Imposible no reconocerlo, sobre todo si usted lo ha visto en películas desde los años ochenta en adelante. La naturaleza multifacética de Tom Hanks durante estos años bien justificaría su aparición como portada del Time, pero es al otro Hanks al que esta revista busca descubrir: el divulgador del pasado. Su relación temprana con la historia, como para muchos de nosotros, no fue de las mejores, pero luego la convertiría en su mejor aliada, al mismo tiempo que interpretaba films que han devenido en parte de la cultura popular y que exploran el pasado más reciente, como Saving Private Ryan, Apollo XIII y Forrest Gump.
El artículo del Time enfoca la labor que viene haciendo Hanks sobre miniseries para TV y que va va más allá de su labor como productor (por lo pronto, hoy se estrena The Pacific, basada en las experiencias de los soldados norteamericanos en el frente del Pacífico en la guerra contra Japón). La nota pone énfasis asimismo en cómo Hanks está ayudando no solo a transmitir contenidos históricos a una audiencia cada vez mayor sino de qué manera permite repensar lo que se ha aprendido en las aulas.
Las miniseries tienen una larga y productiva relación con la historia, especialmente en los últimos años, en las que algunas de ellas, por la originalidad de sus temas y el cuidado puesto en la reconstrucción del contexto, han gozado de las simpatías de la crítica y del público. Entre las que fueron vistas en América Latina y fueron comentadas favorablemente, podemos mencionar Band of Brothers, The House of Saddam y John Adams, entre muchas otras. Por ello, cadenas como HBO están apostando por este tipo de formato, dado el éxito que tienen.
¿Se trata solo de un producto más que tiene al pasado como tema? Claro que no. Las miniseries forma parte de un conjunto de prácticas y percepciones que, al menos en Estados Unidos, tiene en el pasado algo muy vivo, con rituales como los reenactments (las escenificaciones de episodios históricos) hasta los blogs. Y en la medida en que este pasado permite comprender el presente es solo otra de las dimensiones que debemos agradecer a la historia y quienes buscan transmitirla.
Y Hanks parece sentirse a gusto en este nuevo rol, de historiador a ambos lados de la pantalla, según lo manifiesta a Time.
Tom Hanks se convierte en el Jefe de la Historia norteamericana
“Para el joven Tom Hanks, la historia era algo tan obscuro como una ecuación algebraica. Para Hanks -un clásico baby boomer, nacido en 1956- la Segunda Guerra Mundial era apenas una larga cadena de recuerdos lejanos en blanco y negro. Pero él tenía una conexión más cercana con ese cataclismo globa. Su padre había sido mecánico naval de segunda clase en el ejército norteamericano. Pero Amos Hanks no era de los que les cuentan historias de coraje y sacrificio a sus hijos. “Mientras crecía, siempre supe que papá era alguien que arreglaba cosas en el Pacífico”, dice Hanks. “Él no tenía nada que decir sobre la Marina. Él la odiaba. Él odiaba todo lo referido a ella. No tenía historias de gloria sobre ella”.
De vez en cuando, Hanks disfrutaba de algún thriller como “Battle of the Bulge”, pero prefería Los Tres chiflados, James Bond o cualquier película de Sofía Loren. Como muchos norteamericanos, para él la memorización de datos era algo aburrido. Porque su familia se relacionaba directamente con Nancy Hanks Lincoln, madre del decimosexto presidente, él reciclaba continuamente el pequeño ensayo sobre ella para obtener calificaciones sin un mayor esfuerzo. “Mi idea de la historia norteamericana era la de un curso que estabas obligado a tomar”, dice Hanks, riendo. (…)
Durante la década pasada, Hanks ha trabajado en sobretiempo para apoyar el Museo Nacional de la IIGM en Nueva Orleans -un proyecto personal del historiador Stephen Ambrose, en cuyo libro se inspiró Band of Brothers. el 2 de marzo, el museo, que pronto inaugurará un ala dedicada al Pacífico, albergó una recepción luego de una exhibición de The Pacific, a la que asistió la última generación de personas que consideran el Día V-J (Victory over Japan, la Victoria sobre Japón), un compromiso personal. Adonde quiera que Hanks viaja, los veteranos lo acosan con agradecimientos: “Ahora los chicos de la Guerra de Corea han comenzado a acercarse a mí, diciendo, ‘¿Y qué hay de nosotros? Mientras otros veteranos dicen cosas como, ‘¿Cuándo vas a hacer algo sobre Vietnam?’ (…) Estos muchachos me dirían cosas como “Si tú no vas a contar la historia de Saipán, entonces no estás contando la historia de la IIGM” (…)
Lo que diferencia a Hanks de los historiadores profesionales es su convicción que la experiencia histórica debería ser una experiencia personal. Él se indigna con la percepción de la historia como una acumulación de datos, por lo que prefiere el trabajo de historiadores orientados a la divulgación, como Mccullogh, Ambrose, Barbara Tuchman y Doris Kearns Goodwin. Hanks busca espectadores que se puedan identificar con sus ancestros, permitiéndoles así evaluar la persistencia de la ambigüedad en la moral, la voluntad humana y el azar en la forja del pasado. Y él quiere ser transportado al pasado, con una banda Sousa tamborileando lo más fuerte posible.
A medida que la estrella de Hanks comenzaba a elevarse en los años noventa, él comenzó a buscar nuevas fuentes de lo que él llama “conocimiento histórico que pueda ser a la vez entretenido” (entertainable historical knowledge). Las novelas de Leon Uris -Mila 18, Armageddon y Éxodo- enseñaron a Hanks a sentir la historia de una manera que su profesor jamás lo había hecho, pero el nivel entretenimiento debía ser hiperkinético si se trataba de capturar su atención. (…) Las miniseries de Ken Burns sobre la Guerra Civil norteamericanas, lanzadas por PBS en 1990, le dieron un sentido de cómo podría cerrar esa brecha. “La vi con mi hijo”, recuerda Hanks. “No había nada más que música con cabezas parlantes, y la exhibición de viejas fotografías (…). Pero terminaba llorando al final de cada hora de tan poderoso e increíble forma de entretenimiento. Entonces pensé que debería haber otras formas en las que HBO podría hacer que la historia fuese interesante para la gente”. (…)
Y está complacido que The Pacific haya satisfecho una obligación hacia los veteranos de la IIGM. Él no concibe la serie como solo una ventana a la historia. Él espera que esto ofrezca a los norteamericanos una oportunidad para reconocer el sacrificio de los actuales soldados en Irak y Afganistán. “Desde afuera, queremos hacer que la gente piense cómo nuestras tropas pueden reinsertarse en la sociedad, en primer lugar”, dice Hanks. “¿Cómo es que ellos pueden adaptar sus vidas a las del resto de nosotros? En la IIGM nosotros veíamos a los japoneses como “amarillos, de ojos rasgados” que creían en diferentes dioses. Ellos estaban dispuestos a matarnos porque nuestra forma de vida era distinta a la suya. Nosotros, a su vez, queríamos aniquilarlos a ellos porque eran distintos. ¿Acaso eso suena familiar, por casualidad, a lo que ocurre ahora?”.
No hay tal cosa como la historia definitiva. Pero lo que una vez fue un pasatiempo ahora se ha convertido en la obsesión de Hanks. Es un hombre con la misión de hacer que las páginas cobren vida, para mantener en constante revisión la historia que conocemos y, en el proceso, permitirnos entender no solo nuestro pasado sino las elecciones que hacemos en la actualidad.