El aniversario n. 65 de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki encuentra a Japón en una situación política y económica más que delicada.
El anuncio de su Primer Ministro de que eran necesarias reformas estructurales para mantener el ritmo de crecimiento en medio de la recesión ha sorprendido a muchos, aunque no tanto como la noticia de que China había logrado desplazarlo como la segunda economía del globo.
Este declive no es aislado: otros índices confirman que en los últimos años Japón había venido retrocediendo en los aspectos que precisamente lo hicieron líder en Asia y una suerte de modelo de crecimiento en democracia: tecnología y educación. Pero The Times Higher Education estima que el aporte científico de las investigaciones provenientes de Japón se encuentra por debajo de los G7, en parte como resultado de una menor inversión anual en ciencia y tecnología.
La incapacidad de Japón para mantener el liderazgo regional se explica en parte por cómo ha manejado su imagen relacionada con el legado de la Segunda Guerra Mundial. Y en este papel, Japón no ha hecho las cosas bien.
Por un lado, no ha sabido balancear la doble condición de víctima y pupilo de Estados Unidos, después de lo ocurrido con las bombas atómicas, pero también en el periodo de reconstrucción y del “milagro japonés” que se dio bajo asesoría norteamericana. EEUU, por otro lado, estuvo promoviendo el caso japonés, junto con el alemán, como ejemplos de que las ocupaciones norteamericanas no siempre derivan en países fracturados, algo en lo que va a tener que insistir ahora que se anuncia el retiro de las tropas de Afghanistan y sin saber qué pasará en Irak.
Por otro, Japón no ha sabido construir una relación sana post-guerra con los países vecinos, los cuales fueron afectados por el militarismo nipón de los años treinta y cuarenta. Y no me refiero solo a China sino a los demás, incluyendo India. ¿El resultado? Una desconfianza extrema, que no incentiva a invertir en Japón ni en otorgarle cargos representativos ante organismos mundiales.
El perdón pudo haber sido una estrategia para reconciliar estas heridas, pero los líderes japoneses no sollo se negaron en un primer momento a pedirlo a sus anteriores víctimas sino que fue mucho peor: cuando finalmente lo hicieron fue percibido como un gesto vacío por los demás, carente de la sinceridad que debe acompañar estos gestos públicos. En el otro extremo, Estados Unidos ha aceptado participar de las ceremonias que se realizarán a cabo en Hiroshima este año, lo que significa un paso adelante en el cierre de este episodio.
Recordando Hiroshima
Pero el tema no es tan sencillo. Por lo general, solemos analizar el tema de la memoria a nivel nacional, pero a nivel local podemos encontrar un panorama más complejo.
En una nota publicada por el periódico alemán Spiegel, se alterna la historia de los hibakusha (el término para los sobrevivientes a la bomba) con los relatos de quienes buscan superar este episodio pero manteniendo viva la memoria de sus antepasados.
En el caso particular de Hiroshima, es difícil no sobrecogerse ante las imágenes que se encuentran desplegadas en las exhibiciones y museos: restos carbonizados de víctimas, posesiones personales de las que no se conservan los cuerpos, fotografías de los supervivientes y los rastros que la radiación provocó en ellos, etc.
Pero los habitantes de Hiroshima, quienes tienen que vivir con el peso que significa que asocien su lugar natal con un episodio como este (al igual que los habitantes del poblado de Auschwitz en Polonia), consideran que es posible transformar el nombre de Hiroshima en una señal de advertencia y un mensaje por la paz, al menos para las futuras generaciones.
Como lo manifiesta uno de ellos, recordar estos eventos es algo terrible, pero olvidarlos es peor.
El legado de la era nuclear
El tema de Hiroshima y Nagasaki fue retomado hace poco por el historiador Daniel J. Goldhagen en su libro Worst than War (2009), quien incluyó el lanzamiento de las bombas como parte de los crímenes contra la humanidad, responsabilizando directamente al presidente Harry Truman así como a los estadounidenses por aceptar dicho acto.
Aunque para algunos historiadores el manejo de armas nucleares y su uso como herramienta disuasiva ha evitado conflagraciones a gran escala, la energía nuclear está presente como amenaza no solo en el ámbito bélico.
No hace mucho se reportó que la fauna en Alemania -específicamente cerdos salvajes- contenían una cantidad considerable de radiación, la cual provendría del accidente de Chernobyl, ocurrido en abril de 1986, y cuyos efectos aun no son del todo conocidos en Europa central.
Links útiles
Michael Schuman. A Clouded Outlook
Paul Jump. Land of the rising sun aims to reverse its scientific eclipse
Till Mayer. Hiroshima Fights to Keep Memory of Nuclear Attack Alive
Dossier fotográficos
Life. Never-Seen: Hiroshima and Nagasaki
The Nation in the Nuclear Age, aquí