En agosto de 1865, el Coronel P.H. Anderson, de Big Spring, Tennessee, escribió a su antiguo esclavo, Jourdon Anderson, una petición para que retornara a trabajar en su granja. Jourdon -quien, desde que fue liberado, vivía en Ohio, había encontrado un trabajo con un salario, y ahora mantenía a su familia- respondió de modo brillante, como se aprecia en el siguiente documento:
Dayton, Ohio
August 7, 1865
A mi antiguo amo, Coronel P.H. Anderson, Big Spring, Tennessee
Señor: Recibí su carta y me complace saber que Usted no ha olvidado a Jourdon, y que desea que regrese y viva con Usted, prometiendo mejoras que solo Usted y nadie más podría darme. Últimamente he estado preocupado por Usted. Pensé que los Yankees lo habían colgado por acoger Rebeldes que encontraron en su casa. Supuse que nunca supieron sobre su visita al Coronel Martin con la intención de asesinar al soldado de la Unión que fue dejado en su establo. Aun cuando Usted me disparó dos veces antes que yo huyera, no quisiera saber que Usted ha sido herido, por lo que me alegra saber que esté vivo. Me haría mucho bien volver a la vieja casa otra vez, y ver a la Señorita Mary y la Señorita Martha así como a Allen, Esther, Green y Lee. Enviéles mi cariño a todos ellos, y dígales que espero podamos encontrarnos en un mundo mejor, si no en este. Me hubiese gustado ir a visitarlos cuando me encontraba trabajando en el Hospital de Nashville, pero uno de los vecinos me comentó que Henry amenazó con dispararme apenas me viera.
Me gustaría saber cuáles son las oportunidades que Usted me ofrece. No me está yendo mal aquí. Recibo 25 dólares por mes, con vituallas y ropa, tengo un hogar bastante cómodo para Mandy -los amigos la llaman Señora Anderson- y los niños -Milly, Jane y Grundy- van a la escuela y están aprendiendo mucho. El maestro dice que Grundy tiene vocación para ser predicador. Asisten a la escuela dominical y Mandy y yo asistimos con frecuencia a la Iglesia. Nos tratan bastante bien. En ocasiones prestamos poca atención a lo que la gente dice: “Esos de color fueron esclavos” en Tennessee. Los niños se sienten dolidos cuando escuchan este tipo de comentarios, pero yo les digo que no hay nada malo en haber sido propiedad del Coronel Anderson en Tennessee. Mucha gente de color estaría orgullosa, como yo lo solía estar, de llamarlo a Usted amo. Pero si Usted ahora me responde diciendo qué salario me ofrece pagar, yo así podré decidir si me conviene o no retornar.
Y en cuanto a mi libertad, que Usted dice que ya poseo, no hay nada nuevo que pueda ofrecerme, puesto que obtuve mis papeles de libertad en 1864 de la autoridad correspondiente en el Departamento de Nashville. Mandy dice que le preocuparía volver sin tener ninguna prueba de que el trato va a ser ahora justo y cordial, así que hemos decidido poner a prueba su sinceridad solicitando a Usted que nos envíe nuestros salarios correspondientes al tiempo que trabajamos a su servicio. Esto nos hará olvidar y perdonar viejas heridas y confiar en su justicia y amistad en el futuro. Yo le serví fielmente por 32 años Mandy por veinte. Con 25 dólares al mes en mi caso y dos dólares a la semana para Mandy, nuestros ingresos por cobrar sumarían 11,628 dólares. A esto añada los intereses correspondientes por el tiempo en que nuestros salarios fueron retenidos y de esta suma deduzca lo que usted pagó por nuestra vestimenta, las tres visitas que tuve que hacer al doctor y la extracción de una muela para Mandy, y el balance final arrojará lo que consideramos justo recibir. Por favor, envíe el dinero por Adam’s Express, a nombre de V. Winters, Esq., Dayton, Ohio. Si Usted no acepta pagar por el trabajo que hicimos en el pasado, es poca la fe que tendremos en sus promesas para el futuro. Confiamos que Nuestro Hacedor haya abierto sus ojos a los errores que usted y sus padres hayan ocasionado a mí y mis padres, en haber hecho que trabajemos arduamente por varias generaciones sin ningún tipo de recompensa. Aquí recibo mi salario cada sábado por la noche, pero en Tennessee nunca hubo día de pago para los negros como tampoco para los caballos y las vacas. Seguramente habrá un Día del Juicio para quienes hayan defraudado a sus trabajadores.
Al responder esta misiva, por favor sírvase indicar si habrá alguna garantía de seguridad para mis Milly y Jane, dos jóvenes bien parecidas al momento que le escribo. Usted sabe cómo fueron las cosas con Matilda y Catherine. Hubiera preferido quedarme aquí y morir de hambre que tener a mis niñas viviendo en un ambiente de vergüenza ocasionada por la violencia y perversidad de sus jóvenes amos. Sírvase indicar también si existen escuelas abiertas para la gente de color en su vecindario. Mi gran anhelo en la vida ahora es la de proveer educación a mis niños y formarlos con buenas costumbres y hábitos.
Salude a George Carter, y agradézcale por haberle arrebatado la pistola mientras Usted me disparaba.
De su antiguo sirviente,
Jourdon Anderson
La carta apareció originalmente en The New York Daily Tribune en agosto de 1865. Para saber qué ocurrió a Jourdon Anderson y su familia en los años siguientes, lean este post.
Créditos. La fotografía proviene del mismo artículo, el cual fue publicado aquí.