El encuentro ocurrió en 1962 y era la primera vez que Hobsbawm visitaba América del Sur como parte de una investigación sobre cambios en sociedades agrarias, especialmente en Cusco, sobre lo cual publicaría años después (1). Para ese entonces, Hobsbawm no era del todo desconocido en estas regiones, aunque aun predominaba la influencia de la historiografía francesa, pero ya se estaba produciendo un lento agotamiento de la misma, que haría que en los años setenta los cientistas sociales estuviesen abiertos a encontrar en la historiografía marxista británica esa preocupación por lo social que la tercera generación de los Annales no solo había perdido sino de la cual había renegado.
No conocemos mucho sobre las circunstancias de su encuentro, pero Arguedas parecía ser alguien idóneo para explicarle a Hobsbawm lo que estaba ocurriendo en los Andes, en un momento no precisamente tranquilo para el país. Una Junta Militar gobernaba el país y la agitación en el campo estaba comenzando a mostrar algunos síntomas de lo que serían los próximos años, con la toma de tierras y las guerrillas de 1965.
Lo curioso de este encuentro es que no se llevó a cabo en una fría oficina ni en los ambientes académicos tradicionales. Según lo cuenta Hobsbawm en sus memorias (2), una de las cosas que más le sorprendió durante su estadía en Lima fue la presencia vital de lo andino, que se manifestaba en las numerosas estaciones radiales y programas que transmitían programas y música en quechua. Arguedas estaba dispuesto a mostrarle a Hobsbawm la esencia misma de los cambios que se estaban desarrollando en la capital y que tenían como actores a los campesinos que habían migrado ahí. Un domingo por la mañana de 1962 ambos se encontraban en uno de los coliseos (“music halls”) en donde los migrantes se reunían para compartir bromas y escuchar canciones de sus lugares de origen.
Hobsbawm con el Presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso (1995)
Según lo descrito, la experiencia fue breve, pero suficiente como para dejar marcado al historiador británico, quien se quedó impresionado por la movilidad social que permitía a la población andina obtener mejores posiciones. De hecho, él mismo guardaba una carta escrita por uno de esos migrantes, quechuahablante, que le enviara en un cuidadoso castellano que el autor de la misiva había aprendido por sí mismo.
¿Continuó la amistad entre Arguedas y Hobsbawm cuando este dejó el Perú? ¿Mantuvieron la comunicación como Arguedas hizo con John Murra y Pierre Duviols? Difícil saberlo, al menos hasta donde las referencias bibliográficas lo permiten. Pero el vínculo con el Perú sí continuó y Hobsbawm tuvo como alumnas de doctorado a Margarita Giesecke, quien escribió una tesis sobre la revolución de 1932 en Trujillo y a Scarlett O’Phelan, cuya tesis fue publicada como Un siglo de rebeliones anticoloniales: Perú y Bolivia, 1700-1783 (Cusco, 1988). Hace unos años, en 1992, otro peruano, Aldo Panfichi, pudo entrevistarlo cuando ambos coincidieron en Nueva York. La entrevista, en la que EH rememora la revolución velasquista y la situación del país desde entonces, aquí.
Notas
1. Las versiones sobre lo ocurrido en La Convención aparecieron en: “Problémes agraires á la Convención”, Les problémes agraires des Amériques Latines, Paris: CNRS, 1967, pp. 365-393; “A Case of Neo-Feudalism: La Convención, Perú”, Journal of Latin American Studies, vol. I, 1969, pp. 31-50; “Peasant Land Occupations”, Past and Present, nro. 62, 1974, pp. 120-152. En el Perú fue traducido en Análisis. Cuadernos de Investigación, n. 2-3 (1977).
2. Eric Hobsbawm. Interesting Times: A Twentieth-Century Life (New York: The New Press, 2005), 370.