Como cualquier lector de National Geographic sabe, los incas y quienes los precedieron en los Andes solían hacer momias, una categoría particular de personas ya fallecidas y cuya personalidad buscó ser preservada de manera artificial o ambiental. En el siglo XVI, sin embargo, los europeos cultos no estaban del todo seguros del hecho de “momias incaicas”, puesto que lo que conocían sobre una “momia” se reducía a la carne seca de los muertos egipcios cuyos cuerpos eran molidos y convertidos en materia medica, un polvo utilizado para curar los vivos. Incluir los incas muertos junto con los egipcios muertos, significó entonces una ampliación de la habilidad médica y de la civilización, más allá de lo que se conocía en aquel momento.

En Les vrais pourtraits et vies des homes illustres grecz, latins et payens (1584), el cosmógrafo francés André Thevet desafió a Claude Guichard, un compilador de inventarios de trajes fúnebres y quien había señalado la existencia de “momias” en los Andes, a que:

“Preguntase a los mercaderes que comercian en las ferias de Lyon si alguna de estas buenas Momias han sido halladas por alguno de los drogueros en aquellas partes [Peru] y que en ese caso (de cualquier otro modo, presumo que, de haberlo sabido, no se hubiese atrevido a publicar una mentira así) él aprenderá que no hay rastro alguno, como tampoco lo habrá en su natal Lagnieu.”[1]

Para Thevet, las momias venían solo de Egipto.

mummy_1Dicho de otro modo, antes de que recuperemos la sagrada y médica receta indígena de cómo los “antiguos peruanos” fabricaban sus “momias”, debemos entender cómo los europeos fabricaron la idea de las momias peruanas. Esta última receta, que tomó siglos en su preparación, tuvo dos ingredientes clave: el análisis realizado por cronistas españoles y estudios de la historia natural en el siglo XVI sobre las formas por las que los hábiles incas transformaban los restos de sus emperadores en cuerpos embalsamados; y la celebración al otro lado del Atlántico de dicha receta por cronistas mestizos, traductores ingleses y enciclopedistas franceses, quienes convirtieron a su vez a los embalsamados en momias[2].

Que los incas y otros habitantes de los Andes preservaran a los miembros de su nobleza para convertirlos en ancestros sagrados y vivientes, illapa, mallqui, ha sido ya establecido, luego de haber intrigado a los primeros conquistadores. En 1533, cuando dos de los primeros españoles en llegar a Cusco hallaron los cuerpos inertes de Huayna Capac –el último emperador inca– y posiblemente de su segunda esposa, la Coya Cusirimay, los describieron como “dos indios en manera de embalsamados”. Hacia la década de 1550, el cronista Juan de Betanzos sabía –muy probablemente por su esposa, Angelina Cuxirumay Ocllo, anteriormente prometida a Atahualpa– que los señores de Huayna Cápac “le hicieron abrir y toda su carne sacar, aderezándole”—que implica el uso de un aditivo—“porque no se dañese sin le quebrar hueso ninguno; le aderezaron y curaron al sol y al aire, y después de seco y curado, vistiéronle de ropas preciadas y pusiéronle en unas andas ricas y bien aderezadas de pluma y oro y estando ya el cuerpo ansi enviáronle al Cuzco”[3].

Posteriormente, los españoles declararían que el cadáver se encontraba embalsamado, una distinción que reconocía el conocimiento médico de los Incas –y que quizás le dio el nombre del bálsamo proveniente del Nuevo Mundo que hoy en día se conoce como “bálsamo del Perú”– y que a su vez limitaba la especulación de que la forma en que dichos cuerpos preservados de los Andes guardaban similitud con los cuerpos santificados que existían en Europa. Para poder controlar el significado de dichos cuerpos, los españoles confiscaron en 1559 las illapas. Aquellas que se encontraban en mejor estado fueron mostradas a los españoles, en el más sofisticado centro de conocimiento botánico y de sanación europeo en Lima: el Hospital de San Andrés. Una vez allí, el historiador naturalista José de Acosta los estudió, determinando en 1590 que su conservación impresionante—“que causó admiracion ver cuerpos humanos de tantos años con tan linda tez y tal enteros”— obedecía al uso de una cierta resina o “betún”, un término que emana vínculos con los muertos egipcios[4].

Los incas embalsamados solo pasaban a ser momias, no obstante, a través de un ritual de celebración por sus herederos y por la interpretación que de las mismas hacían los ingleses y franceses. En 1609 el Inca Garcilaso de la Vega recordaba haber tocado el dedo de su tío-abuelo Huayna Cápac, el cual “parecia que era de una estatua de palo, según estaba duro y fuerte.” En respuesta a Acosta, Garcilaso sugería que era una combinación de betún y el ambiente seco de los Andes lo que había permitido a los incas fabricarlos “tan enteros en todo como si estuvieran vivos, sanos y buenos, como dizen, no les faltaba sino hablar”[5]. El traductor de Garcilaso al inglés llevó el término “embalsamados” incluso a un nivel mucho mayor en 1688 cuando sostuvo que “estos Cuerpos se encontraban más enteros que las Momias”—es decir, que los cadáveres egipcios[6]. Y en 1749 el naturalista francés Juan-Marie Daubenton incluyó a los incas muertos como momias, junto con las de los egipcios.

Los contemporáneos de Daubenton tuvieron que dar fe a lo que leían en su traducción; las illapas de los Inca habían desaparecido desde hacía un tiempo, muy posiblemente deteriorada por la humedad de Lima y enterrada en algún lugar del hospital, como sabemos gracias a los esfuerzos del fallecido Teodoro Hampe Martínez, entre otros. Aún queda la esperanza de que dichos restos puedan ser encontrados algún día, y que las técnicas de la preservación de momias contemporaneas—como las de Chachapoyas, en el Centro Mallqui—sean recuperadas gracias a los nuevos estudios arqueológicos, nuestra propia receta para su fabricación incluye lo colonial, lo Atlántico y lo indígena.

Notas
[1] André Thevet, Les vrais pourtraits et vies des hommes illustres grecz, latins et payens, recueilliz de leurs tableaux, livres, médalles antiques et modernes (9 volumes, 1584), III: 641-642v, 643v.
[2] Este post se basa en el capítulo cuatro de mi tesis doctoral: Christopher Heaney, “The Pre-Columbian Exchange: The Circulation of the Ancient Peruvian Dead in the Americas and Atlantic World” (Ph.D. Diss, University of Texas at Austin, 2016).
[3] Juan de Betanzos, Suma y Narración de los Incas, Ed. María del Carmen Martín Rubio (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2010 [Cuzco: 1557]), 235 [1557: Pt. I, Ch. 48].
[4] Joseph de Acosta, Historia Natvral Y Moral de las Indias (Sevilla: Iuan de Leon, 1590), 317, 435.
[5] Garcilaso de la Vega, Primera Parte de los Commentarios Reales, Que Tratan del Origin de los Yncas, Reyes Qve Fveron del Perv (Lisboa: Pedro Crasbeeck, 1609), 128.
[6] Garcilaso de la Vega, The Royal Commentaries of Peru in Two Parts. Trans. by Paul Rycaut (London: Miles Fletcher, 1688), 182, 193.

Publicado originalmente como: “How to Make an Inca Mummy” en The Recipes Project (28 de julio de 2016). La presente es una versión revisada por el autor. Queremos agradecer la gentileza de los editores y del autor para publicar la versión en español.

chris Christopher Heaney es doctor en Historia por la Universidad de Texas, Austin, Profesor Asistente en el Departamento de Historia de Pennsylvania State University y becario postdoctoral en el McNeill Center for Early American Studies. Es fundador de The Appendix y co-fundador de Backlist, ambos proyectos digitales. Es asimismo autor de Las Tumbas de Machu Picchu. La historia de Hiram Bingham y la búsqueda de las últimas ciudades de los incas (Lima, 2012). Puede ser contactado por email en christopher@theappendix.net y en Twitter por @ChristophHeaney. Su actual proyecto (Backlist) tiene página de Facebook.

Pueden leer una entrevista a Christopher Heaney sobre The Appendix y la narrativa digital histórica en este enlace.

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.