Comentarios a “La Teta Asustada”

Como estas cosas solo parecen suceder en el Perú, no debe sorprender lo que ha ocurrido con La Teta Asustada. Apenas se supo que había ganado el Berlindale, una avalancha de críticos le salió al frente para opinar sobre todo aquello que se pudiera opinar: desde si el premio era o no justificado hasta hacer análisis de la película, su simbolismo, lo que “representaba”, lo que no representaba, lo que debía representar y cómo lo hubieran representado ellos si la hubiesen dirigido. ¡Y todo esto sin haber visto la película! Por lo cual o hemos logrado avanzar tanto que podemos opinar solo viendo el trailer en YouTube o sencillamente es más fácil rendirnos ante una ideología determinada antes que tomarnos el trabajo de hacer lo que cualquiera haría antes de dar un juicio de valor: ver la película, sopesarla, intercambiar ideas y (¡solo recién!) dar una opinión.

La Teta Asustada ya fue estrenada hace más de una semana con notable acogida del público, el cual ha llegado a 90 mil espectadores. Pude verla el viernes pasado y, en mi opinión del que no es especialista, puedo decir que se trata de una gran película: oscura, compleja, impredecible, con chispazos de ironía, y sobre todo, un sólido guión que se complementa por la hábil dirección de Llosa y la magnífica actuación de Magaly Solier, envuelta en una tristeza infinita dentro de su personaje de Fausta. El escenario ya no es el de la serranía, como ocurría en Madeinusa, pero Claudia Llosa se las ha arreglado para seguir siendo inquietante y perturbadora en un escenario que se mueve en lo urbano por la cercanía con la capital pero distante culturalmente a los indiferentes limeños.

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Pero una película tan rica en significados y que se sostiene en un tema que ha sido poco explorado como el de las secuelas de la post guerra suele generar reacciones diversas, así que hemos reunido algunas reseñas sobre la película, para que el lector pueda tener diversos puntos de vista pero con el ánimo de que sea finalmente él quien saque su propia conclusión sobre la película. La primera de las reseñas es de Tomasini Sinche, periodista de Expreso quien acaba de inaugurar un blog con sus críticas de cine (El inútil combate). La segunda es el de Aldo Mariátegui, del diario Correo. Luego, va el comentario de Michael Mendieta, responsable del Fondo Pedagógico San Marcos. Al final, incluyo la reseña del filósofo y crítico de cine Sebastián Pimentel que fue publicada el sábado pasado en Somos, suplemento de El Comercio.

 

Tomasini Sinche. Enferma de miedo

El triste canto quechua de una anciana moribunda sobre un fondo oscuro da inicio a “La teta asustada”. Es un comienzo lento y tímido que nos da cierta idea de la atmósfera dramática del filme escrito y dirigido por Claudia Llosa. Atmósfera que se refuerza con el expresivo rostro triste del personaje principal: Fausta, que es interpretado de manera eficaz por la joven actriz y cantante Magaly Solier, quien trabajó con Llosa en “Madeinusa” (2006), debut cinematográfico de ambas.

La tristeza de Fausta es causada por la enfermedad de “la teta asustada”, que se basa en el mito andino de que las mujeres violadas durante la guerra del terrorismo traumatizaron a sus hijos al amamantarlos. La madre de Fausta –la anciana que muere cantando al inicio– fue violada por terroristas mientras la gestaba, de ahí el carácter retraído del personaje de Solier, quien se protege de los violadores insertándose una papa en la vagina.

Leer reseña completa en: El inútil combate

 

Aldo Mariátegui. Las tetas confundidas

Vi La teta asustada y mientras salía pensaba en las reacciones distintas que se darían en diversas gentes (en clave de humor):

– Un chico europeo: Por ejemplo, si nuestro protagonista fuera un chico europeo que ha salido el viernes con su pareja para ir al cine, que no tiene la menor idea del Perú (como el 80% de europeos) y que se metió a ver esta película sea porque ganó la Berlinale o sea porque ya se habían acabado las entradas para la otra función que quería ver, pensaría que el Perú es un país muy salvaje, casi africano; donde la gente es tan ignorante que piensa que las penas se transmiten por la leche materna, donde si alguien de la familia se muere, es normal guardar el cadáver en un rincón de la casa, intentar subirlo a un bus interprovincial o llevarlo al mar para fondearlo; donde un médico público detecta que una chica (que parece menor de edad) se ha puesto una papa -que hasta incluso crece, con raíces y todo en la vagina y no se la quita como es su deber u obliga a los familiares que lo ayuden a hacerla para evitar infecciones, amén de recomendar que la lleven donde un especialista que trate su trauma.

Leer reseña completa en: Correo

 

Michael Mendieta. De Tetas y Vaginas

Mi interés en el film estuvo motivado por las noticias que los medios de comunicación venían propalando desde el año pasado, y que anunciaban la realización y pronto estreno de la segunda película de esta joven directora peruana radicada en España. El interés también provenía de la grata sensación que tuve al ver su opera prima Madeinusa, pese a la polémica generada en los medios de comunicación, así como entre algunos profesores, colegas y amigos, o las conversaciones, de todo calibre, que se produjeron en pasadizos o en algún otro lugar propicio para la tertulia. Por último, por el carácter propio del Festival de Berlín, que es, al igual que el de Cannes o el de Venecia, uno de los más importantes del mundo.
 
Fui a ver la película con la misma persona con quien vi el primer film de la directora peruana (2007); en aquella ocasión hubo convergencia en la opinión sobre el film. Sin embargo, esta vez, al terminar la proyección y tras la aparición de los créditos de la película, sentí una gran decepción; y las razones de esta impresión, desde un modesto punto de vista generado por mi afición al cine y mi naturaleza de un humano sensible que quiere expresar sus ideas sobre esta película, las explico a continuación.
 
Esta película, como ya otros mencionan, posee un adecuado lenguaje cinematográfico, destacándose el tono sombrío que usa la directora en ciertas ocasiones, como en las que la protagonista se desenvuelve en la casa de la patrona, así como la fotografía, particularmente en las escenas donde participa el pueblo de Manchay como extra (hay una escena donde se ve a los pobladores con un grupo de parejas que contraen matrimonio posando para tomarles unas fotos o el desfile que realizan para dar obsequios a los novios).
 
Cabe resaltar, obviamente, las actuaciones. Como en su anterior película, Llosa utiliza gente desconocida o aficionada al cine, como es el caso de Magaly Solier, quien actúa de manera muy destacada, pero creo que resalta más cuando está fuera de las grabaciones, vale decir, en su aspecto de la vida cotidiana, donde se distingue por sus comentarios sinceros y transparentes sobre la guerra interna o la política actual (esto último se comprueba en las notas publicadas por el periodista Marco Sifuentes en su blog
www.utero.pe, otrora Útero de Marita, a raíz de la visita que realizó con ella a la muestra “Yuyanapaq”, en el Museo de la Nación)
 
El tema central de la película es muy sencillo, aunque algunas personas puedan interpretarlo como algo vulgar: es la historia de una mujer con una papa en la vagina. Sobre este aspecto, Llosa delinea el desarrollo de la película más allá del nombre que tiene este largometraje y su relación que muchos encuentran con la guerra interna y en especial con las mujeres, sabemos que en muchas ocasiones muchas de ella sufrieron vejaciones por las Fuerzas Armadas generando traumas psicológicos. “La teta asustada” es una creencia andina del traspaso del miedo y la tristeza que se da de madre a hijo; creencia que fue investigada por la antropóloga estadounidense, Kimberly Theidon. Se dice que Llosa se inspiró en los estudios antropológicos de Theidon. Al respecto, creo que pesa más el hecho mencionado líneas arribas, que consiste en un recurso complementario para algunos, pero que en realidad es el determinante. Todo se confirma cuando se observan los hechos que transcurren desde la muerte de su madre, al inicio, hasta que el jardinero le obsequia la “flor de papa” al final.
 
La madre de Fausta (Magaly Solier) realiza su despedida de este “mundo de los vivos” con una canción en quechua. Inmediatamente notamos que su relación con su madre es muy estrecha. Fausta no quiere romper este vínculo con la madre, como si el cordón umbilical no se hubiera roto proyectándose con el tubérculo que ya lo tiene incrustado, no sabemos desde cuando exactamente, en su parte intima. Fausta no quiere deshacerse de su madre: sufre, llora, se desmaya; es capaz de cualquier cosa para enterrarla y para ello hace un pacto indirecto con la patrona por un puñado de perlas.
 
La vida de Fausta transcurre en el pueblo de Manchay. Este lugar se convierte en un espacio complementario de la ficción que quiere realizar Llosa. En ningún momento la directora evita reflejar la realidad de las zonas marginales de Lima, tan solo la utiliza como un elemento extra, casi como adorno, que permite acompañar la trama. Las escenas donde participan los lugareños es muy discutida: una población entusiasmada por los matrimonios posando sobre muros ficticios que representan escenarios paradisíacos y el desfile de ellos para dar obsequios a los recién casados. En este caso, la directora utiliza pinceladas de las costumbres del interior del país, pero no las refleja tal como son, en ningún momento busca representar la reciprocidad andina o el “don” y “contra don” estudiado por Marcel Mauss.
 
Otro aspecto es la relación de Fausta con los hombres: su tío, la relación que establece con el jardinero y, en especial, con cualquier extraño (destaca la escena de los cargadores de piano y Fausta caminando de forma apresurada delante de ellos). Podemos decir que es un miedo enfermizo hacia los hombres que tiene su sustento para no repetir el caso de la madre, hecho que provoca que tenga en su vagina este tubérculo (hay dos instantes que se observa que ella corta las raíces del mismo). Pero Fausta no proyecta solamente miedo, también se protege, como se aprecia en la escena en la que para protegerse de un perro le arroja una paloma herida, e incluso es capaz de todo por conseguir algo: luego del matrimonio de su prima regresa a la casa de la patrona donde obtiene las perlas prometidas, acá encierra un detalle que el film no muestra ¿Cómo logró hacerlo? En una escena se observa un brazo tirado sobre la  cama ¿será la patrona asesinada por Fausta? La parte final es la “liberación”, consigue enterrar a su madre y con el apoyo del jardinero se libera del objeto indeseado. La protagonista por fin sonríe. Salen los créditos finales.
 
Si bien es cierto que desde finales de la década del noventa hay una oleada de jóvenes directores  que realizan trabajos sobresalientes (Josue Méndez con Días de Santiago y Javier Corcuera con La espalda del mundo, entre otros) que permiten cimentar una cinematografía nacional. Los dos trabajos que ha realizado Claudia Llosa son en este punto cuestionables en la medida de cómo entendemos el desarrollo de un cine nacional y lo que se entiende por  la ficción o aspecto creativo de un intelectual y su aporte en la medida de reflejar aspectos de la realidad.
 
Llosa toma hechos muy circunstanciales, a partir de los cuales arma todo un andamiaje para crear  algo exótico que puede ser llamativo para la comunidad internacional. Esto equivale a armar una vitrina con elementos muy decorativos y atractivos con el fin de generar en el público una simple distracción más allá de la función que debe tener un intelectual orgánico según el análisis gramsciano. Apunto que el interés de Llosa no es que la película sea vista por nosotros sino por el público extranjero. Para ello utiliza elementos como los diálogos en quechua, utiliza a la población, la cual actúa como elemento decorativo: bailando (bajo el ritmo del grupo Los destellos), desfilando o divirtiéndose (destaca la escena de la piscina).
 
El jurado que forma parte de los festivales de cine, mas allá de estar conformado por destacados directores o actores renombrados, cae en la contemplación y asombro por estos temas. Recordemos que el año pasado (2008), en el mismo festival, obtuvo el Oso de Oro la película brasileña Tropa de Elite que mostraba la violencia mas descarnada de las favelas y de los agentes especializados de la policía. Tras conocer la noticia del premio mayor hemos visto en estos días el reconocimiento a la directora por nuestras autoridades, sin que ellos en muchos casos hayan visto la película, que cofunden manifestando el tema “realista” que refleja.

 

Sebastián Pimentel. La Berlinale hizo justicia. La Teta Asustada, una obra maestra de Claudia Llosa

Claudia Llosa ha confirmado lo que ya sabíamos los admiradores de Madeinusa. Estamos ante una cineasta capaz de crear un universo propio más allá de cualquier fórmula conocida. Su ópera prima ya había dado las coordenadas para esta segunda película, lo que no significa que La Teta Asustada deje de aventurarse por caminos nuevos, más melancólicos.

Fausta (Magaly Solier) es una joven casi autista. Según las creencias populares, ella tiene “la teta asustada”, mal transmitido por la leche de su madre —quien fuera violada en la época del terrorismo—. Debido a su miedo, Fausta introduce una papa en su vagina, como protección ante los crímenes que padeció su progenitora. La película empieza cuando esta fallece en sus brazos. Durante todo el metraje, Fausta buscará algo aparentemente simple, pero muy difícil para la gente pobre: dar sepultura a un ser querido.

Vida en el desierto
La cinta se construye a través de planos fijos, de duración densa, vistas de un pueblo joyo hecho de esteras en medio del desierto. Todo remite a la muerte: vacíos, tiempos dilatados, escasez, arenal. Sin embargo, en medio de la carestía, la vida florece: los pobladores celebran sus fiestas, organizan matrimonios con oropeles y globos coloridos (Llosa elige el rosado y celeste, que contrasta fuertemente con el fondo pálido y gris), se ríen, juegan, improvisan —cruel paradoja— una piscina donde, en un principio, la protagonista iba a enterrar a la madre.

En efecto: a pesar de la pobreza, el pueblo prefiere la vida. Menos uno. Pronto queda claro que ese tiempo lento que experimentamos los espectadores es el de Fausta. Ella está como petrificada y desconectada frente a esa realidad que le resulta intolerable, frente a la que es imposible reaccionar o pensar. Por eso sus desmayos, sus sangrados, sus desfallecimientos constantes —que, además, no merecen explicaciones satisfactorias por parte de los médico—.

La Teta Asustada también tiene otra dimensión, la que lleva a la irrealidad a través de un realismo exacerbado; a través del fetichismo o poder de atracción que se le da a los objetos o partes de un cuerpo (la papa); del gobierno de la pulsión (de muerte) y del tiempo cíclico consustancial a este mundo naturalista donde todo proviene de los deshechos, de la tierra, para volver a ella.

Como Buñuel, Llosa cree en la realidad pulsional del hombre: acá todos son presas o predadores. La presa es Fausta, asediada por algún joven que se le insinúa grotescamente. También puede entenderse que ella ha distorsionado las cosas por su “enfermedad” o delirio —rasgo que también comparte con el autor de Él—, y no puede aceptar una actitud gratuita, como la que proviene del jardinero de la señora que la ha contratado como empleada.

Por último, hay que decir que La Teta Asustada no debe nada a Buñuel o Von Stroheim. Por el contrario, lo que hace Llosa es recrear ese naturalismo salvaje desde el Perú, para dar a esa vertiente del cine una nueva modernidad. Mucho queda por decir de esta obra maestra, como la resonancia de un trauma nacional que amenaza con paralizar a seres bellos como Fausta, encarnación de una minoría que sobrevive a su miedo mediante canciones secretas, frágiles —pero tan vibrantes como las plantas que, de vez en cuando, asoman por los resquicios menos pensados del filme—.

 

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.

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