Decir que la historia de Cuba se divide en un antes y después de 1959 no es repetir un lugar común, al menos no para los historiadores. Porque si bien la imagen de la Revolución Cubana y de quienes la hicieron posible nos llega hasta el día de hoy –especialmente por el Che Guevara–, el periodo posterior a 1959 ha significado un reto mayor para los investigadores, dado que a diferencia de otros países, el acceso a los archivos cubanos es imposible. Ocurría lo mismo con los archivos soviéticos, pero con la caída de la URSS estos pasaron a estar más accesibles, gracias también a internet, llevando a revisiones necesarias y exhaustivas de la Guerra Fría.
Pero en el caso cubano, la Revolución sigue en pie, y mientras eso pase, mantendrá un control estricto sobre los documentos internos que permitirían conocer más y mejor el papel que la isla y su proyección mundial han tenido en estas décadas. Pero este impedimento no ha desanimado a los investigadores a escribir sobre la Cuba post-Castro, y hemos visto aparecer muy buenos libros, especialmente luego del aniversario 50 de la Revolución, como los escritos por Lilian Guerra (Visions of Power in Cuba: Revolution, Redemption, and Resistance, 1959-1971, publicado el año pasado), o una visión comprehensiva y completa sobre la historia reciente de Cuba por Louis Pérez Jr (Cuba Between Reform and Revolution, 2010) yMarifeli Pérez Stable (The Cuban Revolution: Origins, Course, and Legacy, 2011) .
Junto a ellos, Piero Gleijeses (Venecia, 1944) ha desarrollado una línea de investigación que pone a Cuba en el centro del ajedrez mundial de la Guerra Fría. Su primer libro, Conflicting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959-1976, exploraba el rol de Cuba en Angola, como una forma de llevar la revolución socialista al Tercer Mundo ante la dificultad de hacerlo en América Latina, su “patio trasero”. Luego escribiría una muy sugerente síntesis que constituye un punto de partida para todo aquel que quiera comprender la Guerra Fría desde la Revolución Cubana: The Cuban Drumbeat. Y acaba de publicar otro libro más, donde retoma el eje Estados Unidos-Cuba-África, en Visions of Freedom: Havana, Washington, Pretoria and the Struggle for Southern Africa, 1976-1991.
Pero lo más importante es que Gleijeses pudo hacer estas investigaciones porque fue un investigador privilegiado que tuvo acceso a los archivos cubanos. Y ahora, esos documentos que fue recopilando en estos últimos veinte años, han sido puestos a disposición. Consisten en 3,500 páginas que cubren un periodo entre 1976 y 1989. (Para un listado cronológico, véase este enlace). A continuación hemos traducido la Presentación que hace Gleijeses de estos documentos y de cómo tuvo acceso a los mismos.
Visions of Freedom: New Documents from the Closed Cuban Archives
Los archivos cubanos de la era posterior a 1959 están cerrados. Soy el único academic que podido realizer investigaciones en ellos, tras muchos años de intentos y frustraciones. Comencé mi pesquisa en archivos cubanos en 1994, y el primer libro en que los utilicé fue Conflicting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959-1976, publicado en 2002 por la University of North Carolina Press. Un segundo libro, Visions of Freedom: Havana, Washington, Pretoria and the Struggle for Southern Africa, 1976-1991, acaba de aparecer (octubre 2013), también publicado por University of North Carolina Press [Amazon, Google Books].
A lo largo del tiempo, mi acceso en los cerrados archivos cubanos ha ido mejorando, tanto en cantidad como en calidad. He reunido 3,500 páginas de documentos cubanos para Conflicting Missions y 15,000 para Visions of Freedom, con más de 3,500 páginas de conversaciones entre Fidel Castro con su entorno más cercano o con líderes extranjeros, incluyendo a Mijail Gorbavchev. También pude accede a dos de los más importantes archivs: el del Consejo de Estado y el archivo personal de Raúl Castro.
No existe algo parecido a un proceso de desclasificación de documentos en Cuba. Conciente de que los documentos que citaba no estarían a disposición de mis lectores, decidí desde el inicio que no usaría un documento a menos que este me fuese proporcionada una fotocopia del original por los cubanos. Incomodé a los funcionarios cubanos señalando que en los Estados Unidos la credibilidad se sustenta con documentos. Jorge Risquet, miembro del Comité Central del Partido Comunista Cubano, quien fue asignado para tratar conmigo, comprendió la situación. Su inteligencia, sensibilidad y valentía hicieron possible mi investigación y me permitieron contar con fotocopias de cada documento cubano utilizado en los libros ya citados.
Inicialmente, los cubanos me negaron cualquier documento que incluyese alguna oración o palabra que ellos no querían hacer público. Pero pronto se percataron de la gloria de la redacción, y simplemente borraron las palabras ofensivas y me entregaron el documento. Dado que pude leer los documentos antes de que estos pasaran por su revisión, sé qué fue lo que borraron: oraciones o párrafos que abordan problemas domésticos en Cuba o declaraciones de algún líder sobre la situación interna en el país. Así, por ejemplo, se borraron 29 páginas de la transcripción de una conversación del 26 de enero de 1979 entre Fidel Castro y el presidente de Angola, Agostinho Neto, porque Neto comenzó a referirse a problemas internos de Angola. Pero se trata de un caso extremo. La mayoría de documentos no pasaron por esta revisión.
Cuando comencé mi investigación la desclasificación de documentos era hecha al azar, pero luego fue realizada de manera sistemática. Las autoridades cubanas crearon dos comisiones para evaluar mis pedidos. Una era responsable por los documentos del Consejo de Estado y la Oficina Secreta sección segunda del PCC (el archivo de Raúl Castro) y la otra era para documentos de las Fuerzas Armadas, el Comité Central del PPC, el Programa de Asistencia Técnica y el Ministerio de Relaciones Exteriores. Yo podría leer los documentos, seleccionar los que necesitaba, los cuales serían revisados por una de las dos comisiones. A veces los cubanos me comunicaban su decisión al día siguiente, en otras yo debía esperar semanas o meses. En muy raras ocasiones me dirían que no podían proporcionarme el documento. (Las únicas veces en que esto sucedió fue sobre las medidas militares tomadas por Cuba para defenderse de ataques de EEUU en los años 1980).
Esta colección incluye aproximadamente 3,400 páginas de documentos que reuní para Visions of Freedom. Al seleccionar los documentos me guié por varios criterios: privilegié los años 1986-1988, que son los más importantes en mi narrativa, y privilegié documentos de protagonistas clave, especialmente Fidel Castro y sus conversaciones (o intercambio de mensajes) con personas como Mijail Gorbachev y presidentes de Angola Agostinho Neto y José Eduardo dos Santos. (…) Finalmente, busqué dar una muestra representativa de los archivos cubanos utilizados en Visions of Freedom. He incluido documentos de todos los archivos excepto del Ministerio de Relaciones Exteriores, que no tenía documentos altamente sensibles; en Visions of Freedom utilizo pocos documentos de dicha entidad.
No podría haber escrito Conflicting Missions y Visions of Freedom sin los documentos cubanos, pero tampoco podría haber escrito ninguno de los dos solo con documentos cubanos. Visions of Freedom se basa no solo en documentos cubanos sino en archivos de Estados Unidos y Angola. Documentos de Yugoslavia, la extinta República Democrática Alemana, la antigua Unión Soviética, Polonia, Gran Bretaña, Francia, Italia, Zambia, Angola y Canadá también fueron incluidos.
Una de las alegrías del trabajo en multiples archivos es ver cómo los documentos de países que son hostiles entre sí se apoyan y refuerzan unos a otros. Esto es cierto cuando comparo los documentos cubanos con los de Estados Unidos, África del Sur y otros archivos. Por ejemplo, los archivos de Estados Unidos y África del Sur confirman de manera elocuente la versión cubana de los hechos militares de Angola en 1988: que las tropas cubanas ganaron la iniciativa a los sudafricanos.
Los documentos pueden ser consultados en este enlace del Wilson Center.
También se puede consultar:
No construyan un monumento al Che Guevara
Un super héroe olvidado: Fidel Castro, el hombre de la barba