Que existe una interpretación conservadora y de derecha de la historia del Perú es algo evidente. Y que esta se ha manifestado de diversas formas tampoco es un secreto: desde el lamento por el fin del régimen monárquico con la Independencia hasta la de poner por debajo de la alfombra el costo social y humano de la “pacificación del país” en los años 1990. Pero también existe una interpretación que, partiendo de la idea del Perú como una nación mestiza –propuesta originalmente por Víctor Andrés Belaunde–, se apropia de la misma y la utiliza con el doble propósito de ensalzar la Conquista y manifestar un nada sutil desprecio por los “conquistados”: la población andina.
Esta parece ser la línea preferida por José Barba Caballero. Columnista de Correo, ha escrito dos textos que tienen como propósito explicar su peculiar interpretación del periodo de la Conquista en el Perú (“De cómo nació el Perú” y “Los descendientes de Pizarro“). Naturalmente, la idea de fondo es contrarrestar un fantasma que parece existir en la cabeza de él y sus allegados (la existencia de un amplísimo frente marxista-comunista que está a punto de tomar el poder) y una interpretación que supuestamente crea una línea paralela entre los descendientes de los españoles y de los “incas” (o la “indiada”, en sus propias palabras).
Para probar su punto, el columnista cita a autores como José Antonio del Busto. Hijo de su tiempo, Del Busto pertenecía a la corriente que podríamos llamar “hispanista” y que contribuyó, junto con Porras Barrenechea, a realzar la imagen del conquistador español, cuya presencia en el imaginario actual parece haber seguido el mismo camino que su estatua y que ahora se encuentra en un lugar más discreto. Hoy pocos podrían atribuir el complejo proceso de la Conquista y la formación de la sociedad colonial a Pizarro. Cuarenta años de etnohistoria e historia sobre el periodo colonial temprano nos han entregado un panorama mucho más rico de alianzas entre poblaciones andinas y europeos, dando lugar a ese híbrido que podríamos llamar “sociedad colonial”. De ahí que reducir todo este proceso a alguien que jamás planificó hacer del territorio conquistado un “país mestizo” es un sinsentido. Más aun cuando el autor es traicionado por sus propios prejuicios y sostiene que este país “mestizo” se creó a partir de la “furia lúbrica de los españoles y a su formidable capacidad para engendrar bastardos”.
En su intento por demostrar que hacemos mal en no seguir rindiendo culto a Pizarro y su hueste, Barba Caballero nos devuelve cien años atrás en la investigación académica y utiliza el parámetro europeo para medir los logros y alcances de otras culturas. Así, señala que las sociedades previas al Tahuantisuyo estaban en “el estado medio de la barbarie” dado que no conocían “el hierro, la rueda ni la escritura”. Nada más equivocado. Precisamente este tipo de prejuicios ideológicos y desconocimiento es lo que motivó al periodista especializado en temas científicos Charles Mann a escribir 1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón (2005), donde estudia las diversas teorías sobre el desarrollo de las sociedades previas a la llegada de los españoles. Y Mann confirma lo que otros investigadores ya habían señalado, como Olivier Dollfus, John Murra y Terence D’Altroy: la complejidad de las sociedades del territorio andino para adaptarse a un entorno determinado, organizar los recursos disponibles y abastecer de estos a sus habitantes. Y eso sin mencionar el debate sobre el proceso biológico que implicó la expansión europea y que ha sido debatido ampliamente por Alfred Crosby y Jared Diamond. Pero Barba Caballero se siente más bien cómodo utilizando más bien una serie de prejuicios que estuvieron en apogeo a mediados del siglo pasado.
Negar la existencia de una civilización a la población andina prehispánica y señalar que solo con la llegada de los españoles es que el Perú pudo convertirse en un país es solo otra forma de negarle capacidad de decisión a las sociedades que existieron por milenios antes de los europeos y manifiesta un deseo soterrado de atribuirles la condición legal de “menores de edad” que estuvo vigente en la colonia. Y, para traerlo al debate actual, es solo una variante del discurso que busca hacer prevalecer el Sr Barba Caballero y quienes escriben en Correo, al difundir la idea de que la población campesina no puede tener demandas legítimas y que solo actúa a merced de “agitadores” o “líderes radicales”.
No estaría de más que el Sr Barba Caballero se actualizara en sus lecturas. Y tampoco estaría de más que los historiadores le salgamos al frente cada vez que pretende manipular el pasado para legitimar sus prejuicios y paranoias ideológicas.
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