El título del libro no puede ser más provocador: ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las doce claves del futuro (2010). Escrito por el periodista argentino Andrés Oppenheimer, en el mismo se plantea una idea tan simple como inquietante: “La obsesión latinoamericana con la historia nos está robando tiempo y energías para concentrarnos en el futuro” (p. 382). Es decir, dejemos de estudiar Historia para dedicarnos a algo más productivo: ciencias o ingeniería, en todo caso.
Las recientes celebraciones por los Bicentenarios y el uso político que algunos presidentes latinoamericanos buscaron sacar del mismo al ensalzar a los padres fundadores lleva al autor a considerar que nuestra lectura del pasado, a partir de este episodio en particular, es un obstáculo para obtener el tan ansiado desarrollo. No le falta razón en varios aspectos, como la necesidad de adaptarnos a un mercado competitivo, no confiar en los recursos naturales o establecer políticas educativas más adecuadas. Pero su planteamiento central es escalofriante, ya que promueve la formación masiva de técnicos sin un mayor conocimiento en otras áreas.
La mejor manera de contrarrestar un título como el del libro de Oppenheimer es con otro. En este caso, el de un libro de Lucien Febvre publicado en francés en 1952 y cuyo encabezado he tomado para esta nota. Me interesa llamar la atención sobre un discurso que se está instalando entre quienes manejan la política educativa. Este discurso plantea que las Humanidades, entre ellas la Historia, son áreas débiles y que pueden ser fácilmente suprimidas o manipuladas. Lejos de ser un fenómeno circunscrito a América Latina, es una tendencia mundial, que ha ganado espacio debido a la actual recesión económica como al auge de un pensamiento tecnócrata-neoliberal.
Esta arremetida contra la Historia adopta diversas formas, siendo algunas de ellas las intervenciones estatales en los textos escolares (Argentina, China, Corea del Sur, España, EEUU, Francia, Irak, Rusia), los recortes presupuestales a departamentos académicos (Gran Bretaña) o el incremento de horas a determinadas materias en perjuicio de las de Historia, tal como viene ocurriendo en Chile. Es en este país donde se viene desarrollado una intensa polémica que ha movilizado a historiadores (profesores y alumnos por igual), para reclamar al Gobierno por una medida que privilegia la educación técnica sobre la reflexión (el jueves pasado cerca de dos mil personas marcharon al Ministerio de Educación para entregar una carta que reflejaba su descontento por dicha medida). Los manifiestos públicos que han estado circulando por internet revelan cuán arraigada se encuentra la necesidad por mantener la enseñanza de la Historia en la ciudadanía chilena y por hacer de esta un ejercicio crítico de acercamiento al pasado común.
El que esto ocurra el mismo año de muchos de los Bicentenarios latinoamericanos nos pone en la incómoda situación de plantearnos una autocrítica como historiadores: ¿hemos logrado interesar a la gente por el estudio del pasado? Por lo visto, ya no basta con que proclamemos que el pasado es importante o que manifestemos a voz en cuello nuestra condición de especialistas en el mismo. Las reglas del juego han cambiado, por lo que necesitamos relacionarnos con otras disciplinas, aprender las nuevas tecnologías, conectar nuestros temas con problemáticas del presente e incorporar a los profesores de colegios y editores en nuestra tarea. Y necesitamos hacerlo con urgencia, ahora que la memoria y los DD.HH. han comenzado a ser reexaminados de acuerdo con intereses políticos para favorecer la impunidad y el olvido. De lo contrario, los jóvenes van a seguir confundiendo a Abimael Guzmán con el gerente de CLAE, Carlos Manrique, según lo reveló un reportaje televisivo emitido en diciembre del año pasado.
Esta nota apareció publicada originalmente en Puntoedu.
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Para seguir el desarrollo de los eventos en torno a la protesta de los historiadores chilenos pueden acceder a los siguientes links:
El primer texto que circuló de manera masiva y pública sobre el tema fue esta Declaración de estudiantes, profesores e historiadores respecto de la reducción de horas de clases de Historia, que reunió más de ochocientas firmas de historiadores chilenos.
Se ha creado además el blog Historia y Reforma, que recopila información sobre la protesta y está en permanente actualización. Por facebook, recomiendo también el Grupo de Estudios Americanos.
Para tener una visión más amplia sobre la reforma educativa propuesta por el Gobierno de Sebastián Piñera, recomiendo el excelente blog Sala de Historia.
Fotos sobre las movilizaciones del 25 de noviembre aquí y del 02 de diciembre aquí.
Si son twitteros, recomiendo estas cuentas: Sala de Historia, Historia Lucha, Fernando Purcell, Pablo Whipple
Créditos: La foto de la cabecera viene de aquí.