¿Qué tienen en común viajeros, intelectuales, cronistas, presidentes y subversivos? Que todos ellos, de una u otra manera, dejaron testimonio de su trayectoria política, social o cultural a través de sus autobiografías. Un grupo de especialistas discute este legado en los Andes desde el siglo XVI hasta nuestros días. Este acercamiento implica volver a redescubrir al individuo y su producción, lo cual había sido prácticamente vetado a partir de la irrupción del grupo de Annales y su rechazo hacia lo individual, al equipararlo con las biografías y semblanzas de los reyes y gobernantes al mismo tiempo que se producía un rechazo al tiempo corto —el tiempo de la biografía, del individuo— en beneficio de los cambios estructurales.
Pero hubo quienes hicieron caso omiso de este mandato y persistieron en centrarse en el sujeto como personaje histórico. Ahí están como ejemplos el magnífico libro de Georges Duby, Guillermo el Mariscal o la biografía de San Luis escrita por Jacques Le Goff. La consolidación de la escuela microhistórica italiana dotó de un soporte metodológico al estudio de los individuos, con los notables aportes de Giovanni Levi y Carlo Ginzburg y su ícono Menocchio, aquel molinero capturado por el Santo Oficio. Pero un notable impulso hacia el análisis de las memorias y autobiografías como recurso metodológico y dotado de su propio soporte teórico lo brindó James Amelang con su libro El vuelo de Ícaro: la autobiografía popular en la Europa Moderna.
Para analizar la producción de autobiografías en el Perú, el panel de especialistas reunidos en «Escribir de sí mismo: Historia y autodocumentos en los Andes» propone abordarlo a partir del concepto de autodocumento. Sobre la definición de autodocumento, el brochure del evento menciona lo siguiente: «La definición más aceptada de autodocumento es la de Phillipe Lejeuna. En su libro Le pacte autobiographique, define la autobiografía por la identidad que escribe, la persona que aparece como narrador en el texto y la persona cuya vida es contada. El pacto entre escritor y lector consiste en que el escritor afirma, primero, esta triple identidad y después la veracidad de lo que cuenta. Esta definición es tan amplia que puede aplicarse a un gran número de géneros literarios. Se puede afirmar, entonces, que se trata de un autodocumento cuando se realiza este pacto tácito. Un relato de viajes es un autodocumento cuando existe esa convención, que implica que la vida del escritor o una parte de ella aparece en la narración.
Después de diversos estudios y debates originados por la terminología, por una definición amplia y por las maneras de abordar su estudio desde otras disciplinas, podemos establecer una pequeña diferencia. En la ciencia literaria se discute un gran número de definiciones de género, mientras que la pregunta más importante para la historiografía es: ¿qué nos dicen los autodocumentos sobre el pasado?».
Leer la entrevista a Phillipe Lejeuna a propósito de su obra, aquí.
Fecha: 26 y 27 de febrero
Lugar: Instituto Raúl Porras Barrenechea (Colina 398 – Miraflores)
Ingreso Libre
Auspician: IFEA, UNMSM y Universität Hamburg
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