Una de las cosas que más me han preocupado estos últimos días respecto a mis colegas futboleros (el 90% de mis colegas adoran el fútbol, lo cual me convierte en un extraño tipo de minoría), es qué van a hacer a partir de mañana, cuando termine el Mundial. Y es que si alguien tenía dudas sobre lo que puede llegar a significar el fútbol, este último mes ha bastado para confirmar su poder de convocatoria y el efecto de arrastre, imposible de ser comparado con cualquier otro evento, sea deportivo, político o religioso.
Multipliquen este efecto de arrastre al hablar de un Mundial de Fútbol, el cual ha sido visto por (decenas, centenas de) millones de personas en una época de expansión ya no solo de las comunicaciones “tradicionales”, como la television, la radio y la prensa, sino del internet y las redes sociales (lo más curioso que me ha pasado a sido seguir un partido por twitter, lo cual constituye toda una experiencia).
Más allá de los equipos que han jugado, de quién va a ganar la copa y de los aspectos anecdóticos del Mundial (la sorpresa no fueron los jugadores sino un pulpo con vocación de Nostradamus o la aparición de un nuevo tipo de tortura sonora como las vuvuzelas ya adoptadas por hinchas locales y candidatos a la alcaldía limeña), creo que es pertinente preguntarse si el fútbol y más aun un evento como el Mundial puede influir en el país que lo alberga cada cuatro años. Tratándose del evento más importante del mundo y que esta vez ha sido llevado a cabo en una de las regiones más complicadas, ¿qué puede esperar Sudáfrica de un Mundial que termina hoy?
Las ventajas económicas se dan por descontado, por supuesto, aunque a veces olvidemos la enorme inversión que significa organizar un Mundial, para lo cual un país, sobre todo si este se encuentra entre los en “vías en desarrollo”, tiene que transformarse por completo y tirar la casa por la ventana. Pero hay también otro aspecto, menos tangible en términos de dinero, y que tiene que ver con el valor simbólico que otorga ser la sede de estos eventos, como el Mundial de Fútbol. Y el caso de Sudáfrica es significativo por esto, precisamente.
Se trata de un país con un legado muy fuerte de violencia, pobreza y discriminación, que solo en los últimos años ha podido buscar las formas para encontrar el camino a la reconciliación social entre sus pobladores. Cualquier que haya visto “Invictus” podrá dar cuenta de cómo un deporte permitió no sanar del todo pero sí pavimentar el camino para la integración. Y si el rugby hizo esto a nivel interno, se espera que el fútbol aliente un nuevo tipo de autopercepción al interior del país como hacia afuera.
Este artículo aparecido hoy domingo en The New York Times -y que traducimos en su totalidad a continuación- condensa las esfuerzos y las esperanzas porque este evento no pase desapercibido ni para los sudafricanos ni para el resto del mundo, y que signifique una nueva etapa para la manera en que el mundo mira a África. También recomiendo el artículo escrito por Nicholas Griffin, “Cómo el fútbol derrotó al Apartheid”, publicado en la última edición de Foreign Policy.
Naturalmente, la única magia que se puede esperar del fútbol es la que se realiza dentro del gramado. Por sí solo, el fútbol no puede cambiar de la noche a la mañana la situación de un país. Pero vaya que ayuda.
Celebrando a Sudáfrica y un trabajo bien hecho
No cualquier Mundial de Fútbol termina con la máxima autoridad citando a un poeta. Pero una vez más, este no ha sido un Mundial de Fútbol cualquiera.
El sábado (ayer), un día antes del encuentro entre España y Holanda, dos países que nunca han ganado el Mundial, y que iban a encontrarse en la final, Danny Jordan dijo que Sudáfrica era la primera nación africana en ser anfitriona del más importante evento mundial deportivo.
En su lengua natal existe un término, Ubuntu, que significa que todos están conectados, dijo Jordan, quien creció bajo la segregación, como un hombre con un pasado mixto.
Este concepto sudafricano recordó a Jordan la Meditación XVII de Donne, la cual incluye la frase “Ningún hombre es una isla”.
En medio de la rudeza propia de cualquier Mundial de Fútbol, y pese a los jets privados aterrizando en Durban, manteniendo los horarios de vuelo para la semifinal, ha habido también otra dimensión, que nos atreveríamos a llamar idealística.
A este siempre se refirieron como un instrumento de “construcción del Estado-nación y de cohesión social”, dijo Jordaan en una conferencia en las afueras de Johanesburgo. Jordan, quien tiene antepasados holandeses y Khoi, recordó a todos que el legado de Nelson Mandela está aun presente, aun cuando el patriarca de 91 años no.
Los africanos manejaron las computadoras y los africanos proveyeron la seguridad. Los africanos, asimismo, construyeron los nuevos estadios. Una mujer manejaba una grúa, anotó Jordaan. Él calculaba que solo uno de los 49 millones de habitantes del país asistieron a los partidos, pero como consecuencia de la escasez y el costo de los tickets. Pero como el equipo de casa, el Bafana Bafana, fue eliminado, para él los Sudafricanos de todos los colores se unieron en un solo apoyo para Ghana (contra los Estados Unidos) mientras otros apoyaban a Brasil (¿Quién no ama a Brasil?), y en las semifinales escogieron entre Uruguay, Alemania o España. Eran fans. Ellos pudieron escoger, así como podían caminar en una tienda o restaurant, lo cual no se podía hacer cuando él era joven.
Jordaan, de 58 años, admira a Mandela. (…) La primera vez que votó, me contó él en 2008 en Nueva York, fue elegido al Parlamento.
Pasó por alto su escepticismo acerca del costo del Mundial de Fútbol, cualquier que este haya sido, pero a medida en que su aeroplano que lo llevaría al tercer partido en Puerto Elizabeth, él admitió: “Habrá una enorme tristeza este lunes luego del Mundial de Fútbol. Espero que vayan a trabajar”.
Si en caso tienen trabajo. El desempleo se calcula en 25% en el país. Muchos de los jóvenes que obtuvieron cosas alrededor de los estadios en este último mes me dicen que no tendrán trabajos cuando esto acabe. No existe evidencia de que los Mundiales de Fútbol o los Juegos Olímpicos dejen un legado de trabajos y estabilidad, pero la premisa de Jordaan es que la gente ahora conoce mejor a Sudáfrica como un lugar de cultura y negocios.
Jordaan ha escuchado todo eso en los últimos años, desde personas fastidiosas como yo preguntándole si los buses para corresponsales saldrían a tiempo. El sábado dijo: “Le diré a la gente, ‘Solo quédense en sus habitaciones y no molesten'”.
Él ha convivido con la especulación de que Sudáfrica no podría ser capaz de albergar el Mundial de Fútbol al no ser capaz de construir estados o vender tickets. El responsable de la FIFA, Marry King Sepp Blatter, le dijo en algún momento que él tenía países que podían servir como opciones alternativas, si en caso Sudáfrica fallara. Recientemente, Jordaan habló por radio y contó que. “Nos estamos desplazando hacia la etapa en que los equipos comienzan a regresar a casa. Pero el primer equipo en irse fue Plan B. No están aquí”.
Los medios de comunicación británicos predijeron epidemias y terremotos en regiones estables. Jordaan le dijo recientemente al Mirror de Gran Bretaña: “Sabía que los críticos se habían rendido cuando comenzaron a aparecer relatos sobre serpientes venenosas y que estas podían ser una amenaza para el evento. La gente decía que estas serpientes eran tan peligrosas que una sola podía exterminar dos equipos de fútbol (…)”.
Sudáfrica había sido el país anfitrión de la Copa Mundial de Rugby en 1995, cuando el equipo local Srpingboks ganó y Mandela se puso la camiseta verde. Sudáfrica fue también el co-anfitrión de la Copa Mundial de Cricket en 2003. Pero siempre existe la necesidad por seguirse imponiendo retos a uno mismo.
Y sí,es imposible pasar por alto que la extrema seguridad convierte cada adorable hogar de los suburbios en una isla. En este punto, hay que mencionar que se trata más de un problema económico que racial. Pero caminando alrededor de Durban y Johannesburgo, me percaté de cuán complejo y atrayente puede ser Sudáfrica.
“La gente no quiere confiar en África”, dijo Blatter dos años atrás. “Eso está mal. África ha dado mucho al mundo además del fútbol. Algún día, algo de esto retornará. Así que tenemos el Mundial de Fútbol. Vamos a celebrar a África, ¿por qué no?”.
Blatter ha dicho algunas cosas descabelladas también, pero él persiste en hablar sobre la “responsabilidad moral” que significa albergar un Mundial de Fútbol. Blatter no citó a John Donne, pero Danny Jordaan sí. En un Mundial de Fútbol de primerizos, eso es lo que importa.
Créditos: La foto de la cabecera proviene de aquí. La foto del interior de aquí y aquí.