Ha sido una grata revelación descubrir que la importante revista Perú económico, editada por Apoyo publicaciones, reserva en cada uno de sus número un espacio a la historia. Y no a cualquier historia, sino a la ucronía, es decir, a la historia que no fue. Revisando los números anteriores de Perú económico he comprobado la diversidad de temas que han abordado y las diferentes perspectivas en torno a cómo nuestra historia pudo haber sido distinta si determinados factores o coyunturas se hubiesen alineado de manera distinta.
Las suspicacias respecto a la ucronía pueden estar al orden del día, por lo que no es difícil encontrar detractores que señalan que no se trata propiamente de Historia sino de pura y llana especulación, inservible para los fines académicos que reclaman los historiadores. Sin embargo, reconocidos historiadores, pienso en primer lugar en Niall Ferguson, han reivindicado su ejercicio en la compilación Virtual History: Alternatives and Counterfactuals (Historia virtual: ¿qué hubiera pasado si…?, Madrid, Taurus, 1998 y 2005, en su versión en español).
Aunque Perú económico está centrada en temas económicos, quiero destacar que este enfoque se orienta también hacia lo social. El número que acaba de salir a la venta, correspondiente al vol. XXXII, n. 5 (mayo de 2009), incluye artículos que serán del interés del lector, como el de Roberto Castro sobre los retos del liderazgos juvenil frente al caudillismo tradicional, el de Adriana Roca sobre la posibilidad de convertir al Cañón del Colca en una potencia turística así como un divertido reportaje en la sección Cholonomics acerca de los dateros de las combis. Recomiendo los artículos de Raúl Cachay sobre la música popular peruana y el de Serapio Cazana sobre los virus del futuro. Entre los pesos pesados, tenemos ensayos de Moisés Naím (“La globalización…”), Sin-Ming-Shaw (“El capitalismo de amigos en Estados Unidos”) y Onno de Beaufort Wunholds (“¿Los últimos días del dólar?”).
Aquí les dejamos con un fragmento de esta sabrosa crónica de lo que-no-fue-pero-quizás-pudo-haber-sido escrita por Héctor Collantes.
¿Sabés vos lo que habría sido eso?
Si Prado no se hubiera marchado a Europa o si el Huáscar no hubiera sido un monitor sino un blindado. Si la defensa de Lima hubiera sido encabezada por un militar y no por Piérola, o si Cáceres no se hubiera quedado sin municiones en Huamachuco. La Guerra del Pacífico está repleta de historias que no fueron y que quizá muchos querrían haber leído.
Hay, entre todas ellas, una que reviste mayor curiosidad por su impacto; que va más allá del anecdotazo bélico y quizá podría haber transformado no solo la historia del conflicto, sino la geopolítica entera de la región. Es la famosa negativa de Argentina de integrarse al Tratado Secreto (al menos en el papel) de Alianza Defensiva que el Perú y Bolivia habían firmado en Lima, el 6 de febrero de 1873. El Tratado que, según la convención histórica, desencadenó indefectiblemente la guerra.
Refiere el historiador Jorge Basadre —no en su propia Historia de la República del Perú, sino en el capítulo que tiene a su cargo en la de Juan Mejía Baca— que en julio del mismo año, el embajador peruano Pedro Yrigoyen, presentó al presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento la propuesta formal de alianza. Tras algunas idas y vueltas de su gabinete, Sarmiento firmó en setiembre el pedido de autorización al Congreso para concretar la adhesión, y fue respaldado en la Cámara de Diputados por 48 votos contra 18, además de aprobarse un crédito de 6 millones de pesos para gastos militares. No obstante, el Senado —con el que Sarmiento sostenía algunas disputas— dilató y postergó sucesivamente la votación respectiva, hasta que a mediados de 1874 se dieron por agotadas las gestiones e Yrigoyen fue relevado de su cargo. (Continúa)