Archivos y región: mi experiencia investigando el noreste brasileño, por Courtney J. Campbell


* Este ensayo apareció originalmente como: The Making of ‘Four Fishermen, Orson Welles, and the Making of the Brazilian Northeast, por Past & Present el 17 de abril de 2017. Agradecemos a la Dra. Courtney J. Campbell y a la revista Past & Present por permitirnos publicarlo en español.

Escribo este ensayo exactamente cinco años después de llegar a Fortaleza, en Brasil, en un viaje de investigación. La investigación realizada en ese viaje tendría como resultado mi artículo “Four Fishermen, Orson Welles, and the Making of the Brazilian Northeast”, donde narro la historia de cuatro pescadores que protestaron contra las condiciones laborales de ese entonces realizando un viaje de 61 días en una balsa artesanal desde la ciudad de Fortaleza hasta Río de Janeiro y la película que Orson Welles planeaba hacer acerca de ellos (publicado en la edición de febrero de 2017 de Past & Present). Estuve en el noreste brasileño en 2012 para llevar a cabo una investigación sobre regionalismo en el noreste brasileño, con un interés particular en cómo se había desarrollado el discurso sobre dicha región durante eventos internacionales. Había vivido en Recife, la capital del estado de Pernambuco, entre 2003 y 2008. Mi vínculo personal con Recife se combinó con el movimiento regionalista que se había desarrollado a inicios del siglo XX. Mi intención con el viaje a Fortaleza (así como a Natal, João Pessoa, São Luiz y Salvador) era encontrar relatos de la identidad regional del noreste sobre los márgenes de una region en sí marginalizada.

Llegué a Fortaleza con un presupuesto muy ajustado y sin tener idea clara de cómo organizar la investigación. La experiencia me había enseñado que la mejor forma de conducir una investigación en el noreste brasileño era llegar al lugar, ponerme en contacto con otros historiadores locales, y ser flexible hacia donde los relatos y las fuentes me condujeran. Encontré una habitación a precio económico en una pensión (o algo parecido) y me comuniqué con mi único contacto en la ciudad: Tácito Rolim, hoy profesor asistente en la Universidad Estatal de Ceará en Quixadá. En Recife había conocido a Grazielle Rodrigues, una encantadora y generosa historiadora con el gobierno de la isla de Fernando de Noronha, quien me puso en contacto con Tácito. Tácito se convirtió no solo en un amigo sino en mi más grande aliado en la búsqueda de fuentes e historias, acompañándome de archivo en archivo, compartiendo pistas y sugerencias, e invitándome a Quixadá a dar una charla.

Había escuchado la historia de Orson Welles y su llegada a Fortaleza para hacer la película, pero no la había considerado como parte de las historias de la formación de la región hasta que Tácito me lo hizo notar. Él mencionó un bello libro escrito por otro historiador de Fortaleza, Berenice Abreu, titulado Jangadeiros: una corajosa jornada em busca de direitos no Estado Novo, el cual, coincidentemente, había aparecido ese mismo año. Rápidamente me enganché con la historia de los cuatro pescadores que en los años 1940 vivían cerca de donde yo me alojaba en 2012, y que había capturado la atención no solo de la prensa nacional sino también de la internacional en 1941. Pasé gran parte de mi estancia en Fortaleza, buscando periódicos en la Biblioteca Pública Menezes Pimentel y en el Instituto de Ceará; arte en el Museo de Arte Contemporáneo del Centro para el Arte y la Cultura de Dragão do Mar y literatura de cordel (una especie de poesía popular) en el Museo de Imagen y Sonido y el Museo de Arte de la Universidad Federal de Ceará. Asimismo, fui en busca del libro de firmas que los pescadores habían llevado consigo de puerto en puerto, y que según me dijeron, pertenecía al Museo de Ceará. Cuando llegué al museo y pedí ver el libro de firmas, me trajeron no el documento original sino un ejemplar de tapa dura que había salido a la venta y que Abreu había publicado, incluyendo imágenes digitalizadas de la version original y transcripciones que facilitaban la lectura. El libro fue invaluable ya que me mostró cómo las ideas en torno a la región circulaban no solo entre intelectuales sino entre personas de toda edad y profesión, hombres, mujeres y niños, quienes saludaban a los pescadores cuando estos llegaban a cada puerto. Finalmente, llegué a un archivo que nunca hubiese podido encontrar sin la ayuda de Tácito (y un par de mototaxis): una colección privada en el hogar de Miguel Ângelo ‘Nirez’ de Azevedo, conocido en la localidad como el Archivo Nirez. Con el apoyo de la compañía Petrobras, Nirez había digitalizado su colección de discos que contenían decenas de miles de canciones, en una base de datos en mp3. Estas eran canciones que utilicé en el artículo para mostrar el impacto de los pescadores como un arquetipo del noreste. Continué buscando fuentes sobre los pescadores en los archivos de otros estados, como la Fundación Joaquim Nabuco, donde ubiqué la etiqueta de cachaça que incluí en el artículo.

En recientes conversaciones llevadas a cabo en conferencias de Historia, charlas académicas así como en otros espacios, me dieron la impresión de que los historiadores políticos (nuevamente) consideran que la historia cultural se interpone como una respuesta directa y desafiante a relatos más convencionales provenientes del archivo. Yo sostendría, en cambio, que los historiadores que tratan de escribir la historia de grupos marginalizados en archivos con menos financiamiento tienen muy poco o nulo interés en este debate. Cuando planteo mi investigación, no considero cuál de mis fuentes incomodará a un historiador político (aún cuando no me opongo a este enfoque); de hecho, en Fortaleza, no pensaba mucho en ningún otro historiador, salvo aquellos que habían sido lo suficientemente generosos al ayudarme en mi proyecto.

Mientras tanto, a los historiadores entrenados para investigar en archivos bien organizados y con financiamiento en Estados Unidos o Europa, la manera espontánea o antropológica de llevar a cabo un proyecto de investigación como el descrito líneas arriba puede sonar a algo azaroso o caótico. Para quienes tratamos de construir las historias de áreas menos estudiadas y con archivos que cuentan con escaso presupuesto, por el contrario, es frecuente escuchar la advertencia: “Eso no es posible. No hallarás suficientes fuentes”. De este modo, creo que la aproximación a la investigación histórica cultural descrita anteriormente es con frecuencia la única manera de desarrollar historia social. Escoger un evento específico, comentarlo con otros historiadores, archivistas, y periodistas en el terreno, buscando archivos poco conocidos y anotando cualquier posible fuente que guarde relación con el tema de investigación –desde documentos gubernamentales a poesía popular, de música grabada a etiquetas de licor– es una estrategia de supervivencia. No necesitamos (necesariamente) conectarnos a un debate en curso para tener un punto de partida. No estamos respondiendo a una discusión historiográfica. En lugar de ello, estos son los intentos de historiadores intentando articular fuentes sobre los grupos sub-representados antes de que las fuentes desaparezcan. Nuestros forcejeos con las fuentes reflejan no solo que los grupos marginalizados producen con frecuencia pocas fuentes textuales (este es un argumento facilista) sino que aún luchamos por incorporar la vida cotidiana y a los grupos marginales en el archivo, y que pocos historiadores dedican su tiempo a revertir la permanente pérdida de registros históricos (con la notable excepción de proyectos como aquellos financiados por el Programa de Archivos en Peligro de la Biblioteca Británica y las Fuentes Eclesiásticas y Seculares para Sociedades Esclavas).

Esta aproximación requiere no solo tiempo, recursos financieros, habilidades lingüísticas y flexibilidad sino también la habilidad para hablar y relacionarse con personas en el lenguaje que se habla en dichas localidades. Presenta asimismo desafíos de viajes, cierres inesperados de archivos, financiamiento estrecho, tiempo y formas diversas de organización de las fuentes. Sorpresivamente, si bien se trata de un ‘método de supervivencia’, también ha demostrado ser un método viable, que conduce a estudios ricos y profundos. En el caso de mi artículo, tratando de discernir el tema y las fuentes sobre el terreno me permitió centrarme en las muchas hebras del discurso sobre la identidad regional en el noreste de Brasil, en donde pude establecer qué decía un grupo y qué no en función del otro: una historia social, creada a través de los métodos de la historia cultural.

   
Courtney J. CampbellCourtney J. Campbell es Lecturer en Historia de América Latina en la Universidad de Birmingham (Reino Unido). Obtuvo su doctorado en la Universidad de Vanderbilt (EEUU). Su investigación se centra en la historia del Brasil contemporáneo, y su próximo libro -basado en su tesis doctoral- estudia la formación del noreste de Brasil en el siglo XX. Más información sobre su perfil académico y próximos proyectos de publicación en este enlace.

Pueden leer su ensayo “De invisible a digital: la digitalización de documentos históricos en peligro” (junio 2016) publicado en  HGoL.

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.