciones norteamericanas no siempre derivan en países fracturados, algo en lo que va a tener que insistir ahora que se anuncia el retiro de las tropas de Afghanistan y sin saber qué pasará en Irak.

Por otro, Japón no ha sabido construir una relación sana post-guerra con los países vecinos, los cuales fueron afectados por el militarismo nipón de los años treinta y cuarenta. Y no me refiero solo a China sino a los demás, incluyendo India. ¿El resultado? Una desconfianza extrema, que no incentiva a invertir en Japón ni en otorgarle cargos representativos ante organismos mundiales.

El perdón pudo haber sido una estrategia para reconciliar estas heridas, pero los líderes japoneses no sollo se negaron en un primer momento a pedirlo a sus anteriores víctimas sino que fue mucho peor: cuando finalmente lo hicieron fue percibido como un gesto vacío por los demás, carente de la sinceridad que debe acompañar estos gestos públicos. En el otro extremo, Estados Unidos ha aceptado participar de las ceremonias que se realizarán a cabo en Hiroshima este año, lo que significa un paso adelante en el cierre de este episodio.
 

Recordando Hiroshima

Pero el tema no es tan sencillo. Por lo general, solemos analizar el tema de la memoria a nivel nacional, pero a nivel local podemos encontrar un panorama más complejo.

En una nota publicada por el periódico alemán Spiegel, se alterna la historia de los hibakusha (el término para los sobrevivientes a la bomba) con los relatos de quienes buscan superar este episodio pero manteniendo viva la memoria de sus antepasados.

En el caso particular de Hiroshima, es difícil no sobrecogerse ante las imágenes que se encuentran desplegadas en las exhibiciones y museos: restos carbonizados de víctimas, posesiones personales de las que no se conservan los cuerpos, fotografías de los supervivientes y los rastros que la radiación provocó en ellos, etc.

Pero los habitantes de Hiroshima, quienes tienen que vivir con el peso que significa que asocien su lugar natal con un episodio como este (al igual que los habitantes del poblado de Auschwitz en Polonia), consideran que es posible transformar el nombre de Hiroshima en una señal de advertencia y un mensaje por la paz, al menos para las futuras generaciones.
 
Como lo manifiesta uno de ellos, recordar estos eventos es algo terrible, pero olvidarlos es peor.
 

El legado de la era nuclear

El tema de Hiroshima y Nagasaki fue retomado hace poco por el historiador Daniel J. Goldhagen en su libro Worst than War (2009), quien incluyó el lanzamiento de las bombas como parte de los crímenes contra la humanidad, responsabilizando directamente al presidente Harry Truman así como a los estadounidenses por aceptar dicho acto.

Aunque para algunos historiadores el manejo de armas nucleares y su uso como herramienta disuasiva ha evitado conflagraciones a gran escala, la energía nuclear está presente como amenaza no solo en el ámbito bélico.

No hace mucho se reportó que la fauna en Alemania -específicamente cerdos salvajes- contenían una cantidad considerable de radiación, la cual provendría del accidente de Chernobyl, ocurrido en abril de 1986, y cuyos efectos aun no son del todo conocidos en Europa central.
 

Links útiles

Michael Schuman. A Clouded Outlook

Paul Jump. Land of the rising sun aims to reverse its scientific eclipse

Till Mayer. Hiroshima Fights to Keep Memory of Nuclear Attack Alive
 

Dossier fotográficos

Life. Never-Seen: Hiroshima and Nagasaki

The Nation in the Nuclear Age, aquí

¿Cuáles memorias?

No es algo que se vea todos los días. Tres generaciones bailando una de las canciones emblemas de la segunda mitad del siglo XX: “I will survive”, de Gloria Gaynor. ¿Las locaciones elegidas? Antiguos campos de concentración, entre los que se puede reconocer fácilmente uno en particular: Auschwitz.

Cuando decidió subir el video al internet, la hija de Adolek Kohn -la persona de más edad que aparece bailando, australiano de origen judío sobreviviente a su vez del Holocausto- seguramente no esperó la andanada de comentarios y críticas que ha levantado, lo que llevó a retirar el video por un tiempo (algo imposible de hacer, por cierto, ya que fue reproducido y albergado en otras web y nuevamente subido a Youtube). (Ver el video original aquí y la continuación aquí)

A propósito de este video y el debate que acarreó, quisiera hacer un comentario basándome en tres posts que han aparecido en los últimos días: el de Franka Winter, Gloria Gaynor y los campos de concentración; el de Javier Torres seoane, Viñetas de la memorias y finalmente el de Eduardo Gonzales, Viñetas de las memorias: una respuesta. Mientras Franka aborda el tema en una doble perspectiva, referida a lo ocurrido en Auschwitz y su relación con el Perú, los últimos dialogan en torno a las memorias en el Perú y cómo la CVR y el Informe Final influyen en estas.

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Breve historia del matrimonio gay

La reciente aprobación del matrimonio gay en Argentina ha sido recibida con beneplácito por aquellos que consideramos que este tipo de unión no debe estar restringida solo a las parejas heterosexuales. Una medida como esta, era de esperarse, también ha generado una fuerte corriente de opinión pública en contra.

Argentina se ha convertido en el primer país de América Latina en aprobar la ley del matrimonio gay (en México esto es solo válido en la capital mas no en el resto del país), lo cual ha significado un triunfo que se espera provoque un “efecto dominó” en los países que aun mantienen sus recelos frente a un proyecto similar. Entre ellos, por supuesto, el Perú, en donde el Cardenal Juan Luis Cipriani ha salido a declarar su abierta oposición (¿alguien sorprendido?) de la siguiente manera:

“Argentina tiene un mal equipo de fútbol y un muy mal entrenador como (Diego) Maradona. Yo creo que no hay que imitar esas partes de Argentina, creo yo que el matrimonio es una institución natural de hombre y mujer complementarios para toda la vida”.

Después de agradecerle al Cardenal por alegrarnos el día con su humor en base a metáforas del Mundial de Fútbol, he creído conveniente hacer un repaso por la historia del matrimonio gay, con énfasis en Estados Unidos, donde se ha desarrollado una lucha muy fuerte por conseguirlo, lo cual se ha logrado parcialmente.

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El legado del Mundial Sudáfrica 2010

Una de las cosas que más me han preocupado estos últimos días respecto a mis colegas futboleros (el 90% de mis colegas adoran el fútbol, lo cual me convierte en un extraño tipo de minoría), es qué van a hacer a partir de mañana, cuando termine el Mundial. Y es que si alguien tenía dudas sobre lo que puede llegar a significar el fútbol, este último mes ha bastado para confirmar su poder de convocatoria y el efecto de arrastre, imposible de ser comparado con cualquier otro evento, sea deportivo, político o religioso.

Multipliquen este efecto de arrastre al hablar de un Mundial de Fútbol, el cual ha sido visto por (decenas, centenas de) millones de personas en una época de expansión ya no solo de las comunicaciones “tradicionales”, como la television, la radio y la prensa, sino del internet y las redes sociales (lo más curioso que me ha pasado a sido seguir un partido por twitter, lo cual constituye toda una experiencia).

Más allá de los equipos que han jugado, de quién va a ganar la copa y de los aspectos anecdóticos del Mundial (la sorpresa no fueron los jugadores sino un pulpo con vocación de Nostradamus o la aparición de un nuevo tipo de tortura sonora como las vuvuzelas ya adoptadas por hinchas locales y candidatos a la alcaldía limeña), creo que es pertinente preguntarse si el fútbol y más aun un evento como el Mundial puede influir en el país que lo alberga cada cuatro años. Tratándose del evento más importante del mundo y que esta vez ha sido llevado a cabo en una de las regiones más complicadas, ¿qué puede esperar Sudáfrica de un Mundial que termina hoy?

Las ventajas económicas se dan por descontado, por supuesto, aunque a veces olvidemos la enorme inversión que significa organizar un Mundial, para lo cual un país, sobre todo si este se encuentra entre los en “vías en desarrollo”, tiene que transformarse por completo y tirar la casa por la ventana. Pero hay también otro aspecto, menos tangible en términos de dinero, y que tiene que ver con el valor simbólico que otorga ser la sede de estos eventos, como el Mundial de Fútbol. Y el caso de Sudáfrica es significativo por esto, precisamente.

Se trata de un país con un legado muy fuerte de violencia, pobreza y discriminación, que solo en los últimos años ha podido buscar las formas para encontrar el camino a la reconciliación social entre sus pobladores. Cualquier que haya visto “Invictus” podrá dar cuenta de cómo un deporte permitió no sanar del todo pero sí pavimentar el camino para la integración. Y si el rugby hizo esto a nivel interno, se espera que el fútbol aliente un nuevo tipo de autopercepción al interior del país como hacia afuera.

Este artículo aparecido hoy domingo en The New York Times -y que traducimos en su totalidad a continuación- condensa las esfuerzos y las esperanzas porque este evento no pase desapercibido ni para los sudafricanos ni para el resto del mundo, y que signifique una nueva etapa para la manera en que el mundo mira a África. También recomiendo el artículo escrito por Nicholas Griffin, “Cómo el fútbol derrotó al Apartheid”, publicado en la última edición de Foreign Policy.

Naturalmente, la única magia que se puede esperar del fútbol es la que se realiza dentro del gramado. Por sí solo, el fútbol no puede cambiar de la noche a la mañana la situación de un país. Pero vaya que ayuda.

 
 
Celebrando a Sudáfrica y un trabajo bien hecho

No cualquier Mundial de Fútbol termina con la máxima autoridad citando a un poeta. Pero una vez más, este no ha sido un Mundial de Fútbol cualquiera.

El sábado (ayer), un día antes del encuentro entre España y Holanda, dos países que nunca han ganado el Mundial, y que iban a encontrarse en la final, Danny Jordan dijo que Sudáfrica era la primera nación africana en ser anfitriona del más importante evento mundial deportivo.

En su lengua natal existe un término, Ubuntu, que significa que todos están conectados, dijo Jordan, quien creció bajo la segregación, como un hombre con un pasado mixto.

Este concepto sudafricano recordó a Jordan la Meditación XVII de Donne, la cual incluye la frase “Ningún hombre es una isla”.

En medio de la rudeza propia de cualquier Mundial de Fútbol, y pese a los jets privados aterrizando en Durban, manteniendo los horarios de vuelo para la semifinal, ha habido también otra dimensión, que nos atreveríamos a llamar idealística.

A este siempre se refirieron como un instrumento de “construcción del Estado-nación y de cohesión social”, dijo Jordaan en una conferencia en las afueras de Johanesburgo. Jordan, quien tiene antepasados holandeses y Khoi, recordó a todos que el legado de Nelson Mandela está aun presente, aun cuando el patriarca de 91 años no.

Los africanos manejaron las computadoras y los africanos proveyeron la seguridad. Los africanos, asimismo, construyeron los nuevos estadios. Una mujer manejaba una grúa, anotó Jordaan. Él calculaba que solo uno de los 49 millones de habitantes del país asistieron a los partidos, pero como consecuencia de la escasez y el costo de los tickets. Pero como el equipo de casa, el Bafana Bafana, fue eliminado, para él los Sudafricanos de todos los colores se unieron en un solo apoyo para Ghana (contra los Estados Unidos) mientras otros apoyaban a Brasil (¿Quién no ama a Brasil?), y en las semifinales escogieron entre Uruguay, Alemania o España. Eran fans. Ellos pudieron escoger, así como podían caminar en una tienda o restaurant, lo cual no se podía hacer cuando él era joven.

Jordaan, de 58 años, admira a Mandela. (…) La primera vez que votó, me contó él en 2008 en Nueva York, fue elegido al Parlamento.

Pasó por alto su escepticismo acerca del costo del Mundial de Fútbol, cualquier que este haya sido, pero a medida en que su aeroplano que lo llevaría al tercer partido en Puerto Elizabeth, él admitió: “Habrá una enorme tristeza este lunes luego del Mundial de Fútbol. Espero que vayan a trabajar”.

Si en caso tienen trabajo. El desempleo se calcula en 25% en el país. Muchos de los jóvenes que obtuvieron cosas alrededor de los estadios en este último mes me dicen que no tendrán trabajos cuando esto acabe. No existe evidencia de que los Mundiales de Fútbol o los Juegos Olímpicos dejen un legado de trabajos y estabilidad, pero la premisa de Jordaan es que la gente ahora conoce mejor a Sudáfrica como un lugar de cultura y negocios.

Jordaan ha escuchado todo eso en los últimos años, desde personas fastidiosas como yo preguntándole si los buses para corresponsales saldrían a tiempo. El sábado dijo: “Le diré a la gente, ‘Solo quédense en sus habitaciones y no molesten'”.

Él ha convivido con la especulación de que Sudáfrica no podría ser capaz de albergar el Mundial de Fútbol al no ser capaz de construir estados o vender tickets. El responsable de la FIFA, Marry King Sepp Blatter, le dijo en algún momento que él tenía países que podían servir como opciones alternativas, si en caso Sudáfrica fallara. Recientemente, Jordaan habló por radio y contó que. “Nos estamos desplazando hacia la etapa en que los equipos comienzan a regresar a casa. Pero el primer equipo en irse fue Plan B. No están aquí”.

Los medios de comunicación británicos predijeron epidemias y terremotos en regiones estables. Jordaan le dijo recientemente al Mirror de Gran Bretaña: “Sabía que los críticos se habían rendido cuando comenzaron a aparecer relatos sobre serpientes venenosas y que estas podían ser una amenaza para el evento. La gente decía que estas serpientes eran tan peligrosas que una sola podía exterminar dos equipos de fútbol (…)”.

Sudáfrica había sido el país anfitrión de la Copa Mundial de Rugby en 1995, cuando el equipo local Srpingboks ganó y Mandela se puso la camiseta verde. Sudáfrica fue también el co-anfitrión de la Copa Mundial de Cricket en 2003. Pero siempre existe la necesidad por seguirse imponiendo retos a uno mismo.

Y sí,es imposible pasar por alto que la extrema seguridad convierte cada adorable hogar de los suburbios en una isla. En este punto, hay que mencionar que se trata más de un problema económico que racial. Pero caminando alrededor de Durban y Johannesburgo, me percaté de cuán complejo y atrayente puede ser Sudáfrica.

“La gente no quiere confiar en África”, dijo Blatter dos años atrás. “Eso está mal. África ha dado mucho al mundo además del fútbol. Algún día, algo de esto retornará. Así que tenemos el Mundial de Fútbol. Vamos a celebrar a África, ¿por qué no?”.

Blatter ha dicho algunas cosas descabelladas también, pero él persiste en hablar sobre la “responsabilidad moral” que significa albergar un Mundial de Fútbol. Blatter no citó a John Donne, pero Danny Jordaan sí. En un Mundial de Fútbol de primerizos, eso es lo que importa.
 
 
 
Créditos: La foto de la cabecera proviene de aquí. La foto del interior de aquí y aquí.