Protesta estudiantil, desobediencia civil y represión policial en UC Davis

Ari Kelman y Eric Rauchway, profesores del Departamento de Historia de University of California, Davis (EEUU) y especialistas en historia de Estados Unidos, han escrito una nota (“Bad”) en su blog The Edge of the American West, en la que contextualizan la protesta contra el alza de los derechos de matrícula que se viene desarrollando en la UC Davis y condenan la actitud de la policía y las autoridades que dirigen la universidad.

He traducido parte del post, en la cual los autores insertan la dinámica entre manifestantes y represores dentro de una tradición más amplia de desobediencia civil y formas no violentas de resistencia al sistema que vienen desde la lucha por los derechos civiles en los años 1960s.

Bad

(…) Lo que hay que destacar aquí no es tanto el error en la excesiva precaución como en el pecado de la ignorancia. La violencia no es una respuesta efectiva a una protesta no violenta, sino una forma de avivar la chispa en medio del descontento colectivo. Quienes enseñamos la historia de los Estados Unidos en los años 1960s sabemos esto: Martin Luther King Jr así como otros líderes del movimiento por los Derechos Civiles entendieron cómo capitalizar y aprovechar la estupidez de las fuerzas policiales a las que se enfrentaban de manera no violenta. Eugene “Bull” Connor, jefe de la policía de Birmingham, acostumbraba echar agua por medio de mangueras y lanzar perros policías contra los manifestantes no violentos; Jim Clark, el sheriff de Selma, usaba gas lacrimógeno y garrotes (“billy clubs”). Conocemos sus nombres, y estos no pueden ser desligados de las grandes victorias del Movimiento por los Derechos Civiles pues ayudaron a crear las imágenes que sacudieron al mundo y promovieron el cambio en Estados Unidos.
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Historia contrafáctica: ¿Cuántos Marines se necesitan para derrotar al Imperio romano?

Todo comenzó como un experimento en Reddit.com cuando un usuario planteó la pregunta: “¿Podría destruir al Imperio Romano durante el tiempo de Augusto si viajara en el tiempo con un moderno batallón de Infantes de Marina de EEUU?

Entonces, el usuario Reddit ofreció un escenario más preciso:

Digamos que viajo en el tiempo con una MEU (Marine Expeditionary Unit). ¿Podríamos ser capaces de destruir las 30 legiones de Augusto?

Nos enfrentaríamos a aproximadamente 330.000 hombres, dado que cada legión estaba compuesta por 11.000 hombres. Estos estaban típicamente armados con armaduras en el torso, y como armas portaban espadas, lanzas y otros implementos similares. También nos toparíamos con armas de asedio como catapultas y otras para provocar incendios.

Nosotros seríamos alrededor de 2000 personas, la mitad de las cuales estaría participando en operaciones de ataque por tierra. Podemos usar nuestros vehículos motorizados (60 Humvees, 16 vehículos equipados, etc), pero no podríamos emplear ataque aéreo sino tan solo transporte por esta vía.

También contamos con médicos, moderno equipo médico y medicinas, así como ingenieros, pero no podríamos recurrir a obtener más de estos recursos por una ventana que nos conecte con el presente y nos provea con toda la munición, equipo y apoyo que necesitamos para sobrevivir. Tendremos que arreglárnosla con lo que hemos traído.

Con todo eso, ¿saldríamos victoriosos?

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Muñecos vudú y cultura política en el Perú

La aparición de muñecos “vudú” con los rostros de reconocidos políticos habría provocado el enojo y consiguiente indignación del diario Correo, quien se refiere a estos objetos como “insultantes” y de mal gusto”. El objetivo de estos muñecos, según sus creadores, no puede ser más explícito:

“Objeto político-educativo antiestrés con carácter de ‘¡Toma mierda por lo que me has hecho!’. El objetivo ritual de este acto consiste en concentrar toda la energía acumulada durante todos estos años de sufrimiento, robo, corrupción, narcotráfico, homicidios, pendejada, tráfico de armas, empobrecimiento sistemático, chuponeo, sinvergüencería y demás faenones del caso, y en ejercer la justicia negada clavando alfiler por alfiler en el cuerpo de cada uno de estos miserables”.

En realidad, estos muñecos son solo parte de una larga línea de prácticas y estrategias de la población para protestar contra sus autoridades. Las manifestaciones y protestas ofrecen un rico archivo cultural de estas prácticas, al igual que otros elementos, como las caricaturas, las imitaciones, los chistes que circulan en diversos espacios, desde programas de entretenimiento hasta el humor callejero. Lamentablemente, muy pocas veces estamos dispuestos a apreciarlos y preferimos juzgar una marcha o movilización por la violencia que desata o establecer si los objetivos se cumplieron o no.

Precisamente, creo que un momento importante fue la movilización que se desarrolló contra el fujimorismo a fines de la década de 1990 y que congregó a una sociedad civil más activa y variada. Estas protestas apelaron principalmente al aspecto performativo que a la confrontación, aunque sí hubo también enfrentamientos con las fuerzas del orden. Así, desde los lavados de bandera hasta la Marcha de los Cuatro Suyos, hemos asistido al despliegue de una serie de manifestaciones que pocas veces han quedado registradas y que permiten entender la transformación de la cultura política nacional.

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Eric Hobsbawm, la crisis del capitalismo y la nueva Era de las Revoluciones

¡Él está de vuelta! clamaba el titular del Times de Londres en el otoño de 2008 a medida que las bolsas de valores colapsaban y los bancos quebraban. “Él”, era, por supuesto, Karl Marx, quien 160 años atrás había escrito sobre las recurrentes “crisis del capitalismo“. El presidente Sarkozy de Francia fue fotografiado leyendo a Marx, como lo señaló el ministro laborista británico Tristram Hunt, mientras que la versión alemana pronto se convirtió en un best seller en dicho país. Incluso el Papa Benedicto XVI alabó el “gran talento analítico” de Marx. Este es el punto en el cual Eric Hobsbawm acaba de publicar un nuevo libro con una llamada a la acción como título: How to Change the World (Cómo cambiar el mundo).

Hobsbawm, quien vive y trabaja en Londres a la edad de 94 años, es probablemente el más conocido y el mejor a nivel mundial de los historiadores marxistas. Su primer libro, Rebeldes Primitivos, aparecido en 1959, así como su segundo libro: La era de las revoluciones, 1789-1848 (1962) fueron ampliamente leídos no solo desde la izquierda pero por generaciones de estudiantes universitarios. El primero brinda un recuento difícil de olvidar de los “bandidos sociales” en los siglos XIX y XX en Italia y España, hombres a los que la ley consideraba como delincuentes pero que eran percibidos como héroes por sus comunidades. El segundo abordaba una mirada macro sobre la transformación social de Europa. Luego él prosiguió escribiendo una docena de vívidos y atractivos estudios sobre la política y la historia del mundo capitalista, haciendo de él uno de los más reconocidos íconos marxistas en el día de hoy.

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Entre Malthus y la cautela: Ya somos 7 billones

Danica Camacho o Nargis: si no escuchó hablar de ellas antes, ya lo hará en los siguientes meses y años. Es el presunto nombre de la habitante 7 billones de este planeta, a solo hace 12 años de haberse anunciado el/la habitante 6 billones. (Braudel se asombraría menos de la cantidad de seres vivos actuales como de aquellos que estarían reunidos en un eventual Juicio Final, como ya lo dio a entrever en La Identidad de Francia).

Quizás este no sea el mejor momento para festejarlo: recesión económica, protestas y una serie de desastres naturales obligan a poner debajo de la alfombra cualquier instinto de celebración, especialmente para los encargados de diseñar las políticas y la economía. Hasta hace algunos años atrás es posible que esta noticia hubiese provocado un desborde de entusiasmo, similar al de los países cuando celebran la llegada de su ciudadano/a número “x” millones mientras los políticos y las celebridades se agolpan para tomarse fotos en el hospital y prometerle desde pañales hasta educación gratuita.

Eso no ocurre más. Una rápida revisión de los medios permite descubrir si no un pesimismo apocalíptico si al menos cautela o mesura. El “progreso” ha dejado de medirse en torno a la cantidad de población de un territorio y cada vez son más los estados que buscan regular e intervenir en las habitaciones de sus ciudadanos y controlar la procreación. Algunos los hacen de manera original y no intrusiva, con bonos o incentivos, tratando de mantener un equilibrio no solo en el presente sino como proyecto nacional de las próximas décadas. Otros gobiernos no dudan en revivir políticas de eugenesia, como ha ocurrido en el Perú con las esterilizaciones forzadas. La inmigración es otro factor que los gobiernos están tomando en cuenta, especialmente en Europa. Mientras, Estados Unidos está aún procesando las cifras de su último censo con todos los cambios demográficos y sociales que ello ha traído.

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