¿Era necesario Stalin para conseguir la industrialización de Rusia?

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La pregunta “¿Era necesario Stalin?”, postulada en un reciente paper por los economistas Anton Cheremukhin of the Dallas Fed, Mikhail Golosov of Princeton, Sergei Guriev of the New Economic School in Moscow, and Aleh Tsyvinski of Yale, suena un tanto amarga a primera vista. Obviamente, nada puede hacer que se considere “necesario” al más grande asesino del siglo XX.

Pero si consideramos el crecimiento de Rusia desde el estancamiento económico agrario a un poder industrial que fue capaz de competir con Estados Unidos y de enviar seres humanos al espacio exterior en apenas cuatro décadas, vale la pena considerar si el mismo resultado hubiese sido posible sin Stalin. Los autores intentan hacer esto desarrollando un modelo contrafáctico sobre cómo la economía rusa se habría desarrollado de continuar en la misma trayectoria que tenía antes de 1918.

Los autores señalan que la economía rusa no estaba precisamente en estancamiento durante el último zar. Los esfuerzos por industrializarla se habían venido dando desde la abolición de la servidumbre en 1861 y se habían acelerado en el temprano siglo XX con las reformas introducidas por el Primer Ministro Pyotr Stolypin incluían la adopción del patrón oro, inversión en ferrocarriles y el incentivo para incrementar las exportaciones. El PBI per capita creció 1.91% entre 1885 y 1913.

La productividad económica fue arrasada por la Primera Guerra Mundial y la revolución, y solo en 1928 se pudo retornar a los niveles previos a la Revolución, siguiendo las limitadas reformas de mercado de la NEP de Lenin. El PBI y los niveles de industrialización se incrementaron considerablemente bajo Stalin.

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¿Pero esto ocurrió a causa de, o a pesar de las políticas de Stalin? Los autores argumentan que mientras la economía se benefició de las mejoras en la tecnología y las inversiones en la industria con Stalin, estas ganancias fueron por pérdidas en productividad debido a la brutal forma en que se llevó a cabo la colectivización de la agricultura.

Primero, la exacción estatal del grano de los campesinos creó una dramática alteración en la producción agrícola. No hubo ningún incentivo para trabajar las tierras una vez colectivizadas. El sistema de rotación de cultivos fue severamente alterado y no fue restaurado hasta 1935 cuando dicha rotación fue usada solo en el 50% del área ya sembrada. La requisa de granos llevó a una drástica caída en el ganado por la falta de forraje para alimentarlo. Esta caída en cantidad, exacerbada por el poco cuidado en la aplicación del estiércol, llevó a su vez a una reducción significativa de estiércol para fertilizar la tierra, lo que produjo nuevamente una reducción de su fertilidad.

Segundo, la campaña de destrucción de los kulaks de 1929-1931 afectó alrededor de 5 a 6 millones de campesinos, y a un millón de los 25 millones de familias campesinas (Wheatcroft and Davies, p. 68 in Davies et al 1994). En el mejor de los casos, el exilio fue el destino que tuvieron estos exitosos y entrenados campesinos, mientras que en el peor, fueron ejecutados. Tercero, hubo un importante declive en habilidades y entrenamiento técnico. Una parte de esto puede ser atribuido a la campaña contra los kulaks en sí. Pero también a la falta de experiencia de parte de los obreros y trabajadores urbanos que fueron enviados a trabajar en las granjas colectivas. Además, las purgas contra los elementos “burgueses” desangraron al sector agrícola (como al no-agrícola) y los privaron de agentes especializados. Cuarto, el sistema de control centralizado y de planificación llevó a una serie de decisiones erróneas.

Ni Stalin ni la élite soviética, ni siquiera los secretarios de los partidos regionales tenían experiencia en agricultura. Wheatcroft and Davies (p. 124 in Davies et al 1994) señalan que los elementos positivos del planeamiento centralizado (economía de escala, nuevos métodos de cosecha, incremento de la mecanización, etc.) fueron sobrepasados por las “grandes desventajas… provenientes de la ignorancia de los políticos”.

Los autores corrieron una simulación contrafáctica de crecimiento económico bajo condiciones “zaristas”, y compararon el desempeño de Rusia con el de Japón, que presentaba condiciones económicas antes de 1918:

La economía zarista, aun en nuestra visión conservadora de que esta no experimentaría ningún declive en fricciones, habría obtenido una estructura similar y los mismos niveles económica que la producción económica liderada por Stalin. No obstante, esta transformación estructural habría sido posible a un enorme costo en términos de bienestar económico medido en consumo. Los costos a corto plazo de las políticas de Stalin (1928-1940) son muy importantes para una economía en un periodo de paz. Nuestra comparación con Japón lleva a extraordinarios costos de bienes bajo las políticas de Stalin.

Sin embargo, luego de 1940, las cosas comenzaron a tomar rumbos diferentes.

Las políticas de Stalin llevaron a costos de corto plazo (1928-1940) que representaron el 24.1% del consumo. Sin embargo, en el largo plazo la generación nacida en 1940 los beneficios de la reducción de las fricciones y obtuvo un 16.5% de mejoras a lo largo de su vida.

El ensayo es un buen recordatorio que solo porque el Terror coincidió con la industrialización en la Unión Soviética, un factor no era una precondición para el otro. De manera obvia, incluso si los bolcheviques no hubiesen entrado en escena, cuesta imaginar que el status quo zarista hubiese continuado sin experimentar disrupción alguna. El paper no se aventura a señalar si algún tipo de sistema no zarista o no estalinista hubiese aparecido.

Por supuesto, moviéndonos fuera de la economía, la respuesta evidente a la pregunta de si una mejora de 16.5% en nivel de consumo hace “necesaria” 20 millones de muertes, la respuesta es: “no”.

 

Would Russia Have Industrialized Without Stalin?, de Joshua Keating, apareció en Foreign Policy (Abril 5, 2013).

La imagen de la cabecera muestra a Stalin en uno de los innumerables posters de propaganda que circularon durante su mandato. Este en particular es el titulado: “Under the Leadership of the Great Stalin”.

 

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.