A diario, la prensa internacional nos bombardea con noticias en torno a lo que los medios han venido a llamar la “crisis europea de migrantes”. La Organización Internacional para las Migraciones (IOM, por sus siglas en inglés) ha denominado al Mediterráneo como la región “fronteriza más peligrosa” en el mundo. Docenas de artículos, ensayos fotográficos y programas radiales buscan transmitir el inmenso sufrimiento humano producido por los millones de individuos y familias que se movilizan buscando alivio, seguridad y oportunidades para comenzar una nueva vida. En los últimos meses y semanas, varios países de América Latina han salido al frente a declarar una política de “puertas abiertas” para dichas personas, llegando a proponer incluso la asignación de visas. Desde Brasil, Chile, Venezuela, y otros países, diversas voces insisten en que cualquier solución para esta crisis demandará una respuesta global, y no solo un ajuste temporal de las instituciones y políticas europeas.
Estas voces están probablemente en lo cierto: una rápida revisión de las cifras confirma que estamos enfrentando un problema que requiere soluciones e intervenciones a escala intercontinental. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha señalado que el “desplazamiento a nivel mundial” ha crecido más en un solo año que en décadas pasadas. Se estima que hay 60 millones de personas en calidad de desplazados –un promedio de una por cada 122 personas se encuentra en la condición de “refugiado, desplazado en su propio territorio o buscando asilo”, según lo señaló la ACNUR en junio pasado. Hacia el final de este año, se estima que 400,000 personas tratarán de cruzar el Mediterráneo en dirección a Europa. Algunas organizaciones sugieren que estos estimados son conservadores, indicando que las proyecciones para el 2015 se aproximan al medio millón de personas. Para el 2016 el estimado debería ser similar, si no mayor.
Las personas desplazadas que conforman estas estadísticas provienen de diferentes países: Afganistán, Irak, Eritrea, Congo, Somalia, Sudán, Albania, Nigeria, Siria y otros más. No obstante, la gran mayoría de los políticos, diarios, televisión y redes sociales latinoamericanos han emitido comunicados solo acerca de los refugiados sirios. Ello se debe, en parte, al hecho de que los sirios constituyen el porcentaje más amplio de migrantes que tratan de llegar a Europa (y otros territorios). Este mes, el Consejo de Asuntos Exteriores ha estimado que el total de ciudadanos sirios que huyen de la guerra civil en su país (iniciada en 2011) representa aproximadamente el 40% de las 400,000 personas que han llegado a Europa a través del Mediterráneo (es decir, 160 mil). Los afganos y eritreos conforman los siguientes grupos con mayor porcentaje (11% y 7%, respectivamente), muy por atrás de los sirios.
Sin embargo, la atención puesta por los medios latinoamericanos en los refugiados sirios no puede ser reducida tan solo a una cuestión estadística. Mientras los sirios representan un alto porcentaje del total de migrantes, la gran mayoría (el 60%) de personas desplazadas y en movimiento en el Mediterráneo vienen de otros lugares. Si este es el caso, debemos preguntarnos: ¿qué otros factores están en juego?
Como investigadora, he dedicado los últimos cinco años a escribir sobre las relaciones históricas entre los países de América Latina y el Medio Oriente durante el siglo XX. Tomando en cuenta esto, considero que nos detengamos un momento para abordar la historia del movimiento humano entre estas dos regiones desde una perspectiva histórica. Aquí en el Khayrallah Center, uno de los principales objetivos de mi estancia de Post-doctorado en Estudios de la Diáspora del Medio Oriente es la de preservar y compartir el conocimiento sobre la inmigración siria y libanesa en América Latina. Para ello, he estudiado el contento histórico en el cual los inmigrantes sirios llegaron a América Latina desde el siglo XIX.
Líderes como Cristina Fernández de Kirchner, Dilma Rousseff y el ex-presidente uruguayo José “Pepe” Mujica han manifestado su intención de jugar un rol activo en la ayuda a los refugiados sirios del siglo XXI. Creo que puede ser muy provechoso observar el contexto histórico de la migración siria a América Latina de manera paralela con estas iniciativas políticas de hoy en día. Este perspectiva permite una narración de dos regiones del mundo que han estado conectadas una con otra por más de un siglo a través de procesos de migración transatlántica.
Mientras que la mayoría de norteamericanos están familiarizados con la idea que Estados Unidos es un “país de inmigrantes”, muchos no se percatan que este término también puede ser utilizado a su vez para describir a gigantes como Brasil y Argentina. En 1914 una de cada tres personas viviendo en Argentina habían nacido en el extranjero. Y si por alguna razón, uno se encontraba en Buenos Aires, la capital argentina, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, lo más probable es que más de la mitad de tus conocidos en la ciudad fuesen inmigrantes. Otras ciudades de América del Sur como Sao Paulo y Montevideo compartían tendencias demográficas similares.
Los pensadores del siglo XIX, como el argentino Juan Bautista Alberdi, apostaron por la inmigración masiva de europeos a Argentina como una forma de desarrollar el país. Su famosa frase “Gobernar es poblar” resume esta extendida filosofía que proponía llenar las recientemente independizadas naciones latinoamericanas con legiones de inmigrantes para trabajar en fábricas y arar los campos. Los políticos e intelectuales que compartían esta forma de pensar solían imaginar a una multitud de europeos engrosando la fuerza laboral de sus respectivos países. Y ciertamente millones de europeos llegaron al Nuevo Mundo, principalmente españoles e italianos. Junto a estos contingentes de europeos del sur llegaron también inmigrantes de otras partes: Japón, China, el sudeste asiático, y miles de personas provenientes de la región siria del Imperio Otomano.
Los números exactos son difíciles de establecer, pero se estima que alrededor de 250,000-300,000 personas arribaron a los tres países más grandes de América Latina (Argentina, Brasil y México) desde la región que en la actualidad incluye los territorios de Siria, Líbano, Palestina y Jordania. Otros países latinoamericanos como Chile y Colombia, recibieron grupos más modestos de inmigrantes sirios antes de la Primera Guerra Mundial, con cifras que van de las 5,000 a los 10,000 personas. Países con bajas tases de inmigrantes contaban con mucho menos recién llegados. Bolivia, por ejemplo, contaba con solo 86 inmigrantes de lengua árabe según el Censo nacional de 1900.
A medida que los inmigrantes provenientes de países árabes llegaban a América Latina, estos se percataron rápidamente que no podían confiar en que los gobiernos latinoamericanos les brindasen los recursos que necesitaban para realizar una transición adecuada hacia sus nuevas vidas. De modo que acudieron a sus propias comunidades, su “colectividad” o “coletividade”, respectivamente. En aquellos países donde los sirios y libaneses se establecieron a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX –en las Américas y otros territorios– estos inmigrantes comenzaron a construir estas redes de manera activa y entusiasta. Clubes locales, sociedades de ayuda mutua, círculos artísticos, espacios intelectuales, asociaciones hereditarias, grupos de caridad e instituciones religiosas se convirtieron en los pilares de muchas comunidades árabe-latinoamericanas. Estas organizaciones cumplieron diversos roles en las comunidades a las que sirvieron. Las sociedades de ayuda y asistencia se dedicaron a enseñar español y portugués a los recién llegados. Varias generaciones después, muchas de estas organizaciones se encontraron a sí mismas enseñando árabe a los hijos y nietos de los primeros inmigrantes, como parte de un esfuerzo por preservar la cultura del Medio Oriente en medio de la diáspora.
Estas organizaciones de ayuda y asistencia fueron diseñadas originalmente no solo para ofrecer cursos de idiomas, sino para brindar atención médica, comida, pequeños préstamos y servicios religiosos y espirituales a quienes recién se integraban a la comunidad de inmigrantes árabes en América Latina. En momentos en que los gobiernos latinoamericanos no estaban en capacidad para ofrecer este tipo de servicios, estos grupos de voluntarios llenaron dicho vacío. Durante mi investigación consulté archivos de instituciones similares, entre ellas el Club Sirio Libanés, el Hospital Sirio Libanés de Buenos Aires y el Centro Islámico Árabe de Mendoza, en Argentina.
En el siglo XXI, muchas de estas organizaciones aún existen, administradas por ciudadanos latinoamericanos, pero cuyos orígenes pueden ser rastreados hasta Siria, Líbano o Palestina. Un siglo o más después de haber sido fundados, muchos de estos grupos permanecen fuertemente conectados a acontecimientos que ocurren a miles de kilométros de donde se encuentran. Cuando comencé mi investigación para la tesis del doctorado en 2011, pude hacer muchos de mis contactos iniciales y más importantes durante una cena de caridad que tuvo lugar en Buenos Aires y donde se buscaba reunir dinero para las víctimas de la guerra civil en Siria que había comenzado por ese entonces.
Si observamos con cuidado la cobertura dada por los medios latinoamericanos a la situación de los refugiados sirios, podremos encontrar que algunas de estas asociaciones de inmigrantes se encuentran operando hoy en día. Por ejemplo, en la pequeña ciudad de Gualeguaychú, ubicada al noreste de Argentina, el Centro Sirio Libanés ha anunciado recientemente a los medios nacionales que sus miembros han logrado reunir los recursos necesarios para albergar de 8 a 10 familias sirias en su comunidad. Algunos miembros del Centro hablan árabe, y están dispuestos a actuar como intérpretes, mientras que los empresarios de origen árabe-argentino han manifestado que ayudarán a los recién llegados a insertarse en el mercado laboral. De esta forma, organizaciones como la descrita anteriormente continúan con el trabajo que comenzaron décadas atrás mientras veían cómo una serie de violentos episodios en Medio Oriente empujaban a miles de personas al exilio.
Hay todavía un largo camino por recorrer antes que cualquier país latinoamericano adopte las medidas legislativas necesarias para admitir y brindar apoyo a un número importante de refugiados, sean estos sirios o de cualquier otro origen. No obstante, será interesante observar en las semanas y meses que vienen, qué tipos de redes de solidaridad extra-gubernamental, nuevos o ya existentes, aparecen para ayudar a los sirios en los países latinoamericanos. Tal como lo han dado a entender los miembros de estas organizaciones, los esfuerzos por ayudar durante esta crisis migratoria dependen de las iniciativas que tomen los gobiernos nacionales. Creo que a medida que la situación avance, veremos cómo estas organizaciones y redes encuentran formas creativas para influir en la experiencia de los nuevos migrantes que llegan a América Latina en los próximos meses (y posiblemente años).
En este momento crítico, en el cual las personas alrededor del mundo se conectan para obtener información sobre cómo los inmigrantes atraviesan los océanos, las fronteras y otros terrenos no menos hostiles, debemos mirar hacia posibles soluciones globales para ayudar a reducir el sufrimiento humano que caracteriza este tipo de desplazamiento. Pero este es un momento que también nos recuerda que hay que mirar hacia atrás, a una larga historia de personas, recursos e ideas que circularon a medida que un imperio se desmoronaba. Al observar las redes creadas por los cientos de miles de sirios, libaneses y palestinos cuyos viajes terminaron en suelo latinoamericano, podemos especular de manera más informada sobre las futuras redes y comunidades que millones de desplazados sirios crearán para ellos en los próximos días y años.
Fuentes y referencias
UNHCR Global Trends Report: World at War, June 2015: http://www.unhcr.org
Council on Foreign Relations, CFR Backgrounders: Europe’s Migration Crisis: http://www.cfr.org
NPR, The Migrant Crisis, By The Numbers, September 2015: http://www.npr.org
Baily, Samuel & Eduardo Jose Miguez. Mass Migration to Modern Latin America (Wilmington, DE: Jaguar Books on Latin America, 2003).
Balloffet, Lily. 2015. Mahjar Maps: Argentina in the Global Arab Diaspora (Unpublished Doctoral Dissertation). University of California Davis, Davis, CA.
Lily Balloffet es Ph.D. en Historia por la Universidad de Davis, California. Ha investigado extensamente sobre la migración árabe a América Latina, especialmente Argentina. En la actualidad es Postdoc en el Moise A. Khayrallah Center for Lebanese Diaspora Studies de la Universidad de North Carolina. Para conocer más sobre sus proyectos y perfil académico, pueden visitar su perfil web o este post del Hoover Institute, donde ella explica su tesis doctoral. Email de contacto: <lgballof@ncsu.edu>
* Cien años de migración y redes: América Latina y el mundo árabe apareció originalmente en inglés como: Latin America & the Arab World: One Hundred Years of Migration en la plataforma web del Moise A. Khayrallah Center for Lebanese Diaspora Studies. Agradecemos la autorización para publicar la presente versión en español.