Uno de los aspectos menos estudiados en las etapas posteriores a las etapas de violencia o guerra (interna o externa) son los relacionados a la reconstrucción del pasado entre la población escolar. Aunque el tema de la manipulación de la historia ha sido abordado en relación a las dictaduras y regímenes totalitarios, no hay que descuidar que las democracias también intentaron utilizar los medios a su alcance para brindar una visión del pasado nacional acorde a sus intereses.
Entre estos medios, quizás el más importante sea el de los textos escolares. Las razones de su importancia pueden sintetizar, a mi entender, en dos. En primer lugar, por el alcance masivo que tienen los textos entre una población en formación y aprendizaje, que se extiende desde la primaria hasta la educación secundaria. En segundo lugar, porque la intervención de los textos escolares permite articular una serie de agentes estatales que van desde el profesor de escuela hasta el Ministro del ramo, pasando por editores, revisores (o censores), directores, autoridades administrativas, etc., los cuales legitiman un mensaje que escapa al ámbito educativo y se complementa con otros discursos políticos y públicos.
Si lo quisiéramos poner en términos de Benedict Anderson, esos textos conforman una herramienta para la difusión de una “comunidad imaginada”. Aun cuando su estudio podría entrar en el rubro de la historia de la lectura y del libro, pienso que merecen un tratamiento especial o cuando menos algunas advertencias al momento de acercarnos a su estudio.
Primero. Al igual que ocurre con los análisis de la lectura y/o la prensa, donde se asume que el número de periódicos corresponde al número de lectores, en el caso de los textos escolares habría que tener en cuenta que no incluyen a toda la población escolar, incluso cuando estos son obsequiados por el Estado.
Segundo. Habría que tomar en cuenta que el análisis de los textos escolares no basta per se. Es decir, hay que incluirlos en un circuito de edición, revisión y lectura que va desde las entidades del Ministerio hasta quienes se encargan de confeccionarlos y transmitirlos.
Tercero. El discurso inherente en estos textos es particularmente interesante y es el corazón del estudio sobre estos libros. A diferencia de los periódicos, los textos escolares no son “obras abiertas” en las que las personas opinan y emiten información sobre estos soportes, que en el caso de la prensa permite conocer la opinión de los lectores, su tiraje, los cambios de formato, la diferencia de opinión entre columnistas y editorial. ¿Hasta qué punto el texto escolar es una obra -para continuar con la metáfora- “cerrada” en sí misma? ¿De qué otras maneras se puede conocer datos sobre su dinámica interna?
Finalmente, eso tampoco significa que lo que se diga en los textos va a ser transmitido al pie de la letra a los alumnos y estos van a interiorizarlo. La misma cadena de producción que permite su difusión también puede actuar como un circuito de interpretación y alteración de los contenidos de estos textos.
Este tema ha sido desarrollado en el Perú, donde los textos escolares conforman la espina dorsal del sistema educativo, pese a que el grado de alfabetización desde inicios del siglo XX no ha ido necesariamente de la mano con el aumento demográfico.
Uno de los estudios pioneros en este tema fue el de Gonzalo Portocarrero y Patricia Oliart, El Perú desde la escuela (1989), que ha servido como referente para conocer el impacto de las ideas difundidas en estos textos en la población escolar. Pero hasta donde tengo entendido, no volvieron a ser utilizados, al menos no como fuente primaria principal para conocer de transmisión de contenidos en esta población juvenil.
El intento más reciente ha sido el de Jesús Cosamalón a través del proyecto “La enseñanza de la época de la violencia política en el Perú: la perspectiva de profesores y estudiantes” (Leer entrevista a Cosamalón aquí). Un estudio como este ya ha comenzado a arrojar algunas conclusiones preliminares, entre las que destacan el que no se considere cerrado el periodo del Conflicto Armado Interno o la posibilidad de que sobre la base del Informe de la CVR se puedan abordar muchos otros temas relacionados directamente con la violencia y las causas que la produjeron y alimentaron y aun siguen presentes, como la exclusión.
La necesidad por educar a la población estudiantil en un periodo post-violencia no es único del Perú. Podríamos mencionar los casos ya señalados de dictaduras que vieron su fin y luego de las cuales hubo que rediseñar nuevos textos, como en Alemania y Rusia, solo por citar dos casos muy conocidos.
Sin embargo, en la coyuntura actual, un país que cobra mucha relevancia por ser el nudo de los conflictos entre una zona altamente volátil como Medio Oriente y los Estados Unidos. Aun cuando la zona la democracia está buscando ser implantada en medio de un lento proceso de construcción de instituciones y un Estado, el sector educación ha tomado las riendas para presentar una visión de su pasado acorde al periodo post-Saddam Hussein.
Este intento por presentar una nueva historia del pasado ha tenido mucha resistencia en Iraq, pese a que cuenta con el apoyo de una comisión de la Unesco. Y es aquí donde empieza una delicada negociación entre los actores que hemos mencionado antes, solo que este caso incluye una comisión internacional que revisa la elaboración de estos contenidos.
Para profundizar más en el tema, he traducido parte de un artículo que apareció en The New York Times hace unos días, en el que se puede apreciar lo difícil que va a ser esta tarea, especialmente al momento de llegar a acuerdos en base a conceptos como “invasión”, “ocupación” o “liberación”, lo cual explica que se haya optado por no hacer referencia explícita a los últimos años de la historia iraquí.
Al reescribir su historia, Irak procede con cautela
Durante el periodo de violencia desarrollado en Irak, ella vio con sus propios ojos los cuerpos desperdigados alrededor del patio de la escuela donde ella era directora. Pero May Abul Mahab no está permitida de enseñar a sus estudiantes nada relacionado con la invasión de EEUU a Iraq o el derrocamiento del gobierno de Saddam Hussein.
“Ninguno de estos episodios existen”, dice Wahab, directora en una preparatoria de Bagdad a la que ella alguna vez asistió. (…)
“Él estuvo a cargo del país por 35 años. Si en 35 años lo incorporan a la historia, será demasiado pronto”, dice ella. “No queremos escuchar sobre él”.
Por más de tres décadas de dictadura bajo Saddam Hussein, la educación, en particular la Historia, fue una herramienta de adoctrinamiento en la forma de pensar del Partido Baath y un mecanismo para promover el culto a Hussein.
Luego de siete años de guerra, la tarea de recuperar la historia de Irak para los escolares ha sido puesta en peligro por la política y el miedo de deslizarse hacia desacuerdos partidistas, los cuales suelen derivar en hechos sangrientos en el país.
“Estamos tratando de sacar los temas sensibles”, dice Khazi Mutlaq, oficial a cargo de revisar los curriculums escolares iraquís de modo que encajen con una democracia.
“Por ejemplo, los acontecimientos de 2003 y la invasión”, dice. “Algunos de los iraquíes los llaman Operación Libertad (Operation Freedom). Algunos los llaman ocupación. Por ello no abordamos este tema”.
En 2008, el Gobierno Iraquí comenzó a revisar sus curriculums bajo la asesoría de la Unesco, un proceso que continuará hasta 2012.
“El principal problema se da con las sectas”, dice Mohammed al-Jawahri, director de curricula en el Ministerio de Educación. “Cada secta está tratando de eliminar en lo que ellos no concuerdan. Trataremos de solucionar este problema en los años venideros”.
Jawahri se refiere al curriculum islámico, una mezcla de historia con instrucción religiosas, el cual es enseñado en escuelas públicas y se halla en el proceso de revisión.
“Por ejemplo, el rezo”, dice él. “Los Shia junta sus manos en dirección hacia abajo. Los Sunnis cruzan sus brazos. ¿Cuál estilo debemos seguir?”.
Una respuesta obvia -enseñar ambas- no representa una solución sencilla en un pueblo atormentado por un pasado reciente de conflicto entre sectas.
“Hasta ahora, nuestra sociedad no ha tenido una educación que acepte este tipo de diversidad de opiniones”, dice.
En un texto actual de Historia para estudiantes de preparatoria, la caída de Hussein -con referencias como “el anterior régimen” o “el dictador”- es mencionado de manera muy ligera.
El texto compara la represión política y el descontento entre los iraquíes antes del golpe de 1958 que derribó a la monarquía Hashemite con la reacción pública a los crímenes de Saddam Hussein, el uso de armas químicas contra los kurdos en 1988 y la represión violenta del régimen Shiíta en 1991 luego de la guerra del Golfo.
“Las ciudades iraquíes vieron protestas, inestabilidad y rebelión contra las autoridades en Iraq”, señala el texto, describiendo las condiciones antes del golpe de 1958.
Luego, se lee en el mismo texto: “Esto fue lo mismo que pasó en Iraq durante el periodo del dictador”.
No existe ninguna referencia a la invasión norteamericana.
Cuando la guerra es mencionada en clase, algunos profesores cambian de tema rápidamente. Pero otros consideran necesario promover la discusión, incluso si esto va más allá de lo que ellos deben enseñar.
“En ocasiones necesitamos discutir sobre el tema”, dice Wasan Mahmod, un profesor en Al Ahrar, una escuela secundaria para mujeres en Baghdad. “Cuando menciono la invasión norteamericana, digo ocupación, no liberación”.
Hutham Hussein, quien enseña historia europea contemporánea, dice. “Ahí donde hay una discusión sobre colonización, pongo el ejemplo de la invasión norteamericana”.
“Hablamos sobre colonización francesa, colonización británica”, dice ella, “¿por qué no hablar entonces de colonización norteamericana?”.
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