Robert Darnton y el proyecto de una Biblioteca Pública Digital

El pasado martes, Denny Chin, un juez federal de Manhattan, rechazó el acuerdo entre Google, que desea digitalizar todo libro publicado, y un grupo de autores y editores que han demandado a la compañía por violación de los derechos de autor. Esta decisión representa una victoria para el bien común, pues evitar que una sola compañía monopolice el acceso a nuestro patrimonio cultural en común.

No obstante, no debemos abandonar el sueño de Google de hacer que todos los libros estén disponibles para el público. En lugar del modelo propuesto por Google, debemos diseñar una biblioteca pública digital, la cual pueda brindar acceso a copias gratuitas sin costo alguno a los lectores. Es cierto, muchos problemas -legales, financieros, tecnológicos y políticos- quedan por resolver. Y todos pueden ser resueltos.

Consideremos los temas legales a raíz del acuerdo que acaba de ser rechazado. Habiendo comenzado en 2005, el proyecto de Google hizo que millones de obras pudiesen ser ubicadas en la web, lo que llevó al Authors Guild y la Association of American Publishers a manifestar que los fragmentos (snippets) puestos al acceso de los lectores violaban sus derechos de autor. Google pudo haber defendido su proceder señalando que se trataba de un uso correcto de dicho material, pero la compañía prefirió negociar un acuerdo.

El resultado fue un extremadamente largo y complicado documento conocido como el ‘Amended Settlement Agreement‘ que simplemente repartía los beneficios. Google podría vender el acceso a su base digitalizada, y podría compartir los ingresos obtenidos con los demandantes, ahora convertidos en sus socios. La compañía se quedaría con 37% mientras que los autores recibirían el restante 63%. Esta solución equivalía a cambiar los derechos de autor por medio de un acuerdo privado, lo que le daba a Google una protección legal que podía ser negada a sus competidores. Esto fue lo que el Juez Chin halló cuestionable.

En las audiencias realizdas en febrero de 2010, muchas personas señalaron que el Authors Guild, que cuenta con ocho mil miembros, no representa a la mayoría de ellos o a los autores que han publicado libros en las últimas décadas. Algunos señalaron que preferían hacer sus libros accesibles al público pero bajo otras condiciones. Otros incluso deseaban poner sus libros en línea libres de costo. El acuerdo establece regulaciones para todos los autores, a menos que ellos notifiquen directamente a Google que no participan del acuerdo.

En otras palabras, el acuerdo no procede del mismo modo en que uno esperaría de un acuerdo, como corregir una evidente violación de la ley, o establecer daños por incidentes ocurridos en el pasado. En lugar de eso, dicho acuerdo determina la forma en que el mundo digital de los libros evolucionará en el futuro.

El Juez Chin abordó dicho tema al concentrarse en los libros huérfanos (orphan books), es decir, en los libros que tienen derecho de autor pero que quienes poseen dichos derechos no han sido identificados. El acuerdo brinda a Google la exclusividad de digitalizar dichos libros y vender el acceso a los mismos sin ser sujeto a ningún tipo de demandas por haber infringido los derechos de autor. De acuerdo al Juez Chin, el acuerdo le da a Google “un monopolio de facto sobre trabajos cuya autoría no ha sido reclamada”, provocando serias preocupaciones en lo concerniente a los monopolios.

El Juez Chin invitó a Google y los litigantes a reescribir el acuerdo, pensando en que se podría modificar este aspecto del anterior acuerdo. Pero Google podría rehusar cambiar su estrategia comercial. Esta es la razón por la cual realmente necesitamos una opción no-comercial: una biblioteca pública digital.

Una coalición de fundaciones podría proporcionar el dinero (un estimado de costo por página digitalizada varía entre diez centavos de dólar a diez dólares o más), y una coalición de bibliotecas podría brindar los libros. La biblioteca respetaría, por supuesto, los derechos de autor, y posiblemente excluiría aquellos trabajos que se encuentran en imprenta a menos que el autor aceptara ponerlos en la web. Ello incluiría los ‘libros huérfanos’, asumiendo que el Congreso hubiese aprobado la legislación que los libera para usos no comercial en una verdadera biblioteca pública.

Antes de descatar esto como un proyecto quijotesco, habría que recordar el valor y utilidad de los proyectos digitales por los últimos veinte años. Todas las grandes bibliotecas de investigación han digitalizado parte de sus colecciones. Proyectos de gran envergadura como Knowledge Commons y el Internet Archive han digitalizado millones de libros.

Un número de países están asimismo determinados a salir de la esfera de Google escaneando el contenido entero de sus bibliotecas nacionales. Francia ha invertido 750 millones de euros en digitalizar sus tesoros culturales; la Biblioteca Nacional de Holanda está tratando de digitalizar cada libro y publicación periódica aparecida en holandés desde 1470; Finlandia, Australia y Noruega están haciendo sus propios esfuerzos.

Quizás Google pueda ser reclutada en la causa por una biblioteca pública digital. Hasta la fecha, ha escaneado alrededor de quince millones de libros, de los cuales dos millones son de dominio público y que pueden ser donados a la biblioteca pública digital como el fondo inicial de esta colección. La compañía no perdería nada con esta muestra de generosidad y, en cambio, ganaría la admiración por esta acción.

Mediante la tecnología y la audacia, Google ha mostrado cómo podemos transformar la riqueza intelectual de nuestras bibliotecas, con libros que yacían inertes y con poco uso en los estantes. Solo una biblioteca pública digital podrá brindar a los lectores lo que estos necesitan para enfrentar los retos del siglo XXI: una vasta colección de recursos que puedan ser aprovechados gratuitamente, por cualquier, en donde sea y a cualquier momento.
 

Créditos: La foto de cabecera proviene de aquí mientras que la foto del interior proviene de aquí. El artículo original fue tomado de aquí.

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.