¿Cuáles memorias?

No es algo que se vea todos los días. Tres generaciones bailando una de las canciones emblemas de la segunda mitad del siglo XX: “I will survive”, de Gloria Gaynor. ¿Las locaciones elegidas? Antiguos campos de concentración, entre los que se puede reconocer fácilmente uno en particular: Auschwitz.

Cuando decidió subir el video al internet, la hija de Adolek Kohn -la persona de más edad que aparece bailando, australiano de origen judío sobreviviente a su vez del Holocausto- seguramente no esperó la andanada de comentarios y críticas que ha levantado, lo que llevó a retirar el video por un tiempo (algo imposible de hacer, por cierto, ya que fue reproducido y albergado en otras web y nuevamente subido a Youtube). (Ver el video original aquí y la continuación aquí)

A propósito de este video y el debate que acarreó, quisiera hacer un comentario basándome en tres posts que han aparecido en los últimos días: el de Franka Winter, Gloria Gaynor y los campos de concentración; el de Javier Torres seoane, Viñetas de la memorias y finalmente el de Eduardo Gonzales, Viñetas de las memorias: una respuesta. Mientras Franka aborda el tema en una doble perspectiva, referida a lo ocurrido en Auschwitz y su relación con el Perú, los últimos dialogan en torno a las memorias en el Perú y cómo la CVR y el Informe Final influyen en estas.

Está demás decir que el tema del Holocausto y su representación forman parte de la identidad colectiva del pueblo judío y de la historia de la humanidad del siglo XX. Sin embargo, el Holocausto como representación también amerita un análisis que lo deconstruya, para confirmar que no es un concepto necesariamente consensual ni exento de tensiones, las cuales han existido al mismo tiempo que se iba construyendo la imagen de la Shoah que ahora tenemos (1).

Si menciono esto es porque uno de los fundamentos tácitos de la construcción de la memoria es la supuesta intangilbilidad de los espacios relacionados con hechos de violencia política y de cómo deberíamos proceder a recordar estos eventos.

No es un tema lejano al Perú, por cierto. Lo primero que se me vino a la mente fue todo el debate que se armó cuando la PUCP decidió establecer un espacio denominado “La Plaza de la Memoria” al interior del campus y al lado de un concesionario de Cafetal. La primera reacción fue la de reunir firmas y protestar aduciendo que la presencia de un café “contaminaría” un espacio dedicado a la reflexión y recuerdo de los estudiantes que habían muerto por acción del Estado.

Y un caso como este se podría extender a otros espacios. ¿Deben estos lugares de memoria estar separados de los espacios cotidianos? ¿Dónde reside su sacralidad: en el espacio diferenciado, en lo que representan o en los rituales que se buscan practicar ahí? (2)

No hay una solución que responda a esta pregunta, considerando la multiplicidad de formas de memoria que se han creado en las últimas décadas, y que implican una intervención en el espacio urbano, pero también un intento por no quebrar la cotidianeidad con el entorno, de modo que represente una forma de incorporar la memoria de un evento particular en la vida diaria de las personas.

Esto ocurre no solo con espacios “micro”, como monumentos o plazas, piletas o parques en recuerdo de hechos pasados aquí, sino en zonas como el Ground Zero, donde estaban ubicadas las Torres Gemelas, y que han vuelto a la polémica a raíz de una propuesta para construir una mezquita, lo cual significaría un paso en el camino de reconciliación con la población árabe y la norteamericana. Pero uno de los argumentos para oponerse fue precisamente ese, la sacralidad del lugar. (3)

Esto me lleva a una pregunta más abierta: ¿existirá consenso en algún momento acerca de cómo debería procesarse la memoria y los recuerdos respectos a hechos de violencia como los que han pasado en el siglo XX? Definitivamente no. ¿Existe algún país “exitoso” y que haya logrado esto? No lo creo. Cada contexto es distinto y requiere del conocimiento de lo ocurrido a nivel local para proceder a establecer cuál es la mejor manera de lidiar con esos recuerdos.

Aunque estos “sistemas de memoria” están pensados en función de ámbitos nacionales, el consenso en torno a ellos no mejora si afinamos el lente a instituciones o espacios más restringidos. Los partidos políticos, por ejemplo.

El APRA es un caso interesante. Como lo ha recordado el mismo Gonzales a raíz del aniversario de los hechos de Trujillo de 1932, existen dos memorias confrontadas al interior del partido. De un lado, la alta dirigencia que insiste en un culto a Haya de la Torre, el cual se prolonga en un nuevo culto a Alan García (con celebración de cumpleaños incluido como una forma de reconciliar a los bandos del APRA), mientras desde las bases se plantea una recuperación de la historia popular del partido (con un proyecto de tomar distancia generacional de aquellos involucrados en actos de corrupción), tarea en la que han establecido comunicación con historiadores que han venido trabajando estos temas. El libro de Nelson Manrique, Usted fue aprista, habría servido de disparador para hacer evidentes estas dos vertientes de amnesia/recuerdo entre los apristas, y que ha buscado ser recordada con charlas y la promesa de convertir a Villa Mercedes en una especie de Museo y archivo del aprismo.

Y así podríamos seguir extendiendo el análisis a otros espacios, como los distritos de Lima, los cuales en algún momento van a comenzar a identificar su pasado respecto de su participación en el Conflicto Armado Interno (Villa El Salvador o Miraflores, entre muchos otros), o localidades del interior como Chungui, que sufrieron el doble ataque de militares y senderistas. Esto no sería una prolongación de las reelaboraciones que en otros momentos regiones y ciudades hicieron respecto de su participación en procesos como la Independencia o la Guerra del Pacífico. La siguiente tarea va a ser recopilar la forma en la que estas localidades recuerdan estos eventos mediante el folklore, por mencionar un aspecto particular.

En suma, no existe una fórmula a seguir para establecer cómo debe proceder la memoria de un grupo colectivo. Lo que hay son ciertos procedimientos y elementos comunes que se han considerado adecuados y que tienen como objetivo final que esos recuerdos dejen de ser un trauma para ser incorporados al recuerdo colectivo y construir así un proyecto a futuro. Eso no implica que no vayan a existir confrontaciones y desacuerdos, pero es parte del proceso hasta establecer ciertos consensos tácitos.

De ahí que señalar que el Informe de la CVR pretende establecer un estilo vertical de memoria es inexacto. Después de todo, no podría ser posible. Lo que ha hecho la CVR es seguir pautas que se han aplicado en otros países para recuperar los testimonios de quienes habían sido silenciados durante los años de violencia, y que como suele ocurrir, eran los más pobres y los sujetos a una secular discriminación y racismo.

Si da la impresión que el Informe de la CVR es monopolizador o pretende imponer una sola versión es porque por diversas razones las demás instituciones que lo han criticado, tanto al Informe como a los comisionados, no habían realizado un trabajo similar. Ni antes del Informe, ni después, ya sea por dificultades propias de la época de violencia, por negligencia o por desidia, si no por comodidad. Hasta cierto punto, la memoria de algunas de ellas, por ejemplo, las Fuerzas Armadas, pareciera basarse tan solo en una negación constante del Informe pero no en un intento por escribir su versión (excepción de las publicaciones y los intentos de fabricación de rituales a raíz de la captura de la Operación Chavín de Huántar con el malogrado Nicolás de Bari Hermoza Ríos).

Aun con todas las falencias que se le puedan encontrar al Informe, este es un documento más de cómo se ha ido construyendo la memoria de un país. No es un recetario ni una fórmula de cómo se “debe” recordar. Lo que ha hecho el Informe es parte de un proceso mayor de la recuperación del pasado colectivo: ha organizado y centralizado información desconocida y dispersa, lo cual ha puesto en evidencia la ausencia de versiones sintetizadoras y globalizantes que dén cuenta de lo que significaron estos años para los peruanos. En ese sentido, el Informe es un punto de partida, no un corpus cerrado y dogmático, como lo quieren hacer creer algunos.

La dificultad y la complejidad que este proceso de recuperación y procesamiento de la memoria reviste en países como el Perú se debe a que estos hechos del pasado han sido silenciados por mucho, lo que ha provocado una explosión y desborde, que no solo incluye el periodo del Conflicto Armado Interno sino un replanteamiento de otros episodios violentos y decisivos como la Independencia y la Guerra con Chile en estos días.

Celebraciones como la de Adolek Kohn pueden darle otra dimensión a eventos de violencia en el pasado. Los defensores de la memoria del Holocausto están en todo su derecho cuando reclaman a por haber bailado sobre los campos de concentración. Cada uno de ellos experimentó la Shoah de manera distinta tanto durante como después de esta, por lo que la memoria de ellos es tan válida como la de quien desee celebrar su supervivencia al ritmo de música disco con sus hijos. No podemos esperar que todo termine como en esta escena final de La Lista de Schindler, con los sobrevivientes desfilando y dejando un recuerdo en la tumba de su protector.

Pero como lo señaló la hija de Kohn:

El término Holocausto, así como todo lo relacionado con él, se ha vuelto frío y despersonalizado. Lo que quiero es contribuir a hacer reaccionar a las personas y hacerlas pensar sobre su pasado.

Si algo caracteriza a la memoria como parte de la creación humana es su naturaleza espontánea y en permanente reelaboración, así que debemos seguir insistiendo en la importancia de que la gente recuerde, porque el olvido implica impunidad. Además, quienes buscan defender el legado de la Shoah para las siguientes generaciones tienen motivos más serios para preocuparse en vez de un sobreviviente que celebra “a su manera”. No hace mucho se anunció que la información sobre el Holocausto que aparece en Wikipedia está siendo sistemáticamente alterada, en especial lo relacionado a la participación de empresas como IBM en la logística de ubicación y deportación de población judía a los campos de concentración.

La tarea de la construcción de la memoria es complicada, pero es preferible a la amnesia y al silencio que nos caracterizó por mucho tiempo.
 
 
Créditos: Las imagen de la cabecera proviene de aquí.
 
Notas

(1) No es que los hechos vinculados con la Segunda Guerra Mundial y la población judía hayan permanecido como un objeto de solemnidad durante todo este tiempo. Mel Brooks, de origen judío, fue quizás uno de los primeros en romper con esta imagen solemne y realizó una parodia de Hitler en The Producers (antes ya había hecho algo similar con otra institución que había perseguido a los judíos: la Inquisición, como parte de su film La loca historia del mundo). En los años noventa, Jerry Seinfield también ha utilizado íconos relacionados con el Holocausto y su representación en su sitcom, como ocurrió en este episodio sobre La Lista de Schindler. Asimismo, leer las recientes declaraciones del escritor Yann Martel sobre que el Holocausto no es monopolio de la población judía. De igual modo, véase la reciente polémica sobre quiénes deberían ser los depositarios del legado de Franz Kafka aquí.

(2) Y aquí sí por lo menos un académico ha apuntado cómo la intensidad del circuito de memorias puede convertir el recuerdo en puro y simple turismo. Véase el libro de Marita Sturken, Tourists of History: Memory, Kitsch, and Consumerism from Oklahoma City to Ground Zero.
 
(3) ¿Qué ocurre cuando estos lugares son parte del paisaje urbano, como casas o estadios? Véase el libro de macarena Gómez B. Where Memory Dwells. Culture and State Violence in Chile.

Published by José Ragas

Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of Medicine en Yale University. Correo de contacto: jose.ragas(at)uc.cl Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil o visitar mi website personal: joseragas.com.

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