James C. Scott, cientista político de la Universidad de Yale, comparte su granja de 46 acres con un grupo de gallinas, ganado y una colonia de abejas. Para Scott, la granja, ubicada al noreste de New Haven, es tanto un lugar de reposo como un ejemplo de conocimiento local que ha defendido en una carrera de cinco décadas y en un conjunto de libros muy influyentes. “Estoy muy orgulloso de saber cómo trasquilar una oveja como de todo lo demás”, dice Scott, que acaba de cumplir 76 años el pasado domingo, mientras se encuentra sentado en una mecedora cubierta con piel de oveja. Los logros profesionales de Scott son ciertamente considerables, incluso si en la nota biográfica de su nuevo libro, Two Cheers for Anarchism, menciona un status de “mediocre” criador de abejas junto con su membresía en la American Academy of Arts and Sciences. Él es fundador del programa de estudios agrarios de la Universidad de Yale así como el fundador no-oficial de los “estudios de resistencia”, entre los cuales su libro, Weapons of the Weak (1985), es considerado una especie de Biblia.
Y su influencia va más allá de la izquierda académica, gracias a Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed (1998), una crítica magistral que ha sido citada y debatida por igual por los libertarios y partidarios del libre mercado del Cato Institute (que recientemente dedicado un número especial de su revista online al libro), economistas desarrollistas y seguidores del Movimiento Occupy Wall Street. “Él es uno de los que ha realmente demostrado las inintencionadas malas consecuencias de quienes que pueden planear una ciudad, una economía o una sociedad entera, pero que no es ideológico acerca de ello”, dice el cientista político conservador Francis Fukuyama. Scott es también es tipo de gran pensador (y escritor talentoso) que tiene todo lo que ya no existe en su campo académico, según dicen sus colegas: el último de un grupo de teóricos sociales del siglo XX con mirada amplia, que vuelve a Max Weber para incorporar las reflexiones de la ciencia social en el amplio devenir de la historia, aun cuando él recomienda cautela en poner mucha fe en la teoría. “Él marcha a su propio ritmo”, dice Ian Shapiro, un colega de muchos años en el Departamento de Ciencias Políticas de Yale. Mientras muchos de los cientistas sociales apartan los problemas durante la investigación, “Jim siempre comienza con problemas del mundo real”, dice Shapiro. (…)
Two Cheers, publicado por Princeton University Press, es más corto en comparación con los libros a los que Scott nos tiene acostumbrados, con solo 149 páginas, incluyendo las notas a pie. Es tanto un punto de partida como un resumen, en el que aborda los temas de sus libros previos bajo la forma de 29 “fragmentos”, que juntos giran en torno a lo que él llama “el estrabismo anarquista”. Para muchos norteamericanos el término “anarquismo” probablemente invoca la imagen de radicales arrojando bombas. Pero visto a través del estrabismo de Scott, los principios anarquistas se encuentran en marcha todos los días, rodeándonos incluso, ya sea al cruzar una pista temerariamente, en los movimientos contra los exámenes SAT de admisión o en la reducción del ritmo en las líneas de ensamblaje, todos ellos ejemplos de resistencia diaria al control y dominio de las elites tecnocráticas. “A diferencia de los anarquistas, yo no considero que el estado deba ser abolido”, dice en una entrevista. “Se trata más bien de controlarlo”, a través del quiebre de las leyes y la disrupción, que ha sido crucial en el impulso de los cambios democráticos, según lo manifiesta.
Seguir leyendo “Professor Who Learns From Peasants”, The New York Times (5 de diciembre de 2012).