“History’s Hatred: China’s War on Drugs and the Power of Past Violence” apareció originalmente el 28 de febrero de 2019 en Epicenter, la plataforma web del Waterhead Center for International Affairs de la Universidad de Harvard. Queremos agradecer al autor del ensayo como a la editora Michelle Nicholasen, por permitir la traducción y publicación del mismo en Historia Global Online.
Por más de un siglo, China ha venido librando una guerra contra las drogas. Durante este tiempo, su compromiso para luchar contra la distribución de drogas y su consumo ha sido férrea.
Lo mismo podría decirse el día de hoy; las muestras más recientes de diplomacia pública por parte de China dejan pocas dudas de que el celo anti-drogas haya menguado. En la primavera de 2009, la Comisión Nacional de Narcóticos de China unió esfuerzos con el Ministerio de Seguridad Pública y el Ministerio de Asuntos Exteriores para recibir a diecisiete estados miembros de la Oficina de las Naciones Unidas en temas de Drogas y Crimen (UNODC, por sus siglas en inglés) y a la Oficina Internacional de Control de Narcóticos (INCB, por sus siglas en inglés) [1]. En lo que fue una combinación de despliegue público con tacto diplomático, el centenario destacó a la Comisión Internacional de Opio (wanguo jinyan hui) de 1909 en Shangai como la primera cumbre anti-droga en la historia de la humanidad. El centenario del nacimiento del control global de las drogas, apoyado de manera conjunta por Beijing y la comunidad internacional, ofrecía un material al alcance de la mano para escribir una historia política global, casi tanto como una carnada a un pez [2].
Pero hacia 2019, el centenario en sí había sido relegado al pasado. Las pantallas que anunciaban un “espíritu de responsabilidades compartidas y confianza mutua” habían desaparecido [3]. También lo había hecho la cuidadosamente coreografiada exhibición que buscaba presentar el control global de la droga como una iniciativa propiamente China. De igual modo, la Declaración de Shangai, que proclamaba la cooperación china e internacional en el control global de las drogas, no es más que polvo en el viento, convertida en un documento histórico [4]. Incluso el brillo de un cargo tan alto en el control de drogas no fue suficiente para blindar a los oficiales chinos de un repentino escrutinio gubernamental. Durante la conmemoración de 2009, Meng Hongwe dio uno de los discursos centrales en su calidad de vice-ministro en funciones de seguridad pública. En 2018, tuvo que renunciar como jefe de Interpol luego de ser arrestado por su propio gobierno acusado de corrupción.
Más allá de los altibajos propios de los favores políticos, las políticas anti-drogas en China han mantenido su importancia y vigencia por siglos, demostrando cómo el desprecio hacia las drogas puede convertirse en una fuente de movilización política en los asuntos internacionales de nuestros días. La historia moderna de Asia hizo de las drogas fuerzas de violencia; fuerzas que continúan moldeando los miedos nacionales frente a presuntos colapsos sociales hasta el día de hoy. El histórico desprecio de China hacia el opio comenzó con la Primera Guerra del Opio (1839-1842). La victoria británica en la Segunda Guerra del Opio (1856-1860) facilitó la legalización del tráfico de opio entre India y China, aplastando cualquier esperanza china de poder regular dicho tráfico. Hacia la década de 1890, el comercio de opio, patrocinado por Gran Bretaña desde la India hasta China, había incrementado el número de adictos al opio en China en aproximadamente quince millones de personas [5]. Solo en la etapa final de la dinastía Qing fue que este –el más grande comercio de drogas patrocinado por un gobierno antes del siglo XIX– provocó enojo internacional, de una intensidad similar a los movimientos abolicionistas contra el tráfico esclavista.
La reacción contra el tráfico de opio como un tropo del propósito, fuerza y daño causado por el imperialismo movió a la opinión pública más allá del Gran Qing. Las campañas anti-droga vieron crecer su número, expandiéndose a través de diversos estados y sociedades desde Oriente, el Sud-este y el sur asiático a Europa occidental y América del Norte. En la década de 1920, la Liga de Naciones, la predecesora de las Organización de las Naciones Unidas, se convirtió en el ente guardian de la legislación nacional sobre drogas alrededor del mundo. La comunidad internacional condenó la participación de los estados en la producción, distribución y consumo de “opio o cualquier otra droga peligrosa”, lo cual ahora incluía la morfina, la cocaína y la heroína, como uno de las fuerzas más dañinas creadas por el auge de los imperios farmacéuticos globales. A través de la Liga de las Naciones y su gobernanza de alcance global, la industria de las drogas no-regulada o pobremente regulada fue percibida por vez primera como un acto de violencia, la perpetración intencional de un daño diseñado de modo maligno como un sabotaje a las sociedades y las vidas humanas al interior de aquellas.
Nada de esto tendría que preocupar a quienes estudian y analizan los asuntos internacionales sino fuese por la persistencia de China respecto a su lucha contra las drogas, y a la dimensión de dicha lucha más allá de su propio territorio. En una extraña confluencia de intereses, Japón, Singapur, las Filipinas y los Estados Unidos hicieron suya la idea de que el opio y otras drogas narcóticas eran las responsables inmediatas de emergencias nacionales. De manera irónica, es ya algo recurrente en la historia global que las drogas activen las alarmas políticas una y otra vez; bien sea como un veneno que corrompe tanto la mente como el cuerpo, bien como una amenaza que destruye el vigor mismo de la sociedad. En el caso particular de Asia a inicios del siglo XX, el opio socavó la búsqueda nacional de fortaleza y unidad tanto al interior de la región como fuera de esta.
La diplomacia china ha asumido el desprecio nacional hacia las drogas como parte de un amplio legado asiático de ver a las drogas como una amenaza existencial proveniente del exterior, desde fuera de las propias fronteras nacionales. En las Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte ha mostrado señales muy pequeñas de revertir sus prioridades políticas: la guerra contra las drogas y aquellos sospechosos de participar en su tráfico están por encima de los derechos humanos. Lo mismo podría decirse de China, donde en enero de 2019 un ciudadano canadiense fue sentenciado a muerte por tráfico de drogas, y posiblemente como un mensaje de venganza por el arresto en Canadá de Meng Wanzhou, la jefa de finanzas de la compañía de telecomunicaciones Huawei, a pedido de los Estados Unidos [7].
Mientras, Donald Trump ha planteado de manera sostenida la lucha contra las drogas como una forma de brindar seguridad a las fronteras, una idea familiar a los grupos anti-imperialistas chinos desde que la dinastía Qing llegara a su fin en 1911. No es coincidencia, entonces, de que en China “el siglo de humillación” (bainian guochi) se abra con la Primera Guerra del Opio (1839-1842) y se cierre luego de la Segunda Guerra Mundial con la Proclamación de la República Popular de China a cargo de Mao Tse Tung en 1949. Actualmente, la conmemoración en torno a las Guerras del Opio se realiza de manera no muy distinta a las del Ground Zero en la ciudad de Nueva York: como un monumento a la “hora cero” de la nación [8]. El Nobel y poeta de la India Rabindranath Tagore debe haber verbalizado lo que seguramente muchos contemporáneos chinos pensaban cuando llamó “tráfico de la muerte” al comercio de opio británico en China.
Sería imposible trazar la persistencia del sentimiento anti-drogas en Asia desde la era del imperialismo hasta el día de hoy sin una perspectiva de largo plazo. Solo entonces el comercio de opio en Asia –desde la política imperialista hasta la memoria nacional– muestra paralelos con el tráfico esclavista en África. En ambos casos, se trató de cómo una práctica imperialista vino a representar la raíz de los desafíos más serios a la sociedad, desde pobreza a la hambruna, de subdesarrollo económico a la restricción a la soberanía por agentes externos. Sin una perspectiva de largo plazo, el rechazo actual hacia los gigantes farmacéuticos norteamericanos que ponen incentivos financieros por encima de la protección al consumidor aparece como un fenómeno repentino y sin precedentes, arrancado de las lecciones de la historia. Pero no es el caso. Al igual que hace un siglo atrás, en la actualidad es la opinión pública la que crea la urgente necesidad por repensar los principios de una economía política de las drogas que ha escapado de una efectiva regulación. Todo se ha olvidado, menos las tempranas lecciones de la historia, es decir, que el suministro ha repetidamente alimentado la demanda, que la demanda no necesariamente ha existido previamente, y que los beneficios económicos suelen chocar con las preocupaciones sobre la salud pública.
El actual objetivo universal de proteger la sociedad contra una amenaza causada por las drogas surgió del laboratorio social durante la era imperial en China. La sociedad internacional ha heredado y se ha apropiado de lo que inicialmente era una causa propiamente china: mantener alejadas a las drogas en tanto amenaza a los individuos y a la sociedad en su conjunto [9].
Mientras la era de los imperios aproximó a las sociedades entre sí, las conexiones económicas contenían sus propios riesgos, particularmente las fuerzas centrífugas del tráfico de drogas que dividían el mundo entre ganadores y perdedores de la salud pública. Alrededor del globo, percepciones similares del tráfico de drogas como una forma tácita de violencia provocó la oposición a las drogas, desde China a los Estados Unidos. Los medios para protegerse de esta amenaza variaron desde la represión pura y dura hasta la progresiva descriminalización. Se percibe que las drogas presentan una amenaza social más visceral que la discriminación pero menos inmediata que una bala. Si seguimos los encabezados de los medios chinos mes por mes, notaremos la reaparición de las drogas como fuerzas violentas que dañan individuos, familias y sociedades enteras, ejemplificadas con los escándalos públicos alrededor de la crisis de los opioides en los Estados Unidos y el actual escrutinio del sector corporativo farmacéutico. Para bien o para mal, el odio al opio parece retornar desde su oscuro pasado.
Steffen Rimner es Profesor Asistente de Historia de las Relaciones Internacionales en la Universidad de Utrecht. Fue becario del Waterhead Center Graduate Student Afiiliate de la Universidad de Harvard entre 2010 a 2013. Su nuevo libro, Opium’s Long Shadow: From Asian Revolt to Global Drug Control (Harvard University Press, 2018), reconstruye la experiencia china del opio y sus consecuencias a largo plazo para el control internacional de los narcóticos, la salud pública y las políticas globales de la memoria.
Notas
[1] Participaron delegaciones provenientes de: Austria, Camboya, China, Francia, Alemania, Irán, Japón, Lao PDR, Myanmar, Holand, Portugal, la Federación Rusa, Tailandia, Reino Unido, Estados Unidos y Vietnam, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y la Junta Internacionalización de Fiscalización de Estupefacientes y Narcóticos. La declaración del vice-ministro de Seguridad Pública, Mr. MENG Hongwei en el segmento de alto nivel de la 52ª sesión de la Comisión sobre Drogas Narcóticas (12 de marzo de 2009, Centro Internacional de Viena), aquí: https://www.fmprc.gov.cn/ce/cgvienna/eng/xw/t542013.htm
[2] Participaron delegaciones provenientes de: Austria, Camboya, China, Francia, Alemania, Ir[an, Italia, Japón, Lao PDR, Myanmar, Holanda, Portugal, la Federación Rusa, Tailandia, Reino Unido, los Estados Unidos y Vietnam. La declaración de Shangai de 2009 aquí: http://www.incb.org/pdf/annual-report/2009/en/AR_09_E_Annex_IV.pdf (consultada el 26 de septiembre de 2009, el link no se encuentra disponible).
[3] Hongwei Meng, vice-ministro de Seguridad Pública, en su declaración final a nombre de la delegación china en el segmento de alto nivel de la 52ª sesión de la Comisión sobre Drogas Narcóticas, Organización de las Naciones Unidas en Viena, aquí: http://www.unodc.org/documents/commissions/CND-Uploads/CND-52-RelatedFil… (consultada el 27 de setiembre de 2011). El discurso de Hongwei Meng en Viena abarcó temas señalados por Meng Jianzhu en su discurso inaugural en el centenario de Shangai. Jianzhu Meng es el Ministro de Seguridad Pública y Comisionado de la Comisión sobre Drogas Narcóticas. http://www.chinesemission-vienna.at/eng/xw/t543083.htm (consultado el 27 de setiembre de 2011). En chino: http://www.mps.gov.cn/n16/n894593/n895609/1857618.html (consultado el 27 de setiembre de 2011).
[4] El discurso de Tang Guoan (Tong Kaison) en la Comisión Internacional del Opio de 1909 tuvo una importancia sin precedentes en las celebraciones de 2009. “Tegao. Jindu – bainian guochi gongshi,” Jiancha fengyun 6 (2009), 16–19. La primera gran historia de la Comisión Internacional del Opio fue encargada para que apareciera de manera simultánea con el primer centenario: Su Zhiliang; Liu Xiaohong, Quanqiu jindu de kaiduan: 1909 nian Shanghai wanguo jinyan hui (Shanghai: Shanghai sanlian shudian, 2009), http://www.unodc.org/documents/commissions/CND-Session51/E200828CVn-AUE.pdf (consultada el 26 de setiembre de 2009).
[5] Got? Harumi, Ahen to igirisu teikoku – kokusai kisei no takamari, 1906–43 (Tokyo: Yamagawa shuppansha, 2005).
[6] Sobre la dimensión china: Zhang Shenghua; Shi Meiding, ed., Qingmo minchu de jinyan yundong he wanguo jinyan hui (Shanghai: Shanghai kexue jishu wenxian chubanshe, 1996).
[7] Michael Martina, Philip Wen y David Ljunggren, “China Condemns Trudeau’s Remarks about Canadian’s Death Sentence,” Reuters (14 de enero de 2019), https://www.reuters.com/article/us-china-canada/china-condemns-trudeaus-….
[8] Para la plataforma web del Museo de la Guerra del Opio en Museum in Dongguan, Guangdong, y sobre el traumático encuentro de Lin Zexu con el opio británico, véase: https://artsandculture.google.com/partner/opium-war-museum.
[9] Steffen Rimner, Opium’s Long Shadow: From Asian Revolt to Global Drug Control (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2018).