Los rumores constituyen una fuente única para estudiar el comportamiento y los fenómenos sociales, tanto en el presente como en el pasado. Más allá del lado anecdótico que los rumores puedan presentar a primera vista, una lectura más profunda de los mismos puede proporcionar evidencia reveladora sobre procesos sociales que no siempre son visibles en épocas tranquilas, pero que emergen en situación límite como las que vivimos hace unos días a raíz de la recuperación del espacio donde se ubica el ahora ex-Mercado Mayorista de La Parada.
Lima es un espacio privilegiado para estudiar la circulación de estas “bolas”. Ciudad intrigante por excelencia, como lo reconocían los viajeros del siglo XIX, los rumores tienen una larga presencia en la capital. Algunos momentos en particular pueden ser rastreados hasta muy atrás, como en la Independencia, cuando patriotas y realistas circulaban noticias sobre la posible toma de la ciudad. Uno de los casos mejor estudiados es el de los “sacaojos”, la versión urbana y migrante del pishtaco, según lo refiere Gonzalo Portocarrero, y que hizo su aparición en medio de la crisis económica y social de fines de los años 1980.
Para conocer mejor la dinámica actual de estos rumores hice un seguimiento de las noticias sobre “saqueos” en Lima a través de las redes sociales (Twitter y Facebook) entre el jueves y el sábado por la tarde, cuando se produjeron los dos operativos en La Parada. Me interesaba saber si existía algún patrón en medio de la confusión que llevan consigo los rumores y que los vuelve potenciales bombas de tiempo. Y sí es posible establecer una dinámica de los mismos: estos comenzaron el mismo jueves al caer la noche, luego del primer operativo y el enfrentamiento entre la policía y un grupo de atacantes. Rápidamente esta turba se trasladó al cercano centro textil de Gamarra, donde efectivamente ocurrió un saqueo, ante la mirada de los transeúntes y la desesperada reacción de los comerciantes.
Entonces surgieron las primeras noticias que señalaban que la misma turba se estaría dirigiendo hacia el Centro de Lima. El viernes, en medio del asombro y desazón causados por el operativo, la sensación de desprotección hizo que los rumores siguieran una trayectoria precisa: Breña-Jesús María-Lince. Estos menguaron hasta que el inicio del segundo operativo el sábado por la mañana lanzó la preocupación de que se repitiera el resultado negativo del jueves, disparando nuevos rumores en un área mucho mayor: Independencia, Los Olivos, Comas, San Martín de Porras, Surco, entre otros. Estos llegaron a su fin cuando el segundo operativo demostró haber recuperado la zona de manera pacífica.
Una lección que podemos sacar de lo ocurrido es que es importante tomar estos rumores en serio, no para provocar pánico entre la población (como ocurrió a través de las redes sociales), sino porque las autoridades deben salir al frente para calmar a la población, con mensajes firmes y claros. La proliferación de los rumores conlleva una sensación de vacío político que deriva en más violencia callejera y una rápida pérdida de legitimidad por parte de la autoridad. En esta ocasión ello no ocurrió, afortunadamente, pero de haber sido otra la situación hubiésemos estado cerca de repetir lo ocurrido en 1858, 1872 y 1975, cuando la violencia se apoderó de la capital con un alto costo social.
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