Mita minera, colonialismo y subdesarrollo en los Andes

Marissa Dell, una estudiante de doctorado del MIT, ha escrito el que es sin duda uno de los ensayos más originales y polémicos de los últimos años. Dell, de formación economista, ha escrito un paper de próxima publicación en el journal Econometrica, en el que busca explicar las causas del subdesarrollo en el Sur andino por medio del análisis de la mita colonial y la proyección de sus efectos hasta el día de hoy. Para ello, compulsó fuentes primarias, secundarias, estadísticas y fuentes oficiales (ver el área de estudio en el mapa a continuación) e hizo trabajo de campo en el Perú. Su ensayo, titulado ‘The Persistent Effects of Peru’s Mining Mita’ ha sido bien recibido entre los economistas, pero aun no ha sido comentado por historiadores. 

Para difundir su provocador trabajo, gloso el contenido del mismo, hago dos observaciones a su modelo y especulo sobre las nuevas direcciones que este podría provocar entre los historiadores.
  

La mita andina

Por casi trescientos años, es decir, la duración del dominio español en los Andes, la mita se erigió como uno de los pilares del sistema colonial, junto con el tributo y el repartimiento de mercancías. Específicamente, la mita funcionó desde 1570 hasta su abolición por las Cortes de Cádiz en 1812. Aunque la dinámica de la misma es bastante conocida, baste señalar que consistió en el envío de parte de la población masculina indígena (la sétima parte de cada comunidad) a trabajar por un periodo de siete años a las minas de Huancavelica y Potosí. 

Área de la mita (negro) y Área de Estudio (blanco)

La razón detrás de una organización así se entiende bastante bien: la minería constituía la preocupación principal de los españoles, desde la Corona hasta quienes buscaban hacer fortuna de la misma. Pero la minería no se entiende sin trabajadores, por lo que la Corona y los empresarios locales tuvieron que buscar la forma de garantizar el aprovisionamie nto de mano de obra a las minas. Al parecer, la mano de obra libre funcionó en un primer momento, pero luego se hizo inviable. La mano de obra esclava tampoco parece haber sido un recurso a considerar, aun cuando las tempranas epidemias mermaron el número de pobladores en los Andes. 

De modo que el establecimiento de la mita resolvía dos problemas importantes del sistema colonial: cantidad y flujo permanente de trabajadores. Para permitir la reproducción de la mano de obra, la Corona otorgó a estas comunidades tierras, de modo que así pudiesen costear también los tributos. Pero, aunque esto es una hipótesis, la dación de tierra pudo haber sido pensado como un estímulo para que los indios originarios no se conviertan en indios forasteros. Es decir, para evitar la migración o el escape del servicio de la mita. 

 
Mita y desarrollo en los Andes

Dell analiza los efectos en la larga duración de la mita a través de lo que ella llama ‘channels of persistence’. Su hipótesis central es que en las áreas donde no se estableció la mita se desarrolló un sistema estable de propiedad de la tierra, léase haciendas. Así, las haciendas, en tanto instituciones, habrían permitido dotar de estabilidad al campo y atraer una serie de ventajas que las tierras comunales adscritas a las comunidades que proveían la fuerza laboral de la mita no tenían. 

Según Dell, al abolirse la mita la adscripción de las tierras comunales se hizo innecesaria, pero el Estado no proveyó de la titulación necesaria a estas comunidades, por lo que su situación jurídica quedó en el limbo. Esto llevó a que se produjera un acoso a estas tierras y se incrementara la tensión social, que derivó en rebeliones campesinas, bandidaje y robo de ganado. Por el contrario, las haciendas habrían gozado de protección, la cual fue obtenida por los contactos de los hacendados y a la estabilidad que le significó a la hacienda insertarse en el mercado, estar conectada con carreteras y obtener fondos públicos para mejora técnica, sin contar con su capacidad para organizar la mano de obra libre proveniente de la población local y los peones de otras haciendas. 

Todo ello produjo efectos en las poblaciones sometidas a la mita colonial, las cuales pueden observarse hasta ahora a través de tres ámbitos. En primer lugar, la que hemos analizado, la propiedad de la tierra. Luego, los bienes de acceso público (public goods) y finalmente, la participación en el mercado. Respecto a estos puntos, se pueden resumir diciendo que la mita habría condenado a las comunidades al aislamiento y el desarrollo. Al no contar con la institucionalidad de las haciendas, estas no pudieron acceder al mercado por medio de carreteras. Además, no se implementó un adecuado sistema de educación que hiciera a sus pobladores competitivos, como lo demuestran las tasas de literacidad de esta área. Por si fuera poco, también afectó al crecimiento físico de los niños, cuya talla está por debajo del promedio. 

 
El factor mita: Límites y alcances del modelo de Dell

Por donde se mire, el ensayo de Melissa Dell es uno de los más provocativos que se hayan escrito en los últimos años. Especialmente desde la economía, un área que estuvo de boga en los años setenta y encontró una forma de integrarse con los estudios sobre historia agraria y movilización campesina de los setenta y ochenta, como se desprende de los análisis de sueldos, circulación monetaria, pago de tributos, producción agraria basada en diezmos, etc. 

Para bien o para mal, los años noventa trajo nuevas tendencias, entre ellas la dupla historia cultural e historia política, que indirectamente significó el alejamiento total de la historia socio-económica y de métodos que pudieron haber sido de utilidad, como el análisis cuantitativo (empleado por Carlos Forment en su estudio sobre las asociaciones cívicas en América Latina). No obstante, a inicios de los años noventa, la historia económica (indirectamente y erróneamente asociada al método marxista), fue perdiendo vigor y los estudios se hicieron muy puntuales, técnicos y específicos. Solo en los últimos años la historia económica ha sido rescatada lo mismo que la historia agraria, cuarenta años después de la Reforma Agraria y en un intento por comprender el perfil agrario en la época pre-Sendero Luminoso, como lo vienen haciendo investigadores de la UNSCH. 

Como decía, el modelo de Dell es lo suficientemente atractivo para plantear una serie de interrogantes sobre los alcances (y los 

Familia Orbegoso, hacendados de Chiquitoy (La Libertad, 1934)

límites) a su modelo. No soy especialista en el periodo colonial, por lo que mis observaciones son puntuales y se limitan a dos aspectos. Estoy seguro que otros colegas, con mucho mejor conocimiento del área y el periodo, podrán aportar otras observaciones. 

Ambas observaciones tienen que ver con la hipótesis de la autora. Como ya lo indiqué, ella señala que la ausencia de haciendas privó del desarrollo a las áreas sometidas a la mita. En primer lugar, colocar a las haciendas como instituciones que atrajeron inversión y estabilidad a la región es sugerente. Dejemos a un lado la ‘leyenda negra’ sobre los hacendados y centrémonos en su rol como ‘entrepeneurs’, que buscaron dotar de recursos económicos, políticos y tecnológicos a los espacios que administraban. Además de la estabilidad se asume que quienes vivían dentro de las haciendas presentaban un mejor nivel de vida de quienes no. El problema, creo yo, es que este cuadro corresponde a las haciendas de la costa norte mas no a las de la sierra sur. Las haciendas de la sierra sur estaban más orientadas al autoconsumo o a un nivel débil de integración regional, algo cercano a lo que Ruggiero Romano llamaría ‘economía natural’. Las de la costa norte, productoras de caña, tenían un perfil más técnico y con un grupo de hacendados políticamente influyentes y del cual salió un número considerable de presidentes de la República que llegaron al poder por el Partido Civil. 

En segundo lugar, un poco más al norte de la región estudiada, en el Valle del Mantaro, se estaba produciendo un fenómeno completamente distinto. En dicha área, como bien lo explicó José María Arguedas, se produjo un fenómeno de sociedad mestiza, dado que no se permitió la formación de encomiendas llevó a que fuesen las comunidades quienes administraran sus propias tierras. ¿El resultado? Una sociedad dinámica, integrada al mercado y al desarrollo nacional, que pudo mantener y reproducirse incluso culturalmente. Ejemplos así, aunque aislados, pueden encontrarse en el siglo XIX, cuando las comunidades tuvieron que defenderse del avance del mercado, y procedieron a crear regímenes mixtos de propiedad privada y comunal, ya sea en las tierras algodoneras de Piura o los pastos del Altiplano puneño. La ausencia de haciendas, entonces, no es la explicación única al subdesarrollo. 

El factor mita, de por sí, puede ayudar a explicar condiciones actuales del subdesarrollo de la sierra, y cómo salir del mismo. Dell enfatiza que una de las aspiraciones de las actuales comunidades es su búsqueda de integración de mercados por medio de carreteras, lo cual coincide con las demostraciones públicas, realizadas desde el periodo de Leguía en los años veinte (quien se valió de una mita para llevar a cabo esta obra), a promocionar la construcción de carreteras, y que continuaron con Belaunde (la Marginal de la Selva) y, en un modo peculiar, con la reciente oferta del expresidente y candidato Alejandro Toledo, de ‘asfaltar el Qapac Ñam’ (camino incaico). Pero en sí misma la mita debe ser reexaminada a la luz de otras variables, de modo que el modelo, que funciona bien para una región como la sierra sur, pueda ser extendida a otras más. Entre las variables adicionales a considerar estarían el tributo y los ciclos económicos de producción agrícola. 

Creo que esto también puede permitir dar una nueva interpretación no solo de las haciendas, sino de las comunidades campesinas, pero orientándolas hacia un perfil más moderno e integrador, que no las perciba como rezagos del periodo colonial o republicano, sino como potenciales centros de desarrollo agrícola y receptor de los recursos que las haciendas tuvieron en su momento. 

 
Historiadores, modelos econométricos y larga duración

¿Qué nos dice el ensayo de Dell a los historiadores? Ella ha reconocido la importancia del trabajo interdisciplinario así como los límites de cada disciplina en un análisis como el suyo. 

“I really think the value of this is to merge the history with current outcomes using statistical tools,” says Dell. “A historian could tell us more about the details of the mita, but they don’t necessarily have the quantitative tools to establish causality.” 

A partir de la lectura del ensayo, creo que se pueden sacar algunas sugerencias para los historiadores. 

En primer lugar, los historiadores debemos pensar en términos más amplios, como conceptos empleados por otras disciplinas: desigualdad, desarrollo, crecimiento. Esto nos lleva a orientar nuestras investigaciones en torno a preguntas y problemas, lo cual lleva a un enfoque completamente distinto del que solemos hacer, a veces basados en la descripción de un hecho o resaltar su importancia porque dicho tema ‘no ha sido trabajado antes’. 

En segundo lugar, podemos/debemos ampliar el marco de nuestras investigaciones y proponer modelos.  El hecho de que nos concentremos en determinados temas o ámbitos geográficos no significa que no podamos extender nuestras hipótesis a espacios y épocas distintas a la nuestra, siempre y cuando las variables que hemos escogido hayan sido analizadas y sometidas a prueba. 

Tercero, tratar de volver a los análisis de larga duración, al menos a prueba de ensayo, en los que podamos integrar diversas variables, tal como lo hace Dell, al partir de un sistema económico como la mita y articular educación, comunicación y propiedad agraria. 

De esto se desprende que, en cuarto lugar, necesitamos leer a los especialistas en otras disciplinas, tal como ellos lo vienen haciendo sin que nos percatemos de ello. El ensayo de Dell es un claro ejemplo del alcance que puede tener la interdisciplinariedad. 

Pero su ensayo también nos va a obligar a revisar ciertos postulados, lo que sería mi quinto punto. Su idea de que la presencia de haciendas fue positiva en el campo puede provocar el rechazo inmediato de los colegas, que asociamos haciendas con gamonalismo y explotación (sobre todo en el centenario de Arguedas), pero una revisión de los estudios sobre historia rural que aparecieron en los años ochenta puede dar interesantes resultados según el área y el momento que se estudie. 

Finalmente, mi último punto condensa todos los anteriores. Y tiene que ver con que los historiadores necesitamos arriesgarnos en nuestras investigaciones y tratar de proponer temas originales y que no hayan sido trabajados antes. Y en esto, creo que el ensayo de Dell va a servir como un referente en los próximos años.
 
 
Créditos: quiero agradecer a Ricardo Caro Cárdenas, por cuyo muro de facebook me enteré de este artículo. El artículo fue difundido originalmente en este post de Gran Combo Club. Stanislao Maldonado, estudiante del doctorado en economía en UC Berkeley y administrador del blog Asesinatos en el Margen, también ha comentado el paper aquí y aquí. La foto de la cabecera proviene de aquí. Las imágenes del interior vienen de aquí, aquí y aquí.

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.

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