Si algo caracteriza al siglo que ha terminado hace casi una década es la rapidez de los acontecimientos. Jorge Basadre, al conversar con Pablo Macera en los años setenta, ya había hecho alusión a este frenesí con el cual los acontecimientos se apretujan durante el siglo aludido. Sin ir más allá e invocar disquisiciones teóricas, hagamos un ejercicio muy sencillo.
Asumamos que un lector de este blog tenga actualmente 17 ó 18 años, lo cual los convierte en una generación nacida aproximadamente entre 1991 y 1992. Yo, en cambio, nací algunos años antes, en 1977, por lo que existe una diferencia de quince años entre quien escribe y el lector. Dependiendo del siglo que escojamos, quince años, una década y media, 180 meses o cualquier de sus equivalentes en el calendario, podrían no haber significado un rango de tiempo más lento, en el que los sucesos se mueven más lentamente. ¿Qué acontecimientos relevante ocurrieron, por ejemplo, entre 1777 y 1792? La Revolución Francesa, es cierto, además de lo que ello provocó en el resto del mundo. ¿Y entre 1877 y 1892? La consolidación del imperialismo europeo, que desaparecería luego de la Segunda Guerra Mundial y que parece haber adquirido una nueva dinámica en la actualidad con actores como una emergente China, una renovada Rusia, un tambaleante EEUU y el Medio Oriente.
Un recuento de lo ocurrido entre 1977 y 1991 podría ser interesante. En 1979 ocurre la Revolución Iraní, que traerá una ola de fundamentalismo árabe que podemos percibir hasta ahora no solo en Irán con el presidente Mahmud Ahmadineyad sino en otras regiones del Medio Oriente y en la yihad, la guerra contra los “infieles” de Occidente. Reagan asume el poder en EEUU y establece un gobierno conservador a lo largo de los años ochenta, del cual el país solo se sacudirá con la elección de Bill Clinton. Para América Latina, estos serán años turbulentos, con crisis económicas para algunos países y dictadores para otros, o ambos en casos ya dramáticos. El Perú tampoco escapa a esta situación y dos hechos confirman su destino: la hiperinflación -la peor de su historia- con el gobierno del APRA (1980-1985) y la aparición del terrorismo. Los años siguientes no fueron más auspiciosos: se controló la inflación y el terrorismo, pero a un alto costo social, que aun seguimos evaluando.
Si esto ha ocurrido tan solo en una franja de quince años, ¿cómo no aceptar que se trata de un siglo único en la larga marcha del hombre sobre la Tierra? Para Eric Hobsbawm, historiador británico que ha consagrado a este siglo uno de los mejores libros alguna vez escritos (Historia del siglo XX), no existe lugar a dudas: es un siglo de extremos. Lo cual nos lleva a otra pregunta: ¿Dónde comienza y dónde termina este siglo XX?
El mismo Hobsbawm propone un periodo al que denominado “un siglo corto”: el siglo XX no habría comenzado el 1 de enero de 1900 y terminado el 31 de diciembre de 1999 (después de todo, ni siquiera los científicos se han puesto de acuerdo de si los siglos terminan en el año 9 o comienzan en el 1, debido a la referencia de la fecha cristiana del nacimiento de Jesús en el año 1 de nuestra era). Para Hobsbawm, el siglo que terminó comienza en 1914, con el inicio de la Gran Guerra y su consecuencia inmediata, la Era de la Revolución Mundial con la llegada de los bolcheviques al poder y su intento por expandir el comunismo al mundo, hasta 1991 en que el comunismo pierde por walk over y el mundo entra a una nueva etapa, que algunos entusiastas ideólogos denominarán “El fin de la Historia” (Leer entrevista a Hobsbawm, aquí). Se trata de una opinión interesante, respetable y hasta desafiante. Pero Hobsbawm lanza su propuesta en los años noventa, por lo que lo ocurrido en los años siguientes no entran en su esquema. De lo que no tenemos dudas es que algo cambió con los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas aquel 11 de setiembre de 2001. De lo que no estamos seguros es de si se trata de una nueva etapa o si solo es una prolongación (intensificada, por cierto) de la larga y milenario guerra entre Occidente y Oriente y que algunos retrotraen hasta las Cruzadas medievales, sino antes.
Siglo complicado el XX, sin duda. Pero también es un siglo de oportunidades y desafíos, en el que el hombre ha podido enfrentarse a un sinfín de retos y salir airoso de los mismos, muchos de ellos provocados precisamente por otros hombres o por la naturaleza.
¿Por qué estudiar el siglo XX entonces? Porque varios, sino todos, los procesos que enfrentamos en nuestros días tienen su fuente en las décadas anteriores. Desde la crisis económica que se avizora como la peor de nuestra existencia, hasta la crisis ambiental y energética, son fenómenos cuyas raíces se encuentran por lo menos en los últimos cuarenta años. De igual modo, a un nivel más cercano a nosotros, las batallas que se libran contra la impunidad (caso Fujimori, construcción de un Museo de la Memoria), contra la corrupción o contra la pobreza, son identificables en un arco de tiempo fácilmente ubicable desde 1980 en adelante pero con episodios similares para nuestro país desde 1900 hasta nuestros días.
¿Qué balance podemos hacer sobre el siglo XX? ¿Se trató de un periodo nefasto para la humanidad o un periodo positivo en el que como especie hemos conseguido logros que no habíamos tenido desde que apareció la civilización?