Pocos términos empleados de manera regular en la escritura histórica han sufrido de tanto abuso como el término “nazi”. Cuando menos ha sido un término que ha representado un persistente desafío para generaciones de estudiantes que cayeron en la trampa de escribir dicho término de muchas formas y variantes. Se ha vuelto una práctica tan extendida que el error se beneficia de una creciente inercia lingüística. Pronto será designado como una anomalía con la que es posible convivir, como el mal uso de “impacto” como si este fuese un verbo (por ejemplo, “Los nazis impactaron el sistema político alemán”.
A decir verdad este es el menor de los problemas. El asunto de fondo es el uso indiscriminado del término “nazi” para describir cualquier cosa relacionada con las instituciones alemanas o el comportamiento en los años de dictadura entre 1933 y 1945.
Es común escuchar sobre “el ejército nazi”, o las “fuerzas armadas nazis”, o “las atrocidades nazis” o “la economía nazi” como si todo en Alemania durante el mandato de Hitler hubiese sido nacional-socialista. El resultado es una absoluta falta de precisión histórica. “Nazi” se convierte en una abreviatura que oscurece más de que lo explica. Los historiadores que escriben sobre la Unión Soviética durante Stalin no describen sus características como “los rojos esto” “los rojos aquello”, del mismo modo que los historiadores de la Gran Bretaña en el periodo entreguerras no hablan sobre los “Tories” y los “izquierdistas” en vez de hablar sobre el Partido Conservador y el Partido Laborista.
El término “Nazi” surgió en los años 1920 cuando se buscó una forma de simplificar el extenso nombre del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). Fue usado principalmente por los enemigos del régimen y nunca por el régimen en sí. El término “nazi” o “los nazis” tenía connotaciones negativas: era usado como una forma rápida de describir un movimiento comúnmente asociado en la mente de los críticos extranjeros de izquierda con gobiernos autoritarios, terror estatal, campos de concentración y el asalto a los valores culturales de Occidente. Los psicólogos incluso sugieren que existió algo así como la “mente nazi” para explicar por qué los miembros del partido eran tan brutales y agresivos. El término, entonces y ahora, estaba cargado de significado.
Hay muchas formas en las que el uso acrítico del término “nazi” distorsiona la realidad alemana durante los años de Hitler. El NSDAP incorporó solo a una fracción de la población alemana. Incluso aquellos miembros de las SA (Sturmabteilung) no tenían que ser miembros del partido. Heinrich Müller, el jefe de policía designado para dirigir la Gestapo, no era miembro del partido. En 1933 dos tercios de los alemanes habían votado por otros partidos y si se vieron obligados a presentar sus respetos al nuevo régimen, esto no los convertía necesariamente en nazis. Hay una línea muy clara que divide al NSDAP del Estado, pese a que habían oficiales, policías y abogados con un pie en ambos. Para muchos de los alemanes que no eran simpatizantes del nuevo régimen –profesores, miembros de la burocracia civil y hombres de negocios- la membresía al partido se volvió una especie de requisito. De manera significativa, los miembros de las fuerzas armadas alemanas no podían ser al mismo tiempo miembros del partido, aun cuando durante la guerra esta regla no se aplicó de modo determinante. El “ejército nazi” fue utilizado por el régimen para conseguir sus propios objetivos, pero fue por encima de todo un ejército alemán antes que un ejército nazi.
El error al usar el término con mayor precisión ha tenido importantes consecuencias en la manera cómo se ha escrito la historia del Tercer Reich. Ello implica que el régimen y el partido dominaban las instituciones alemanas y a los grupos sociales en un nivel sin precedentes; por lo que los Aliados en 1945 buscaron desarrollar un programa de “desnazificación” y re-educación de la población alemana. El uso indiscriminado del término también abstrae a la dictadura de la historia que ocurrió antes y a lo que ocurrió después de la derrota de Hitler. Asignar características “nazis” oscurece la amplia variedad de instituciones, organizaciones, eventos culturales y tensiones sociales que pueden ser encontradas en todos los niveles bajo el régimen de Hitler. Estos fenómenos necesitan ser comprendidos, y para hacerlo se requiere un vocabulario histórico más sofisticado.
La respuesta obvia es preguntar por qué término podría reemplazar a “nazi”. Los académicos alemanes han usado siempre el acrónimo NSDAP o un algo más corto como “nacional socialista” o simplemente el término “nacional socialismo”. Hay otras variantes menos visibles y fáciles de reconocer que “nazi”, pero abren la puerta para el uso de un lenguaje menos duro para la comprensión de la dictadura y de las partes que la componían. Ello no significa que un lenguaje distinto podría suavizar muchas de las políticas de la dictadura, pero sí podría contribuir a una reconstrucción más cuidadosa de la narrativa de la dictadura y las muchas contradicciones que existieron bajo el paraguas de un control “totalitario”.
También se podría decir que desafiar el uso del término “nazi” es inútil, cuando ya existe una visión peyorativa de la dictadura de Hitler y cuando los alemanes en general parecen estar de acuerdo en justificar el uso de dicho término. Un lenguaje descuidado es sin lugar a dudas un enemigo de una satisfactoria explicación histórica. No se trata solo de argumentar que “el ejército nazi” o “la industria nazi” son términos sin significado, pero también reconocer que la obsesión popular con que todo sea considerado “nazi” no ayuda a entender nuestra comprensión de cómo la dictadura fue posible y cómo puede ser juzgado el impacto histórico que tuvo en la sociedad alemana. Quizás ya sea tiempo de decir “adiós a los nazis”.
Goodbye to the Nazis, de Richard Overy, apareció en History Today en Abril 18, 2013. Overy es profesor de Historia en la Universidad de Exeter y ha publicado un libro sobre el bombardeo de Londres durante la Segunda Guerra Mundial.
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